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Santa Madre Teresa

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Para muchos, hace tiempo que la pequeña gran mujer albanesa –que dedicó su vida a cuidar a los pobres en la India– es una santa. Desde el pasado domingo lo es oficialmente. En uno de los procesos más rápidos de la Historia, el papa Francisco proclamó Santa a la Madre Teresa de Calcuta ante cien mil fieles. Al final de la misa, dos hermanas Misioneras de la Caridad –congregación que fundó la religiosa y que se caracteriza por sus saris blancos con ribetes azules– llevaron al altar un relicario realizado con madera traída de varias partes del mundo con forma de cruz, que contiene una ampolla con la sangre de la Madre Teresa. Se necesita que la Iglesia reconozca dos milagros auténticos para ser elevado a los altares: con el primero se es nombrado Beato y con el segundo, Santo. “La Madre Teresa es un regalo de Dios para el mundo. Su testimonio de amor, su entrega generosa y su sencillez nos animan a todos a querer imitarla”, le dice a GENTE el padre Juan Pablo Jasminoy, uno de los fundadores del colegio Madre Teresa de la localidad de Virreyes, inmerso en uno de los diez barrios más vulnerables del partido de San Fernando. Director de la escuela desde el día que abrió sus puertas en 2003, Jasminoy fue invitado a Roma por el Papa para participar de este momento histórico. 

DOS MILAGROS PARA UNA SANTA. El primero se produjo en 2012 cuando una mujer india, Monica Besra, acudió a un centro de las Misioneras de la Caridad. Padecía un tumor de ovarios. Le colocaron sobre el estómago una pequeña medalla bendecida por la religiosa y rezaron por ella. Despertó curada. Los médicos reconocieron que el tumor no estaba, pero más que un milagro lo explicaron de la siguiente forma: “El cáncer estaba en una fase de desarrollo precoz y fue tratado con fuerte medicación. Por eso desapareció”. Pero tanto para la Iglesia como para Besra, se trató de un milagro.

En 2015, el Vaticano reconoció un segundo milagro realizado por la religiosa albanesa. El ingeniero brasileño Marcilio Haddad Andrino padecía una grave infección bacteriana en el cerebro. Tras dos años de sufrimiento, un sacerdote amigo animó a sus familiares a que rezaran pidiendo la intercesión de la Madre Teresa. En la sala de operaciones, su mujer Fernanda puso una reliquia en la cabeza de su esposo y rezó. Cuando los médicos ingresaron al quirófano... ¡el paciente estaba despierto y sin dolor! Las pruebas médicas demostraron que los abscesos se habían reducido en un 70 por ciento y la hidrocefalia había desaparecido. El domingo, el ingeniero estuvo presente en la Plaza San Pedro junto al papa Francisco. 

SU MARCA EN LA ARGENTINA. En 1979, poco antes de recibir el Premio Nobel de la Paz, visitó el país por primera vez. En Zárate, provincia de Buenos Aires, fundó el Hogar Paz y Alegría de las Misioneras de la Caridad. Su vuelta entre nosotros fue en 1982, y acudió especialmente a visitar su obra. Sin embargo, éste no es su “único milagro argentino”. En 1994, el padre Juan Pablo Jasminoy viajó a Calcuta y permaneció 40 días con la Madre. A su regreso, Juampi –como lo conocen todos– colaboró en los hogares que la religiosa tiene en Buenos Aires. Finalmente, en marzo de 1997 volvió a la India, permaneciendo allí una semana. Todas esas ganas de ayudar a los que menos tienen impulsó al padre Juampi a crear una de las obras más maravillosas: el colegio Madre Teresa, que hoy alberga a casi 700 chicos divididos entre jardín, primario y secundario. Allí, un salón comedor los alimenta a diario. “Fue una gran alegría que el Papa la proclamara Santa, algo que todos sentíamos en el corazón. Pero que la Iglesia lo proclame nos llena de felicidad”, cuenta Juampi desde Roma, y arranca con la charla.

–¿Imaginó estar presente en un momento tan importante?

–Lo que vivimos es un verdadero regalo de Dios. Todos queremos imitar a la Madre Teresa y responder a esa invitación que siempre nos hacía, pidiéndonos que seamos santos. Ella decía: “La santidad no es para unos pocos, sino para todos”. Por suerte, tuve la oportunidad de conocerla y rezar con ella. 

–¿Una anécdota de sus encuentros? 

–Una tarde salía de la capilla y me la crucé en el camino. Se paró, me miró a los ojos y me dijo: “Gracias, Padre, por visitarnos”. Era una persona tan franca que hacía que fuese muy natural estar con ella. 

–¿Cómo era?

–Sencilla, llena de Fe, con una gran confianza en la Providencia y un carácter muy fuerte: lo que se proponía y decidía, lo llevaba adelante. Especialmente en la caridad y en todo lo referido a su ayuda a los pobres. Además, poseía un gran sentido del humor... ¡Siempre tenía una respuesta divertida!

–¿Nos puede recordar alguna?

–Cuando un padre celebraba misa en Calcuta, ella nos acompañaba en el desayuno. Hacía las tostadas y nos pedía que comiéramos un poco más. Una de esas mañanas, previo a su viaje a China, le dije: “Debe necesitar un sacerdote que la acompañe y hable bien inglés”. Y ella me respondió: “No, necesito uno que hable bien chino... ¡Empiece a aprender, que quiero ir con usted!”. También tenía reflexiones muy profundas.

–¿Una que lo haya marcado especialmente?

–Le pregunté qué les podía decir a los papás que habían perdido a sus hijos. Me respondió: “Dígales que vengan a Calcuta; yo les doy uno”

–¿Cómo se le ocurrió fundar y construir una escuela?

–En el año 2001, el obispo de San isidro me envió a Virreyes para que me hiciera cargo de dos parroquias. Había una gran labor social realizada por los sacerdotes en cuanto a comedores, apoyo escolar y jardines de infantes. Como continuidad de ese trabajo nació el colegio Madre Teresa.

–¿Por qué el nombre?

–Porque es mi modelo a imitar... A los más pobres entre los pobres les queremos dar una oportunidad educativa y en la vida. 

 Por Sergio Oviedo. 

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