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San Isidro tiene dueño

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Los vecinos que se acercaban a la cancha de la calle Roque Sáenz Peña el 9
de mayo de 1937, ignoraban que se aprestaban a transformarse en espectadores de
un nacimiento célebre. No imaginaban siquiera que en aquella tarde de invierno
fría y lluviosa, en la que demostraron por primera vez y para siempre su
dignidad de fieles aficionados, se habían reunido todos los componentes que
conforman la fórmula de los duelos eternos. Se enfrentaban por primera vez el Club
Atlético San Isidro
-CASI- y el San Isidro Club -SIC-,
se gestaba una rivalidad que los reuniría una y otra vez....

Igual que hace sesenta y cuatro años, pero luego de noventa y nueve batallas
libradas entre sí, esos dos grandes del rugby argentino se encontraron
nuevamente en un campo de juego: el CASI venció por 23 a 17 y sumó el
clásico número 54 (17 más que su archirrival, que sólo conquistó 37).

Más de cinco mil simpatizantes fueron protagonistas de la gran fiesta
que se convocó en la Zanja, la cancha del SIC. Desde el prólogo
se hizo sentir la euforia del público, cuando el partido de la Intermedia se
interrumpió por los rollos de papel que cayeron desde las gradas de la tribuna
visitante. Desde allí también se hizo oír la pirotecnia -a pesar de estar
prohibida-, se arrojaron azúcar y plumas de gallina, y se exhibieron dos
carteles municipales en los que se leían sendos mensajes: "Peligro,
zanja abierta"
y "Aguas contaminadas, prohibido bañarse".

Los locales, por su parte, respondieron a la altura de las circunstancias. Se
despacharon con chanchitos que lucían los colores del CASI, presentaron
en sociedad una cebra importada de alguna calesita fuera de servicio, y
parodiaron al equipo rival con la mejor muestra de ingenio de la tarde:
aludiendo al partido que la Academia perdió ante Atlético del
Rosario
por la final del torneo pasado, siete chicos que juegan en la
séptima del Zanjero salieron a la cancha vestidos de Cebollitas
-aquellos que por Telefe cantaban: "¡Cebollitas
subcampeón!"
-. Cada uno tenía inscripto en su espalda el sobrenombre
de algún jugador Bostero, al que imitaba durante la previa al partido.
Elongaba el Vikingo Storey, elongaba el chico que llevaba su apodo.
Alzaba los brazos el Cuta Jorge, alzaba los brazos su respectivo doble en
miniatura. Posaba el CASI para la foto, posaban los Cebollitas
para la foto. Una perfecta y simétrica burla que llegó a su fin en el enojo de
los mayores: "No te imaginás la cara de c... de Storey", se le
escuchó confesar entre risas a un protagonista mientras se sacaba la remera
naranja.

Sin embargo, en ciertos aspectos de la decoración del escenario se pusieron
de acuerdo. De ambos lados flamearon las banderas, pintaron la tarde con el humo
de sus colores favoritos, y le pusieron música con canciones a ritmo de bombo.

Pero no sólo en el barrio se vivió la euforia del clásico. Bastante más
allá, del otro lado del océano, y a la hora señalada, Agustín Pichot, ex
medio del CASI, Diego Albanese, ex wing del SIC, y Felipe
Contepomi, ex apertura de Newman y único no implicado, se reunían para
escuchar el partido. Asado de por medio, el bostero hizo las veces de
anfitrión en su casa de Bristol, Inglaterra, y aprovechó la ocasión para disfrutar
del triunfo y de las cargadas
que durante toda la tarde le propinó al zanjero
Albanese.

De vuelta en Buenos Aires, el mejor resumen de lo que sucedió esa tarde lo
ofreció Enrique Pichot, hermano de Agustín: "Contra el SIC siempre
es especial
. Ganes o pierdas, lo divertido es poder compartir esta hermosa
fiesta con los de afuera y los de adentro de la cancha."

El capítulo cien quedó en manos del CASI. Por la octava fecha del
torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), se redimió de su última
derrota, esa que el 8 de julio de este año, con un penal de Cilley en el
último minuto, lo dejó abajo por 29-30. Se redimió también de la primera, la
del 9 de mayo de 1937, ocasión en que el apertura Felipe Felucho Meyer Arana
les selló la suerte con un penal que convirtió a dos minutos del kick-off. Fue
en una tarde fría y lluviosa... una tarde en la que el clásico más antiguo
del rugby nacional terminaría con un 3-0 favorable al SIC.

Maximiliano Ponzio

Fotos: Rodrigo Vergara para Rugbytime.com

En las tribunas se vivió a pleno el clima de clásico. Las hinchadas se lucieron con humo de colores, petardos, bombos y banderas. Para la cargada, los del CASI arrojaron azúcar y plumas de gallina; los del SIC, se despacharon con una original parodia de la final que los del Atlético perdieron el año pasado:

En las tribunas se vivió a pleno el clima de clásico. Las hinchadas se lucieron con humo de colores, petardos, bombos y banderas. Para la cargada, los del CASI arrojaron azúcar y plumas de gallina; los del SIC, se despacharon con una original parodia de la final que los del Atlético perdieron el año pasado: "Cebollitas subcampeón".

La garra y la fuerza que se dejan en la lucha durante un clásico. El CASI exige, el SIC cae.

La garra y la fuerza que se dejan en la lucha durante un clásico. El CASI exige, el SIC cae.

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