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“Sólo pensé en mis bebés”

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La secuencia no dejó de repetirse en televisión y fue el comentario obligado en las redes sociales durante toda la semana: Rocío Guirao Díaz (27) da una vuelta sobre la espalda de su bailarín, en uno de los ensayados trucos de la coreografía de reggaeton con que la pareja pensaba impresionar al jurado de Bailando por un sueño para salvarse de la sentencia. Algo falla y termina en el piso, inconsciente. Marcelo Tinelli llama a un corte mientras la modelo recibe atención médica. El público espera y el rating trepa hasta picos de 31,5. “Fue un desmayo, un golpe tremendo... Cayó de cabeza”, dice el conductor, y las cámaras vuelven a enfocar a Rocío en una camilla, con un corte en la nariz y cuello ortopédico. Ella sólo quiere que su marido, el empresario Nicolás Paladini (32), que la ve desde su casa junto a sus hijos Aitana (2) e Indio, de seis meses, sepa que está bien.

“Fue horrible. Yo había hecho un movimiento previo con la cabeza y sentí que me mareaba, pero no imaginé que iba a terminar en el suelo y con un golpe en la nariz. Creo que por suerte fue contra la zapatilla de Carlitos Bernal, mi bailarín, porque de lleno contra el piso hubiera sido mucho peor”, cuenta ahora Rocío en la tranquilidad de su casa, en un barrio privado de Tigre, donde recibió a GENTE. Tiene la nariz algo hinchada por el golpe, pero está recuperada y confiesa que la caída que sufrió la llevó a replantearse el nivel de exigencia con el que vivió los últimos meses: nueve horas diarias de entrenamiento entre los ensayos de la obra infantil El arco iris de Rocío –que protagonizó durante las vacaciones de invierno en el teatro Broadway– y las prácticas para el Bailando, además de sus responsabilidades como mamá de dos chiquitos –rubios, rosaditos y perfectos, como ella– que todavía usan pañales.

–¿Qué te pasó por la cabeza en el momento de la caída?
–Cuando me inmovilizaron pensé: “Si hacen esto es porque se ve muy feo”, y me asusté. Lo primero que se me cruzó fueron mis bebés. Sólo pensé en ellos, en que podía perderlos. Cuando vi que podía moverme no quería ni ir a hacerme ver a la clínica: lo único que necesitaba era llegar a casa y meterme en sus cunas para olerlos.

–Por televisión, el tiempo entre tu caída y la llegada de la ambulancia pareció eterno. ¿Realmente fue así?
–No fue tanto tiempo. La verdad es que se hizo un “falso vivo” con material del corte, porque a mí me atendieron rapidísimo: la producción estuvo impecable. A ver... Está más que claro que hoy el escándalo y el morbo venden, que ShowMatch es un reality. El que lo quiere jugar, bien, y el que no, es porque no lo entendió. Pero es eso.

–En un momento extremo como ése, ¿cómo viviste el hecho de que las cámaras te siguieran todo el tiempo?
–Yo quería que las cámaras me siguieran, porque sabía que mi familia estaba en casa mirándome, y quería que Nico supiera que estaba bien. Casi se muere, pobre. El pensaba: “Voy siempre, y cuando tengo que estar, no estoy”.

–Cuando ves las imágenes de la caída, ¿qué sentís?
–No puedo creer que soy yo. Cuando veo que repiten toda la secuencia, plano por plano, con semejante morbo, me da hasta risa. Aitana lo vio y me dijo: “Sacalo mamá, no ‘guta’”. Por momentos me hace pensar otra vez en lo que podría haber pasado, y me da escalofríos.

–Se dijeron muchas cosas... ¿Por qué te caíste?
–La verdad de la milanesa es que fue un accidente. Los bailarines están acostumbrados. Caerse es normal. Yo me caigo miles de veces en los ensayos. Lo que no es normal es que haya sido televisado, y en vivo.

–¿Pero no es cierto también que te pasaste un poco de vueltas con el trabajo, que estás sobrecargada?
–Que estoy cansada es real. Que vengo de una vorágine de trabajo, es real. Me pasé de laburo, me sobreexigí y el cuerpo me pasó factura. Creo que todo esto me pasó por no saber decir que no, por decirme a mí misma: “Este es un tren que pasa y cuando pasa tenés que aprovecharlo”.

–También se dijo que te estás alimentando mal, que sufrís de anorexia.
–Es mentira. Los que me conocen saben que no es así. Siempre fui de comer bien, y más ahora que le estoy dando teta a Indio.

–Justamente... Con el embarazo subiste 18 kilos. Bajaste mucho de peso, y muy rápido. ¿Cómo hiciste?
–Dando la teta y bailando. Desde antes del estreno de El arco iris... ensayaba seis horas por día, más tres para el Bailando. Siempre fui de comer bien; tengo tendencia a adelgazar... Hoy voy a comer milanesa con ensalada, normal. No tengo cuerpo de anoréxica: tengo formas. Si tuviera ese problema lo diría, porque creo que son temas de los que hay que hablar.

–Imagino que después de la caída habrás charlado de todo esto con Nicolás y con tu mamá. ¿No te pidieron que bajaras el nivel de exigencia?
–Sí. Tuvimos una charla los tres esa misma noche, cuando volvimos del sanatorio. Hablamos de laburo, de la importancia de que yo pueda elegir hacer menos y de mejor calidad. Eso también lo hablé esa noche con Willy y Paul García Navarro y con Tomy Darcyl, de Multitalent, mis managers, que marcan mi camino y me ayudaron todo el tiempo, porque el teléfono no paraba de sonar.

–La repercusión fue impresionante en rating, en las redes sociales... El público terminó salvándote con el 63,25% de los votos.
–Que me hayan votado así, haber alcanzado tal nivel de popularidad... Fue un mimo al alma saber que soy tan querida por un montón de gente. Me preguntan por la calle y por Twitter cómo estoy y me dicen: “Rocío, tenés que comer bien”; “No trabajes tanto”; “Que te mantenga tu marido”...

–Bueno, no es tan loco. Estás casada con el heredero de uno de los frigoríficos más importantes del país. Podrías vivir sin trabajar.
–Es cierto. Mi marido podría mantenerme. Pero a mí me gusta y me realiza trabajar. Estoy acostumbrada, lo hago desde chica. Tenía 14 años cuando a mi papá le diagnosticaron una insuficiencia renal agudísima. En mi casa no sobraba la plata. Siempre supe que mi futuro y el de mi familia, la posibilidad de darles una vida mejor a ellos, pasaba por mi laburo. A mamá le compré con mis ahorros una casa a seis cuadras de acá, para que esté cerca nuestro. Vino a vivir con nosotros cuando murió papá, pero ahora las dos sentimos que necesitaba su lugar y me gustó poder darme el gusto de tenerla cerca.

–Al día siguiente de la caída te quebraste en ShowMatch hablando de tu papá. Contaste que el 27 se cumple un año de su muerte y que eso te tiene mal.
–Es que era mi mejor amigo. Era filósofo y antropólogo, brillante; yo sentía una gran admiración por él. Por su enfermedad estaba mucho más en casa que mi mamá. Compartíamos mucho tiempo y yo le consultaba todo. Fue horrible cómo murió y la manera en que nos enteramos. Porque estábamos en Disney con Nico, Aitu y mi mamá. El la convenció así de que viniera con nosotros: “Yo estoy bien, vos te la pasás haciendo de enfermera... Andá, disfrutá”. Por algo pasan las cosas. El siempre dijo que nosotras no lo íbamos a ver morir. Yo estaba embarazada de tres meses y me hice en Estados Unidos un test de los que te dicen el sexo. Lo llamé para contarle que era un varón y se puso feliz. “Así que me vas a dar un indio ahora”, me dijo. Por eso le pusimos Indio. Papá cortó conmigo y la llamó a mi tía para contarle. Mientras hablaba con ella sintió un dolor en el pecho... Mi tía lo escuchó cuando se caía. Hubo que forzar la puerta de su casa y a mí me avisó la policía científica. El viaje de vuelta en el avión fue un espanto.

–Imagino los sentimientos encontrados: la alegría por el bebé que venía y la tristeza de perder a tu papá.
–Es así. Fue muy loco tener a mi bebé adentro y pasármela llorando. Ahora lo veo sonreír y no puedo creer que haya vivido tanta angustia en la panza. Cuando nació, sentí todo el tiempo que papá estaba presente en la sala de parto, sentía su mano en la frente. Y creo que fue así, que él estuvo, porque no se lo hubiera perdido por nada del mundo. Fue lo más fuerte que me tocó atravesar: perdí al amor de mi vida y llegó el amor de mi vida. Todavía ahora, cada vez que me pasa algo, tengo el impulso de compartirlo con él, de llamarlo.

–¿Y qué sentís que te hubiera dicho si hubiera estado en esa charla familiar que tuviste con Nicolás y con tu madre la noche de la caída?
–Papá me hubiera dicho: “Rocío, pará la moto. Tranquila. A lo que digas que no hoy, mañana te vuelve duplicado”.

–¿Lo vas a hacer? ¿Vas a parar la moto?
–Sí. No soy una tonta que no sabe ver las señales. A veces llegan por una amiga, a veces del cielo, a veces con una caída. Yo entendí que no puedo hacer todo. Hoy mi prioridad es estar en el Bailando o hacer notas como ésta, en la revista que me catapultó y me consagró.

–¿Vas a seguir con El arco iris de Rocío? Se sabe que tuviste un problema con la producción, que hay una diferencia por los números de la boletería y que te excluyeron de la obra. ¿Eso también te angustió?
–Mi contrato terminó. Voy a hacer la función del Día del Niño, pero no seguiré. Hubo unos mails que no hablaban bien de la producción (de Diwan - Bacchi), y aunque yo quiero confiar en la gente con la que trabajo, siempre queda la duda y eso genera angustia. Confío en Reina (Reech), la aprecio y me encantaría seguir trabajando con ella; es un lujo tenerla como directora.

–Protagonizar un infantil te permitió mostrar otro perfil, más familiar, más allá de tu costado sexy. Lo mismo que aparecer en ShowMatch casi a cara lavada y vulnerable, al día siguiente de la caída.
–Lo que me pasó con la obra fue increíble. Cada vez que terminaba me quedaba una hora por reloj saludando a los chicos y firmando autógrafos. Con lo de la caída frente a las cámaras también sentí una conexión muy fuerte con la gente. Fue horrible la manera pero es cierto, me permitió mostrar más mi esencia, pararme en otro lugar donde me siento mucho más cómoda que en el de femme fatale o roba maridos. Me parece que Twitter (participa desde la cuenta @rochiguirao) es como un tester en ese sentido. Yo tenía 60.000 seguidores y después de la caída pasé a casi 230.000. Creo que me vieron emocionada de verdad y se conmovieron con eso. Yo no soy actriz, y cuando Marcelo me abrazó se me llenaron los ojos de lágrimas en serio. Por su cariño y su calidez, y porque soy consciente de que podría haber vuelto en una silla de ruedas.

–Si bien en ese momento te emocionaste, no sos de las que lloran con cada devolución del jurado.
–Es que no termino de creerme lo que me dicen. Soy muy tranquila. No me gusta que se metan conmigo ni con mi familia, y a veces reacciono para cuidar mi imagen. Veo cuando otros se ponen a llorar por lo que les dice alguien del jurado y no entiendo. Yo miro a mi coach, y si para él está OK, me quedo tranquila. El jurado no es muy objetivo. A veces, si hubo un lío con otro, se descargan con uno. Hay que entender que es un reality y no ponerse mal. Si Graciela Alfano dice que le gusta mi marido no me lo puedo tomar como algo personal, porque ella mañana se la agarra con otro.

–¿Cómo te imaginás en el futuro? ¿Te ves en veinte años como jurado de un certamen como Bailando?
–No lo sé. A veces la miro a Moria y digo: “¡Qué ganas de estar toda producida!”. Pero todo puede ser. También puede que en unos años trabaje de lo que estudié, que es hotelería. Capaz que termino poniendo un hotel-boutique. Ahora me veo llegando hasta el final del certamen. Me encantaría poder cumplir el sueño de ayudar a Lucas, un chico que sufre de espina bífida y necesita una silla de ruedas especial. Después, me gustaría hacer ficción o conducir un programa. Lo que tengo claro es que quiero elegir sólo lo que me da placer. Rocío posa para la producción de GENTE con Aitana (2) e Indio (6 meses). Todavía se le nota en la nariz el corte que se hizo mientras bailaba reggaeton en vivo en el programa de Marcelo Tinelli.

Rocío posa para la producción de GENTE con Aitana (2) e Indio (6 meses). Todavía se le nota en la nariz el corte que se hizo mientras bailaba reggaeton en vivo en el programa de Marcelo Tinelli.

“Lo primero que se me cruzó por la cabeza en el momento de la caída fueron Aitana e Indio, que podía perderlos. Lo único que quería era llegar a casa y meterme en sus cunas para olerlos”

“Lo primero que se me cruzó por la cabeza en el momento de la caída fueron Aitana e Indio, que podía perderlos. Lo único que quería era llegar a casa y meterme en sus cunas para olerlos”

“Mi marido podría mantenerme, pero a mí me gusta y me realiza trabajar. Estoy acostumbrada, lo hago desde chica. En mi casa no sobraba la plata, y siempre supe que mi futuro y el de mi familia pasaba por mi laburo”

“Mi marido podría mantenerme, pero a mí me gusta y me realiza trabajar. Estoy acostumbrada, lo hago desde chica. En mi casa no sobraba la plata, y siempre supe que mi futuro y el de mi familia pasaba por mi laburo”

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