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Siempre se vuelve al primer amor

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Fue un eslabón más de esa cadena de amor que lo une a la camiseta celeste y blanca. Como cuando se la puso por primera vez, a sus 16 años, el 27 de febrero de 1977, en la cancha de Boca, y contra Hungría. Un amor que se fue consolidando a lo largo de 116 partidos, hasta el día del adiós –doloroso, inconsulto–, el 25 de junio de 1994, tras derrotar a Nigeria en el Mundial de los Estados Unidos.

Sí, nadie como él para explicar qué siente al vestir los colores de la Selección. “¡No saben cómo los envidio, manga de h... de p...!”, fue el final de la arenga a sus dirigidos, el 19 de noviembre pasado, cuando por primera vez se puso la pilcha de DT de la Argentina. Y lo feliz que debe haber sido el sábado 28, cuando el estadio de River lo ovacionó antes del partido contra Venezuela, su debut oficial como técnico de la Selección. “Quiero que reviente el Monumental”, había pedido Diego en la semana. Y la gente, complaciendo ese mandato divino, agotó las entradas en pocas horas.

El recibimiento fue uno de los más pasionales que se hayan visto en los últimos años, digno de una final en un Mundial, más que un partido con el modesto equipo venezolano. Y al entonar el Himno Nacional, Maradona –y la mayoría de los jugadores– lo hizo con la mano en el corazón y a viva voz. No podía ser de otra manera: entre los vestidos de celeste y blanco estaba Benjamín –con el diez en su espaldita–, su primer nieto de poco más de treinta días, en brazos de papá, el Kun Agüero. Es que toda la familia se dio cita para apoyarlo en ése, su gran momento. Sus hijas, Dalma y Gianinna, quienes junto a mamá Claudia Villafañe palpitaron el partido desde la tribuna San Martín. A ellas, se les sumó Benjamín, quien tras posar con papá Kun en el césped, llegó bien dormido hasta el regazo de mamá Gianinna en brazos de Fernando Molina, el novio de Dalma, y ahora también jefe de Prensa personal de Maradona en la Selección.

En la cancha, todas las banderas todas eran incondicionales apoyos para Diego en su ruta hacia Sudáfrica 2010. Y entre ellas, una muy especial: “Diego, si estuve en las malas, cómo no voy a estar en las buenas. Vero”. Quien la colgó en un palco de la Tribuna Belgrano fue Verónica Ojeda, la novia de Maradona, la que comparte con él la casa de Ezeiza.

“Vine a la cancha porque estaba con dos amigos que llegaron de los Estados Unidos y todos queríamos estar presentes en el debut de Maradona como entrenador”, confesó Gustavo Cerati, nada habitué a los estadios cuando de fútbol se trata. Al igual que el músico, fueron muchos los que presenciaron por primera vez un partido de la Selección. Como un Dios que todo lo puede, el ex capitán, además de convocar al público, también lo supo llevar: con un solo gesto consiguió cambiar los silbidos a Juan Sebastián Verón (una factura pendiente del Mundial de Japón 2002) por un cálido “¡Bruja/Bruja!”. Hasta se animó a darle la camiseta número 10 a un chico al que algunos cuestionaban con el argumento de que “Messi todavía no demostró nada”. Y no se equivocó. Lio terminó ovacionado por todo un estadio, que primero se desahogó con su gol a los 25’ del primer tiempo, y después lo aplaudió hasta que las manos le quedaron coloradas, cuando al final casi cierra el partido con un gol justamente maradoniano.

Pero para que la fiesta fuera completa, había que gritar un gol del yerno. Obviamente, se dio: el Kun Agüero cantó el cuarto y último.

Ya lo dijo Maradona después del partido con Venezuela: “Primero quiero clasificar, y después ganar el Mundial”. Y si Dios lo pide… A los 25 minutos del partido, Messi convirtió el primer gol oficial en la era de Maradona como técnico. Diego lo  gritó con el puño apretado y descargando su pasión.

A los 25 minutos del partido, Messi convirtió el primer gol oficial en la era de Maradona como técnico. Diego lo gritó con el puño apretado y descargando su pasión.

Sergio Agüero entró con su hijo Benjamín. Tenía la 10, la leyenda Kun, y unos botines Nike rojos.

Sergio Agüero entró con su hijo Benjamín. Tenía la 10, la leyenda Kun, y unos botines Nike rojos.

Gianinna –con Benjamín en brazos– y Claudia, en la Tribuna San Martín. A pesar de tener un palco, eligieron ver el partido con la gente.

Gianinna –con Benjamín en brazos– y Claudia, en la Tribuna San Martín. A pesar de tener un palco, eligieron ver el partido con la gente.

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