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Sexo, mentiras y perdedores

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Cuando Carlos y Camilla finalmente fueron presentados en 1971 en Smith’s
Lawn
, bajo la sombra del Castillo de Windsor, era como si se hubieran
conocido desde siempre: por cierto, ya tenían muchos amigos en común. Por
ejemplo, la primera “cita” de Carlos fue a los catorce años con Marilyn
Wills, hija de Jean Wills, prima de la reina, cuando fueron a ver La novicia
rebelde
. Marilyn resultó ser una de las principales invitadas a la fiesta de
presentación de Camilla en sociedad, celebrada en el número 30 de la calle
Pavilion Road en el año 1965, y ambas mantuvieron una amistad cercana desde
entonces. (…) No era un buen momento de la vida sentimental del príncipe Carlos.
Después de Lucia Santa Cruz y Sibella Dorman, sus primeras dos conquistas, no
había tenido ninguna otra experiencia sexual. Desde su graduación en Cambridge
en 1970, había sido obligado a servir en las fuerzas armadas por una reina que
por fin sentía que podía exhibirlo al mundo entero. (…) Es decir que el verano
de 1971 encontró al joven, atlético y apuesto príncipe desesperado por un poco
de compañía femenina. En ese entonces tenía veintidós años y menos experiencia
con el sexo opuesto que la mayoría de los hombres de su edad. Esto, sumado a su
paralizante timidez, su inculcada precaución respecto de aventureras que
quisieran atraparlo y su falta general de conocimiento sobre las mujeres
(carencia que sigue caracterizándolo), lo detenía a la hora de acercarse al sexo
opuesto.

Para el príncipe, la vida comenzó con Camilla”, dice el argentino
Luis Sosa Basualdo, jugador de polo que frecuentaba Smith’s Llawn por
aquellas épocas. “Conocía muchachas gracias al polo y llevaba a sus amigas a
ver los partidos. Uno de los lugares preferidos era el Club de Polo de la
Guardia Real
.” (…) Una de las estrellas de Smith’s Lawn era el exitoso
jinete Andrew Parker Bowles. Con frecuencia se veía enfrentando al príncipe. Un
habitué del club en aquella época recuerda: “Andrew solía venir a Smith’s
Lawn. Era un jugador excelente. Aproximadamente una vez por semana traía a
Camilla en auto. Si Andrew jugaba contra Carlos, ella miraba el partido; si no,
simplemente iba para ver a Carlos. No estaba realmente interesada en el juego.
Lo que sí le interesaba, y mucho, era estar cerca de Carlos
.”
Resultó sorprendente que Carlos pusiera sus ojos en ella. Estaba rodeado de
cantidad de mujeres atractivas, y, en cambio, Camilla usaba jeans con agujeros y
estaba muy desarreglada. No era exactamente un retrato al óleo... La relación
comenzó casi inmediatamente: bastaba mirarlos para comprender que algo iba a
pasar
”, dice otro amigo de aquellos días. Había un magnetismo eléctrico
entre ellos, e inclusive cuando estaban a una cierta distancia de uno era
posible vislumbrar cómo terminaría todo por la intensidad de sus conversaciones
y la forma en que se miraban. Era como ver a dos trenes a vapor dirigiéndose uno
hacia el otro a toda velocidad
.” (…)
La temporada de polo de 1972 le permitió a Carlos disponer de otro descanso, y
fue entonces cuando su relación con Camilla Shand pudo finalmente evolucionar.
Pero no duró mucho. A meses de su regreso de Alemania, Andrew Parker Bowles
advirtió que su relación con la princesa Ana no tenía futuro alguno. En el otoño
ella ya estaba saliendo con el capitán Mark Phillips, un oficial del regimiento
de Caballería de los Dragones. El romance del príncipe y Camilla, cuando al fin
sucedió, fue corto, fuerte, y una gran revelación. “El finalmente se
convirtió en un hombre
”, fue el comentario de una de las amigas de Camilla.
(…)
Desde la primera vez que invitó al príncipe a su cama, Camilla supo que esa
relación no tenía futuro. Y de todas formas, Andrew Parker Bowles, quien estaba
quitando a la princesa Ana de su mente, ya estaba listo para casarse. (…) Cuatro
meses más tarde, Andrew Parker Bowles y Camilla contrajeron matrimonio. (…) Al
menos por el momento, todo había terminado entre Carlos y la flamante esposa. “Nunca
se contempló la más mínima posibilidad de que Carlos contrajera matrimonio con
Camilla por aquel entonces
”, recordó una amiga de la última, Carolyn Gerard
Leigh. “El era mucho más joven, simplemente un buen muchacho… Camilla era
consciente de su selecto status pero nunca quiso ser reina
.” Bueno, no en
ese entonces (…) El que no estuvo presente en la boda fue el mismo príncipe
Carlos (…) A principios de julio ya se encontraba a bordo de la fragata HMS
Minerva
, atravesando las aguas de las Antillas. Si es que sus pensamientos
estaban fijos en su amor perdido ––y a pesar de otras versiones de esta
historia, fue Camilla quien lo dejó a él y no viceversa–, esto no continuaría
por mucho tiempo (…)

El viaje continuó hacia las Bahamas, donde el príncipe representó a la reina
en las celebraciones locales por la independencia, y dejó de lado todo
pensamiento relativo al amor buceando en las aguas infestadas de tiburones del
Caribe o bailando hasta las cinco de la madrugada, cuando su barco partía a las
seis, en las discotecas de Caracas, Venezuela (…) Mientras los recién casados
pasaban su luna de miel, el Ministerio de Marina hacía planes para Carlos, los
que, con el correr de los años demostrarían la coartada más importante del
príncipe en el momento en que un rumor insidioso y potencialmente dañino
emergiera del Club de Polo de la Guardia: que el príncipe Carlos era el padre
del hijo de Camilla (…)
Pero hay que considerar esto: es cierto que Camilla dio a luz a su hijo, Thomas
Henry Charles (este último nombre brindó otra pista a los chismosos) el 18 de
diciembre de 1974, diecisiete meses después de su casamiento. También es cierto
que Carlos aceptó ser el padrino del niño. Pero ése es el punto en que la
conexión muere, ya que exactamente nueve meses antes del nacimiento del niño,
mientras Camilla preparaba en Bolehyde Manor, Wiltshire, un hogar para
ella y su marido, el teniente príncipe de Gales estaba en la mitad de un viaje
en el que prestaba servicio como oficial de comunicaciones de la nave HMS
Júpiter
, al otro lado del mundo (…)
Al comienzo del matrimonio, los Parker Bowles intentaron adaptarse a la idea de
la fidelidad matrimonial. Pero las viejas costumbres no son fáciles de
desarraigar, y Andrew no era la clase de hombre que dejara pasar oportunidades.
Y más importante aún, las amigas íntimas de Camilla podían ver en ella la
ambición de mantener la poderosa conexión con la realeza que había logrado
forjar con sexo y comprensión. Si bien era solamente quince meses mayor que
Carlos, era tanto la figura materna como la fantasía sexual del inexperto
príncipe, y ella lo sabía (…) Sean cuales fueren los arreglos, Carlos estaba a
punto de dar comienzo a un período en el cual su preparación para el día en que
se convirtiera en rey sería a costa de su felicidad personal. Por la inseguridad
de su propia infancia como refugiado, el príncipe Felipe estaba tan decidido a
lograr que su hijo estuviera perfectamente preparado para ser rey, que todo
asunto –incluso el de la felicidad personal– sería absolutamente dejado de lado
para lograr este objetivo (…)
Entre 1972 y 1980, Charles tuvo una serie de novias identificables y también una
serie de relaciones de carácter sexual con otras mujeres. Ninguna de ellas,
finalmente, lo satisfizo. Aquellas hacia las que se sentía más atraído
sexualmente eran las que menos le interesaban en cuanto a personalidad. Aquellas
que parecían estar más en sintonía con su lado espiritual no lograban atraparlo
sexualmente. Sus relaciones eran un desastre lastimoso pero, en lugar de recibir
comprensión por parte de su familia, cada fracaso (paradójicamente descripto
como “conquista” por la prensa) causaba una gran irritación a su padre,
quien deseaba que la familia real se perpetuara sin demora alguna.
Una mujer que lo conocía bien por aquel entonces dijo: “Carlos era sumamente
tímido
(con las mujeres). No creo que haya sido feliz actuando como lo
hacía. Estaba usando a las mujeres, y él lo sabía
” (…)
La situación de Carlos era compleja. Había encontrado a la pareja perfecta en
Camilla. Ella satisfacía sus necesidades egoístas en casi todos los aspectos, ya
que tenía el tino de no pedir nunca nada y al mismo tiempo ser muy generosa.
Volvieron a ser compañeros sexuales poco después del nacimiento del hijo de
Camilla, Tom. Pero era un romance prohibido que jamás sería perdonado, por lo
que Carlos tenía el deber de seguir adelante como un soldado y encontrar una
esposa. No resulta sorprendente que haya tomado este aspecto de sus deberes
reales con tanto cinismo. La excesiva presión sobre él y su falta de libertad en
la sociedad británica lo condenaban a seguir un camino del que más tarde se
arrepentiría amargamente (…)

Y luego las parejas fueron y vinieron. Las que recibieron mayor cobertura por
parte de la prensa fueron lady Leonora Grosvenor y su hermana lady Jane, las
hermanas del duque de Westminster; lady Victoria y lady Caroline Percy, hijas
del duque de Northumberland; Bettina Lindsay, hija de lord Balneil; lady Cecil
Kerr, hija del marqués de Lothian; lady Henrietta FitzRoy, hija del duque de
Grafton; lady Charlotte Manners, hija del duque de Rutland, y su prima, Libby
Manners; Angela Nevill, hija de lord Rupert Nevill; Louise Astor, hija de lord
Astor de Hever; y lady Camilla Fane, hija del conde de Westmorland (…)
Con Camilla compartía todos los detalles de sus desalentadores intentos fallidos
por encontrar una esposa. “Como ya no estaba bajo esa presión, ella podía
reírse y bromear al respecto de una forma que nadie podía, y él necesitaba esto
pues, francamente, su falta de capacidad para encontrar alguien con quien sentar
cabeza ya era francamente vergonzosa
”, dijo un amigo. “Y por supuesto,
cuanto más tiempo pasaba mayor era la presión para conformarse con ésta o
aquélla, y mayor era su resistencia para elegir a la que sería su futura esposa.
Las cosas se le estaban poniendo difíciles
.” El príncipe recompensó esta
confianza invitando a Camilla y a Andrew Parker Bowles a la fiesta de su
cumpleaños número treinta (…)
Y el tiempo seguía pasando. Ya había llegado 1977, el año en que, según sus
propias predicciones, Carlos encontraría a su esposa tan buscada. No había nadie
a la vista, si bien por un momento los que le buscaban pareja contuvieron el
aliento cuando el príncipe asistió a un evento de caridad en Montecarlo y fue
sentado junto a la princesa de Mónaco, Carolina. Se odiaron a primera vista (…)

En julio, mientras jugaba al polo en Cowdray Park, en Sussex, le
presentaron a Cristabel Barria-Borsage, una hermosa aristócrata colombiana. Su
compañera oficial en aquel momento era otra muchacha salida de la aristocracia
inglesa, lady Sarah Spencer, hermana de su futura esposa. “Pero”, contaba
un relato, “si bien Charles estaba con Sarah aquella noche, era claro que
deseaba a la señorita Barria-Borsage tremendamente, por lo que no dudó en
ejercitar sus derechos como príncipe. Bailaron juntos por horas, lo que no hizo
muy feliz a Sarah
”. (…)
A Sarah se la trató con más seriedad. Escogida en los círculos de sangre azul
para asistir a la tradicional fiesta privada que se celebraba en el Castillo de
Windsor para festejar la llegada de la Real Semana de Ascot, condujo hasta allí
sola y temblorosa, ya que sufría de anorexia nerviosa. A diferencia de la fría
reacción que luego tendría frente a la bulimia de su esposa, Carlos fue
comprensivo, pero aun así la muchacha que tenía frente a sí estaba en muy mal
estado (…) Pero Carlos era persistente y la llevó a esquiar a Klosters en el
invierno, donde compartieron una habitación. El verano siguiente, sin embargo,
Sarah perdió la jugada cuando Carlos planeó un viaje de polo a Trouville, en la
costa francesa del norte (...) Carlos escogió a una muchacha francesa llamada
Chantal (“no la clase de joven que pudiera aspirar a convertirse en la
princesa de Gales
”, dijo un experimentado observador de la nobleza fríamente
tras observar a la pareja bailar la noche entera en una disco de Trouville) y
Sarah quedó nuevamente relegada, esta vez para siempre (...)
En este período Carlos adquirió la costumbre de visitar Bolehyde Manor, la casa
de campo de los Parker Bowles, con creciente frecuencia. Lo hacía cuando Andrew
estaba allí y también cuando Andrew estaba ausente. “Comía allí regularmente”,
recordaba un amigo. “Esto era así antes de que fijara su atención en
Highgrove. Fuera de las casas reales no tenía lugar alguno donde se sintiera
como en casa. El príncipe estaba muy consciente acerca de su imagen pública, y
aun en aquel entonces, si es que el aspecto físico del romance no se había
reavivado, Carlos quería, simplemente, estar cerca de Camilla. Y, ciertamente, a
ella no le molestaba. A veces no tenía nada que hacer y se quedaba en la cocina
mientras Camilla preparaba una cena formal. Luego, cuando llegaban los
invitados, él se ocultaba en las habitaciones de arriba y cenaba en una bandeja.
Cuando la gente se iba, él bajaba nuevamente y continuaba con lo que había
interrumpido
.” (…)
Andrew Parker Bowles se acostumbró a encontrar a Carlos en su casa y aceptó la
situación. Al hacerlo, perdió puntos entre sus compañeros del Club de Polo de la
Guardia Real por el empeño que ponía en ser hospitalario con el príncipe. Un
miembro de la organización se quejaba: “Cuando le pedíamos que actuara como
árbitro después de un juego en el que él mismo había participado, frecuentemente
decía
: ‘Lo lamento mucho pero tengo cita con la realeza’, y salía
corriendo a servirle tragos a Carlos
” (…)
El romance había resucitado y a ninguno de los protagonistas le importaba si los
demás se enteraban.

fotos: Archivo Atlántida y Fotonoticias

Son 321 páginas escritas por el biógrafo Christopher Wilson. Está todo. Los encuentros clandestinos, Lady Di, la lucha de la pareja para ser aceptados, y la inminente boda, que será televisada en todo el Reino Unido.

Son 321 páginas escritas por el biógrafo Christopher Wilson. Está todo. Los encuentros clandestinos, Lady Di, la lucha de la pareja para ser aceptados, y la inminente boda, que será televisada en todo el Reino Unido.

Carlos y Lady Di: besos en un partido de polo. Casualmente, jugando ese deporte el príncipe conoció a su amante. Primero sospechas, después confirmación y divorcio.

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