“Siento que viví en una gran mentira” – GENTE Online
 

“Siento que viví en una gran mentira”

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En su contextura, un kilo es demasiado. Dice –coincidentemente con su imagen– haber “llorado varios”. Aunque ofrece café, desayuna agua. Acomoda el vaso entre los DVDs –Pétalos de viento, Flores en el ático y Pasión inocente– que alternan con tanta reflexión en su retiro. “Soy una chica tan sana que, a mí, estas cosas me pegan más por la descarga con llanto que por otros recursos más feítos (léase venganza, revancha o escándalos en toda su gama)”, cuenta Luciana Salazar (33) desde el sofá de la casa que alquilaron con Martín Redrado (52) algún tiempo atrás, cuando todavía planeaban celebrar en septiembre próximo su tercer aniversario “de novios, y cuatro de conocernos”, como aclara. Antes de comenzar esta, la primera charla, advierte: “Yo no quiero destruir nada, ni a nadie. Es sabido que revelar tanta intimidad nunca fue mi modo. Si hoy cuento mi realidad, es porque creo que debo una explicación pública. Por mí y por Martín”.

–¿Qué pasó?
–¡Uff, tantas cosas! En definitiva, nada nuevo. Esto viene mal sembrado desde el comienzo, ¿sabés? Siento que siempre estuve atrapada en una gran mentira. Todo se repetía, una y otra vez.

–Intuyo que la “desinvitación” a viajar al Mundial no fue la causa.
–Claro que no. No se trató de un capricho. Fue el detonante de una explosión de dolor. Un decir: “¡Basta, no aguanto más, ya me hiciste mucho daño!”. En esta relación, no sólo me lastimó, él sino también su entorno. Viví hostilidades inmerecidas. La gente que conoce a Martín y trabaja para él, fue testigo de todo lo que padecí.

–¿Cuál creés que es la razón de tanto rechazo?
–Tal vez jamás se dejó bien en claro –sé que hay dudas– que yo no rompí una familia. A mí me buscó un hombre divorciado, con papeles. Es algo que jamás me perdonaría. Yo fui una víctima desde cuando su ex pareja vino a encararme tan violentamente en aquel gimnasio (se refiere al sorpresivo increpe de Ivana Pagés, a pocas semanas del romance, hecho que provocó la primera separación de la pareja).

–Pero hablás de “hostilidades”...
–Sí. Por ejemplo, un día Martín me propuso poner una foto nuestra en su casa. Le llevé una re linda, enmarcada, ¡divina! Y cada vez que él la ubicaba, la foto desaparecía. Fueron cuatro meses con el temita de la foto fantasma. La escondían, decían que era algo innecesario. Hasta que un día apareció la casa llena de imágenes de Martín con su ex.

–Hasta aquí, celos típicos de un entorno de padres separados.
–Las pocas veces que me quedaba en la casa, antes de irme le dejaba a Martín sorpresitas en el baño: cartitas, corazoncitos, dibujitos. Un día le puse un mensaje divino. Pasaban las horas y él no me decía nada. Me dolió. Lo llamé: “Che, ¿te gustó lo que te escribí?”. Y me respondió: “¿De qué hablás? No vi nada”. El entorno arrancaba todo.

–Ups...
–Un día vi, desde el cuarto, cómo revoleaban mi bicicleta, hasta que se rompiera. Otra vez, al llegar, me gritaban que no era bienvenida desde la ventana que da a la calle, frente a todos los vecinos. Llegué a descubrir mi auto rayado en la cochera... Te tienen que odiar mucho para hacer eso. Y al llamar a Martín, en su ID del celular, no le aparecía mi nombre. sino “Lucifer 666”. Alguien lo cambió en el directorio. Pero eso no fue lo más terrible.

–¿Qué puede ser peor?
–Un empleado encontró a alguien de su entorno revisando mi bolso. Le preguntó qué estaba haciendo, y él respondió que había visto un arma. Se llegó a un extremo violento. ¡¿Qué quería encontrar?! Nunca pude entender. No voy a dar nombres, por preservar. Pero fue gran partícipe de que se llegara a este punto. Nunca colaboró para que Martín y yo fuésemos felices.

–Cuesta creer por qué no enfrentabas al entorno, pidiendo explicaciones.
–No quería entrar en ese juego. Nunca pretendí cariño: sólo respeto. Martín me dejaba expuesta al choque. No me defendía, y era él quien debía frenarlos. Eso traía problemas a la pareja. Llegué a tener mucho miedo.

–¿Hoy sentís el alivio de la “posguerra”?
–El día que la relación llegó a su fin, recibí un llamado de alguien de su entorno... ¡Escuché cosas horribles! Sí, esto parece haber sido una guerra que ellos creen haber ganado. OK, yo pierdo, pero Martín perdió mucho más.

–¿Cómo justificaba él esa falta de coraje?
–Martín, como muchos divorciados, tiene una culpa terrible, que le impide realizarse. No supo manejar el tema y hasta me animo a decir que no ayudó a generar una buena relación. El conmigo era una persona diferente a cómo era con el resto del mundo, ni siquiera con su entorno, con quienes tal vez es frío y hasta cínico. Siempre le dije: “Si te expusieras así, tendrías una imagen pública extraordinaria”. Le costaba mostrar ese trato que tenía conmigo frente a ellos.

–¿Tendrá que ver con las esquirlas de la primera separación?
–En gran parte, sí. Cuando rompimos aquella vez (tras el encare de la ex), nos dijimos cosas feas. Al volver, nos costó mucho remontar eso con nuestras respectivas familias, que estaban tan dolidas. Es un trabajo difícil, que yo sí hice.

–Si es tan así, ¿por qué soportaste esa situación durante tres años?
–Porque cuando una se enamora cree que el otro cambiará. Al menos si dice amarte tanto querés creerle. De hecho, aún sigue diciéndome que soy la mujer de su vida. Si la peleé, es porque había un sentimiento que defender. Hoy siento que viví siempre una gran mentira: a mí me prometía una cosa y a su entorno, otra. Finalmente, la herida siempre era yo, a la que nunca le cumplía.

–¿Cuál era esa promesa?
–Entre otras, la más importante era la de tener un hijo. De hecho, lo estábamos buscando. Yo siempre fui clara: “Martín, si no querés tener más hijos, decímelo. No hay nada más lindo en una pareja que la sinceridad y el derecho a la opción de seguir o no con el proyecto”. Y él me decía que sí. Todo ese juego y manipulación me afectó mucho psicológicamente. Por eso, cuando tuiteé lo del maltrato, no lo hice con liviandad. Sé diferenciarlo del destrato, y esto fue más profundo.

–Si tanto quería ser papá, ¿por qué creés que sostenía la mentira?
–Para retenerme, porque no podía dejarme. Siempre me dijo: “Esta relación la vas a terminar vos, porque yo no puedo perderte. Es más fuerte que yo”.

–¿Cuánto tiempo estuvieron buscando el embarazo?
–Desde diciembre de 2012. De hecho, fuimos a una clínica de fertilización asistida.

–¿Por qué recurrir a tanto?
–Es que, teniendo todas las condiciones para poder, no quedaba.

–Finalmente, él accedió a tu deseo.
–Pero no fue grata la primera cita. Me dolió muchísimo... (se quiebra). Fue muy raro. Dos días antes, él se había internado en la Trinidad por un chequeo. Yo me pasé la noche haciéndole cosas que nadie hace con un novio. En fin... Cuando llegamos a la entrevista con la doctora, a la que yo iba con tanta ilusión, él se sentó y dijo: “Yo estoy acá obligado”. ¡Me sentí tan humillada...! Lo miré llorando: “¡No puedo soportarlo! ¡No puede ser que me estés haciendo esto delante de la señora!”. Me fui en crisis. Manejé desesperada. Tuve que parar en una esquina... Atiné a llamar a la doctora para disculparme, y ella me dijo: “Volvé. El se quedó muy mal. Está esperándote”. Tuvimos una larga charla. El debió disculparse con las dos.

–¿Es verdad que congelaste óvulos?
–El bebé no venía y hablábamos de varios métodos; ése era uno de los contemplados. Pero no llegamos a hacerlo. Me pareció interesante: el reloj biológico corre, y en la vida una nunca sabe...

–¿Martín se hacía estudios?
–Sí, y yo no podía entender por qué los hacía a nombre de Hernán Pérez (se llama Hernán Martín Pérez Redrado). Le decía: “¿Cuál es el delito de que te vean? ¿De qué tenés miedo? ¿Le prometiste a tu entorno algo diferente que a mí?”.

Leé la nota completa en la última edición de Gente. Horas después de publicarse el comunicado de Redrado, con algunos kilos menos y dispuesta a la honestidad brutal, la figura de Chekka Buenos Aires, nos recibió en el living de la casa del Tortugas Country Club.

Horas después de publicarse el comunicado de Redrado, con algunos kilos menos y dispuesta a la honestidad brutal, la figura de Chekka Buenos Aires, nos recibió en el living de la casa del Tortugas Country Club.

“Buscábamos un hijo desde diciembre de 2012. De hecho, fuimos a una clínica de fertilización asistida. En la primera entrevista, a la que yo iba con mucha ilusión, él dijo: ‘Estoy acá obligado’. ¡Me sentí tan humillada...!”

“Buscábamos un hijo desde diciembre de 2012. De hecho, fuimos a una clínica de fertilización asistida. En la primera entrevista, a la que yo iba con mucha ilusión, él dijo: ‘Estoy acá obligado’. ¡Me sentí tan humillada...!”

“Padecí hostilidades de su entorno (...) Al llamar a Martín, en su ID del celular no aparecía mi nombre, sino ‘Lucifer 666’. Alguien lo cambió en el directorio... y no fue lo más terrible”

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“Martín y yo hemos pasado un par de noches juntos”, dijo Luli hace horas. “Volvimos a hablar de aquellas promesas. Hoy apuesto a creer. Pero hasta aquí esperé; ahora es tiempo de pensar en mí”

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