Hermana Mónica, la ‘monja de las trans’: «Dios me pide cuidar a esa persona herida y maltratada» – GENTE Online
 

Hermana Mónica, la 'monja de las trans': "Dios me pide cuidar a esa persona herida y maltratada"

Eligió tener una vida contemplativa, pero lejos de encerrarse en el convento va al encuentro de “aquellas personas que son las más descartadas”.

Es difícil encontrar una frase que resuma la vida de Mónica Astorga Cremona (55). Quizás sí, una palabra: amor. Hace 35 años decidió consagrar su vida a Dios. En realidad, cuando era niña ya pasaba largos ratos mirando al Cristo de la iglesia de Rauch, donde nació y vivió antes de mudarse a Buenos Aires, donde transcurrió su adolescencia. Tenía sólo 19 años cuando entró a la congregación de las Carmelitas Descalzas.

Ingresé al Carmelo después de un discernimiento y de ver cuál era el lugar al que Jesús me llamaba. Descubrí que ese lugar me hacía plena. Encontré vida comunitaria, de fraternidad, de familia y de oración”, recuerda. Parafraseando a Santa Teresa –fundadora de las Carmelitas Descalzas– asegura que la movilizaba y aun hoy la inquieta la misión de sostener y acompañar con la oración al mundo que arde. 

Y se detiene en el último punto, un aspecto clave en la espiritualidad carmelita. “Oración para sostener al mundo, sobre todo a aquellas personas que son las más descartadas. Desde la oración cuido y abrazo a cada persona”, afirma. Desde entonces, afirma, tiene muy claro que entrega su vida a Jesús, para el mundo.

Como tantas, esta misión tuvo una prueba de fuego. Una chica trans llegó un día al convento de Neuquén. Una persona al margen de la sociedad, a la que muchos elegían ni registrar y otros, al verla, pasaban de largo. Pero cuando la encontró, la Hermana Mónica tuvo una actitud diferente: movida por la misericordia salió al encuentro, se acercó, sanó sus heridas y la cuidó.

“La inclusión se logra cuando hay respeto hacia la otra persona. Mientras no se haga eso, siempre habrá exclusión”

Hna. Mónica Astorga Cremona

Conocí por primera vez a las chicas porque una de ellas se animó y se presentó a pedir ayuda”, cuenta la Hermana Mónica, hoy Superiora del Convento de Neuquén. “Invité a las trans a que vinieran a hablar y les pregunté sus sueños; cada una fue relatando el suyo. Katy me dijo: 'Quiero una cama limpia para morir'. Eso me conmovió, me llevó a no parar hasta el día de hoy buscando ese alivio: que no tengan que morir en un hospital o en una oficina, abandonadas”, enfatiza. Pasaron cerca de 15 años desde ese primer encuentro. 

Habló con el obispo de su diócesis y con la superiora de su comunidad. “Lo que hago es juntarme con ellas a rezar un rato en la capilla”, cuenta. Después hablan sobre lo que pueden y quieren hacer. “Tratamos de gestionar o buscar cómo cubrir esas necesidades o salida laboral. Yo soy una mediadora entre ellas y el resto”, afirma. 

En agosto y luego de tres años de intenso trabajo se inauguró en Neuquén un condominio de 12 monoambientes para mujeres trans.

Conocerlas fue un hito en su vida: “Nunca había escuchado relatos de gente que hubiera sufrido tanto y fuera tan maltratada”, afirma y añade: “De repente sentía mucha tristeza. Uno no puede imaginar que criaturas, porque la mayoría de las trans que yo acompaño fueron expulsadas entre los 8 y los 15 años, hubiesen sufrido tanto”.

En el camino, todas crecieron. Sobre todo en el amor. “Fui aprendiendo mucho y me ayudó a cambiar muchas cosas: me ayudaron a ver la vida desde otro lugar, valorar un montón de cosas. Conocerlas me ayudó para compartir y acompañar a otras personas”, dice la Hermana Mónica. Y agrega que también hay luces en el camino recorrido. “Cuando fue pasando el tiempo e iban logrando cosas, también veía con mucha alegría cómo se iban poniendo de pie e iluminando”. 

Muchos la llaman “la monja de las trans”. Y ella asegura estar orgullosa de eso. “Es la prueba de que estoy caminando al lado de ellas y poniéndolas de pie. Me enfrenté con varios que no apoyan o acompañan esto. Hay quienes lo ven como un pecado. No me detengo en eso, sino que cuido y respeto al ser humano. No me frena lo que puedan decir o pensar, porque Dios me pide cuidar a ese ser humano herido y maltratado”, reflexiona. 

La oración no la aleja del mundo. Al contrario: la acerca al otro, al que está al costado del camino. Ese al que, como dice la parábola del Buen Samaritano, muchos prefieren pasar sin ver. “Sí, hay sectores de la Iglesia que no aguantan esto. Pero esto tiene que ver con el cuidado del ser humano. Pienso en qué haría Jesús: él no deja a nadie afuera y nosotros como Iglesia tampoco podemos dejar a nadie afuera. Tenemos que respetar y cuidar a la persona. Ante todo, tener caridad. Eso es lo que como Iglesia tenemos que hacer: cuidar a la persona".

“No me detengo en ver si la persona está vestida de hombre o de mujer, sino en amarla como Dios nos amaría”

Hna. Mónica Astorga Cremona

"No me detengo en ver si la persona está vestida de hombre o de mujer, sino en amarla como Dios nos amaría. Creo que nos falta todavía interpretar el Evangelio. El mensaje es muy claro: Jesús estuvo con las personas más descartadas y rechazadas. Él se sentaba con ellos a pesar de que todos lo señalaban. Le preguntaban: ¿Qué haces sentado con éste o con aquella? Y nosotros tenemos ese ejemplo. Yo me consagré y sigo a ese Jesús. Él no se sentó con los importantes o los perfectitos sino con los descartables, con lo que a los ojos del mundo no vale nada” dice

Comenta que desde el primer momento tuvo el apoyo de su comunidad y recuerda que antes de ser elegido Papa, monseñor Mario Bergoglio valoró su obra. "Cuando estuvo en Neuquén en 2009 me dijo: 'No abandones este trabajo de frontera que te puso el Señor. Para lo que necesites, contá conmigo', relató hace días en el marco de la inauguración del condominio tutelado para 12 mujeres trans. Celebra que, por fin, tengan un hogar. Luego de casi 15 años de trabajo codo a codo sabe cuánto más difícil es para ellas acceder a una vida digna. 

Las casas son el resultado de tres años de trabajo. “Pedí el terreno al Municipio.La Provincia me pidió que armara un proyecto de viviendas, que fue aprobado, y el 10 de agosto se pudieron inaugurar. No fue algo muy fácil, pero sí creo que el objetivo es mostrar que se pueden hacer viviendas para las trans, que también las van a cuidar y también se merecen una casa donde vivir dignamente”, afirma la Hermana Mónica, y hace referencia a las puertas que una y otra vez se cierran para las personas trans. 

Especialmente en el mundo del trabajo. Y en ese aspecto se refiere al cupo laboral trans que el Gobierno decretó para el sector público. “Creo que es un mínimo que pueden ocupar en un trabajo. Pienso que no debe existir un cupo laboral, pero dada la situación de las trans, que no existen ni se las quiere ver, hay que poner leyes. Y creo que ellas son capaces de trabajar. Son personas que estudian, como cualquiera, que están capacitadas –quizás no todas, pero muchas sí lo están–. Entonces, ¿por qué no podrían ocupar ese lugar?”, se pregunta.

Kati, salvada por una mirada de amor: "Era alcohólica, tomaba cocaína y hace siete años pude dejar todo eso"

"Conocí a la hermana Mónica hace casi 15 años por intermedio de Romina, que fue la primera que la fue a ver. Ella nos comentó que había una monja que nos quería conocer. Lo primero que pensamos era qué podía hacer una monja por nosotras cuando todos nuestros derechos estaban completamente vulnerados. Casi todas eramos trabajadoras sexuales. Empezamos a ir al convento. Fuimos cuatro. Preguntó los sueños: una quería ser cocinera, otra quería tener una peluquería y yo le dije que quería una cama digna para morir. En ese momento, el HIV se llevaba a muchas de nuestras compañeras y en el hospital las mandaban a morir a sus casas.

"Lo que puedo decir de la Hermana Mónica es que es un ser de luz. Siempre que la veo me pasa eso y me acompañó en un montón de cosas personales. Yo era trabajadora sexual, no reniego de eso. Era alcohólica, tomaba cocaína y hace siete años pude dejar todo eso. Recibí la total oportunidad que ella me dio.

"Hoy, hace tres años que trabajo en la Dirección Provincial de Diversidad, donde puedo decir que mi vida ha cambiado. Ella es mi amiga. En su momento también fue mi madre y mi hermana.

Acariciar las heridas

Conmovida por el relato de la Hermana Mónica, Laura Favarel escribió un libro con su historia. “Fui a Neuquén. Entrevisté a la Hermana Mónica y a varias de las chicas trans durante varios días. Fue un trabajo intenso y muy duro, porque escuchar cada una de las historias me hizo llorar, y mucho. Ahí descubrí lo que es el mundo de las personas trans: la vida que llevan, las necesidades que tienen, y un poco lo que es la ideología, que a veces se ve más que la realidad. Para mí fue una experiencia espectacular”, dice. 

Cuando conoció a la Hermana Mónica le llamó la atención su franqueza y sencillez. “Se abrió conmigo de una manera increíble”, recuerda y sigue: “Tiene una mirada sobrenatural, ve más allá. No ve a la persona y qué hace con su sexualidad, sino a una hija o un hijo de Dios, una persona necesitada y amada por Dios”. 

"Las chicas trans se sienten comprendidas y no juzgadas. Son blanco de una mirada amorosa, porque ella ve en el otro a alguien digno y amado por Dios"

Laura Favarel, sobre la importancia del trabajo de la Hermana Mónica

Para titular su libro eligió palabras de una carta que el papa Francisco le escribió hablándole de su misión: “Mónica, lo que vos hacés es acariciar las heridas de Cristo en ellas”. Según Favarel, “las chicas trans se sienten comprendidas y no juzgadas. Son blanco de una mirada amorosa, porque ella ve en el otro a alguien digno y amado por Dios. Entonces, esa persona deja de ser un trans para ser una persona amada incondicionalmente por el mismo Dios. Mónica les devuelve la dignidad de ser humano, porque son personas que no consideran su dignidad por la vida de perro que llevan. Sentir que alguien nos ama nos devuelve el oxígeno a nuestra vida, te devuelve las ganas de vivir, de ser, sentís que tu vida vale la pena. Creo que esto es lo milagroso que hace Mónica”.

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