Una voluntaria describe cómo se vive la lucha contra el coronavirus dentro de los hoteles de la ciudad – GENTE Online
 

Una voluntaria describe cómo se vive la lucha contra el coronavirus dentro de los hoteles de la ciudad

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Roxana Reggi, la psicóloga de Belgrano que "de la noche a la mañana se convirtió en hotelera" describe cuál es la tarea de los voluntarios y relata las alegrías, tristezas y sorpresas que atraviesan los pasajeros que aún se encuentran en cuarentena.

“Las primeras semanas, que éramos muy pocos voluntarios, dormimos muy poco, pero a medida que se sumaron más nos ordenamos un poco mejor”, arranca contando la mujer de cuarenta y tres años que ofreció su ayuda ni bien el Gobierno de la Ciudad abrió el pedido de voluntarios. Luego, su vida cambió:

"El primer día nos asignaron el hotel, y a mí me tocó uno de Balvanera que llegó a hospedar a 115 pasajeros en simultáneo y que ahora está con 70, va variando… Por cierto, les cuento que al arranque les decíamos pacientes, pero los médicos nos enseñaron que si no tienen síntomas son pasajeros, así que así les llamamos ahora. Y con ellos tenemos contacto desde el instante en que bajan del micro: primero les comunicamos las condiciones de la estadía y después les asignamos la habitación de la que no pueden salir hasta tener el ok de salud. Y mientras permanecen ahí, tienen a un médico y un equipo de psicólogos y psiquiatras a disposición, y a nosotros que somos los que nos encargamos de que todo lo demás suceda".

"Nosotros tenemos que coordinar las cuatro comidas, el servicio de limpieza –que tiene una serie de cuidados especiales–, la entrega de los kits individuales de higiene y de limpieza de habitación (cada uno se encarga de su cuarto) y todos los pedidos que tengan los pasajeros, ¡que son de lo más variados! Es que hay personas que vienen con un perro, que tienen que hacerle llegar cosas a sus hijos, que requieren una comida especial, que tienen nenes chiquitos y necesitan la leche antes que al resto, que necesitan que les compremos remedios específicos, y así".

"Además, cuando les llevamos la comida –que la dejamos en un banquito–, tratamos de charlar dos minutos a distancia para asegurarnos de que físicamente estén bien y para bajar las angustias del aislamiento. Es que todos están lejos de sus objetos personales y de sus familias y todos, en algún momento, sienten angustia. Y ahí es cuando el equipo de psicólogos ayuda. En los hoteles, sin dudas, está todo a flor de piel y hay mucha emoción. Tanta, que cuando alguno se va, ¡lloramos todos!

"¿Qué nos da energías para seguir? Su agradecimiento (nos regalan muchos mensajitos) y las cosas lindas que vemos. ¡Ah! Una cosa tierna que tienen es que entre ellos no se pueden ver, pero varios usan los pozos de aire para charlar. Además, hay uno que toca el ukelele, y cuando lo hace, varios cantan en los pasillos. Son como amigos, y nosotros tratamos que la pasen de la mejor manera posible: si quieren unas papas fritas o un vinito, hacemos lo posible para que lo tengan"

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