“Si aceptamos estas retenciones, ponemos en riesgo el futuro de nuestros hijos” – GENTE Online
 

“Si aceptamos estas retenciones, ponemos en riesgo el futuro de nuestros hijos”

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Qué siento? Desazón, impotencia, bronca, incertidumbre. No te voy a mentir: eso es lo que nos sucede por estas horas a todos los productores sojeros de Tucumán”, se queja indignado Alberto Ayala (48). A su lado camina Francisco (56), su primo, que lleva el mismo apellido. Ambos recorren sus campos de La Ramada de Abajo, departamento Burruyacú, a 35 kilómetros de la capital provincial. Allí, precisamente, hace más de cuatro décadas nació el boom sojero que luego se extendió a lo largo y a lo ancho de todo el país. “Cuando nadie apostaba a la soja, acá lo hacíamos. Ahora que por fin estamos viendo los frutos, después de cuarenta años de sacrificio, nos quieren privar de las ganancias”, vuelve a la carga Alberto. “Apenas paren las lluvias comenzamos a trillar, porque las plantas ya están maduras. Pero deberemos buscar galpones para depositarlas, porque si el Gobierno no baja las retenciones, de acá no va a salir un solo grano”, levanta la apuesta Francisco, quien observa cómo las vainas comienzan a abrirse, dejando a la vista los granos, listos para ser cosechados.

A pocos días de que las entidades del campo levantaran el paro agropecuario para negociar con el Gobierno, ellos se quejan, porque dicen que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se las agarró con ellos. “Si aceptamos las retenciones que nos impuso, ponemos en riesgo el futuro de nuestros hijos: así de simple”, enuncian.

¿Cómo fue que en La Ramada de Abajo surgió la obsesión por la soja? Así lo explica el ingeniero Víctor Hemsy (70), miembro fundador de la Comisión Nacional para el Cultivo de la Soja en la República Argentina: “La crisis azucarera amenazaba con tumbar a los productores cañeros, y en la desesperación por buscar una diversidad de cultivos, interesamos a un grupo de colonos de la zona para que apostaran a la soja. Por ese entonces pocos creían, pero la ecuación era muy simple: la población mundial crecía a pasos agigantados, y para alimentarla, a la larga se iba a necesitar de granos. Así que enviamos a un grupo de flamantes egresados de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Tucumán a Illinois, Estados Unidos, para que se especialicen. Desde la Estación Experimental Agropecuaria Obispo Colombres dimos los primeros pasos para que se inicie el cultivo. Sólo la provincia de Misiones nos acompañaba en esa patriada”.

Entre esos colonos estaban Pablo y José Ayala –ya fallecidos–, padres de Alberto y Francisco, que hoy rememoran: “Cuando ellos comenzaron con la soja había que desmontar a hacha y pico. Las máquinas llegaron muchos años después. Te juro que se deslomaron trabajando para que tengamos lo de hoy. Ahora, 40 años después, el gobierno nacional pretende con las retenciones aniquilar una vida de sacrificios, y eso no lo vamos a permitir”, afirma Francisco. “Ahora que los precios internacionales nos ayudan, la Presidenta dice que tenemos que redistribuir las riquezas. ¿Y las malas épocas que tuvimos que atravesar? En los tiempos de Martínez de Hoz (José Alfredo, ministro de Economía 1976-1981), con la famosa tablita, tomamos un crédito bonificado en pesos para comprar la maquinaria. Cuando fuimos a pagarlo, la estampida del dólar nos generó una deuda millonaria: tuvimos que vender 270 hectáreas. Es cierto que hoy, con los precios internacionales, tenemos una buena rentabilidad. Pero si mañana nos agarra una sequía o una helada, y en lugar de obtener tres mil kilos por hectárea cosechamos dos mil, nos fundimos”, detalla Alberto.

–¿Podría explicarlo?
–La ecuación es simple. Supongamos que cuando cosechemos, la soja se cotiza a 528 dólares por tonelada –el precio más alto al que llegó en el mercado internacional–. Digamos que 237 dólares irán a las retenciones y 236 a la producción –incluye flete, arriendo, costos directos, gastos administrativos, impuestos y comercialización–. Al agricultor le queda una rentabilidad de 55 dólares por tonelada.

–¿Y qué van a hacer si la Presidenta mantiene las retenciones?

–No vamos a sembrar más. Con 270 hectáreas que tenemos, los números no nos cierran. Nos conviene más alquilar la cosechadora y la desmontadora que sembrar. No arriesgamos nada y dormimos tranquilos.

–¿Son conscientes de que si ninguna de las partes afloja corren el riesgo de perder todo?
–Por supuesto. Pero si dejamos que la Presidenta avance con las retenciones y mañana nos toca una mala cosecha, igual perdemos todo. Y no estamos dispuestos a tirar por la borda cuarenta años de sacrificios.

–¿Habrá solución después de esta tregua que se tomaron Gobierno y campo?

–La única solución es que vuelvan las retenciones al 35 por ciento, como antes. Si no, vamos a seguir luchando. Que a nadie le queden dudas. n

Agradecemos a la sección de comunicaciones de la Estación Experimental Obispo Colombres

Alberto, Francisco y Gabriel Ayala son primos, descendientes de colonos que introdujeron la soja al país. Hoy, 40 años después, luchan desde sus campos para que se vuelva atrás con las retenciones.

Alberto, Francisco y Gabriel Ayala son primos, descendientes de colonos que introdujeron la soja al país. Hoy, 40 años después, luchan desde sus campos para que se vuelva atrás con las retenciones.

<i>“Si la Presidenta mantiene las retenciones, no vamos a sembrar más. Con 270 hectáreas que tenemos, los números no cierran. Nos conviene más alquilar la cosechadora y la desmontadora que sembrar”.</i>  (Alberto Ayala)

“Si la Presidenta mantiene las retenciones, no vamos a sembrar más. Con 270 hectáreas que tenemos, los números no cierran. Nos conviene más alquilar la cosechadora y la desmontadora que sembrar”. (Alberto Ayala)

<i>“Nuestros antepasados se deslomaron trabajando. Ahora, el gobierno pretende con las retenciones aniquilar una vida de sacrificios. Y eso no lo vamos a permitir”.</i> (Francisco Ayala)

“Nuestros antepasados se deslomaron trabajando. Ahora, el gobierno pretende con las retenciones aniquilar una vida de sacrificios. Y eso no lo vamos a permitir”. (Francisco Ayala)

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