“Quiero tener los pies en el suelo y no olvidarme jamás de mis raíces” – GENTE Online
 

“Quiero tener los pies en el suelo y no olvidarme jamás de mis raíces”

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Messi tiene una marcha más. Es guapo... No porque los demás no lo sean, eh. Pero nosotros pasamos tanto tiempo buscando a un Maradona, que por ahí frenamos a los pibes. Pero siento que Messi todavía no tiene techo”. (Diego Maradona, año 2005).

Como si se tratara de un alquimista del siglo XXI, todo lo que Leo toca se transforma en oro. Lejos, perdidos en el tiempo, quedan los recuerdos de su infancia donde, primero, tuvo que soportar las patadas de Rodrigo y Matías, sus dos hermanos mayores, cuando el Piqui (así le decían sus amigos) les pintaba la cara en la canchita de tierra del barrio La Bajada, cuatro kilómetros al sudoeste de Rosario. Después, a los once años, las piernas siguieron llenas de moretones, pero ahora por los golpes que recibía jugando en las inferiores de Newell’s Old Boys. Ahí estaba cuando los médicos le detectaron una enfermedad hormonal que afectaba su crecimiento. El tratamiento costaba 900 dólares mensuales durante tres años, y si bien al principio la obra social de la empresa en la que trabajaba su padre solventó los gastos, a los pocos meses le retiraron la ayuda.

En ese momento, Jorge, su papá, tomó una decisión que iba a cambiar la vida de toda la familia: habló con unos parientes que vivían en Lérida, España, y decidió marcharse a Cataluña para conseguir un mejor empleo. Y con trece años de edad, Lionel se fue a probar al Barcelona. Los que estuvieron en esa práctica aseguran que “la rompió”. A pesar de que los demás chicos eran más grandes en edad y tamaño, hizo lo mismo que cuando jugaba en la canchita de tierra del barrio con sus dos hermanos. Esa tarde tiró tantas gambetas y tantos caños que Carles Rexach (ex jugador y entrenador del Barcelona), a la media hora de juego disparó: “¡Pues tío, fíchenlo ya! ¡Nunca vi nada igual!”.

Lo que sigue es historia conocida. Hoy Leo (escaso metro sesenta y siete, livianos 67 kilogramos) tiene un contrato que lo vincula con el Barcelona hasta el año 2014, y una cláusula de rescisión de 150 millones de euros. Además, según la consultora de marketing alemana BBDO, Messi es el quinto futbolista más valioso, detrás de Ronaldinho, David Beckham, Wayne Rooney y Samuel Eto’o. Es por ello que empresas como Adidas, A-Style, M Mirage, Gatorade, Lady Stork, Garbarino, Movistar, Pepsi y Mastercard, entre otras, decidieron ser, por varios años, sus sponsors personales. Además, hace poco que lanzó su propia línea de relojes, y según un estudio de mercado hecho por el diario El Periódico –el favorito de los hinchas blaugranas– el 60 por ciento de las remeras del Barcelona que se venden llevan inscripto el nombre del Pulga en la espalda. Y hace una semana recibió el trofeo Bravo como mejor jugador Sub 21 de Europa en la temporada 2006-2007.

Sin embargo, da la sensación de que Leo no ha cambiado nada. Cuando viene al país para una convocatoria con la Selección, su hermano Matías lo va a buscar a Ezeiza y al predio de la AFA en un VW Gol modelo 2002. Ni la fama ni los millones modificaron su conducta, y siempre está acompañado por familiares y amigos de toda la vida. De “amigos del campeón”, ni noticias.

–¿Cómo es eso de ser ídolo a los 20?
–Aunque suene raro, no me siento ídolo. Tuve la suerte de que en un momento de mi vida me tocó una varita mágica y pude llegar a la Primera del Barcelona y a la Selección. Y por el estilo que tengo, muchos se identifican con mi juego. Pero para ser ídolo en España tengo que ganar muchas ligas con el Barça. Y para ser ídolo en mi país, un Mundial con la celeste y blanca.

Los sábados a la noche, los chicos de tu edad están pensando en salir a bailar. Vos en cambio tenés que estar concentrado. ¿A veces no pensás: ‘Me encantaría, sólo por una vez, ser un desconocido y poder salir con mis amigos’?
–No, la verdad es que estoy muy agradecido por la vida que me tocó. Sé que para eso voy a tener tiempo. Soy un privilegiado, porque también son muchos los chicos que se matan para llegar a la Primera de un equipo y no todos tienen la misma posibilidad o la misma suerte que yo. Por eso, cuando vienen chicos de mi edad y me piden un autógrafo, me siento orgulloso.

–¿No te cansa tanto pedido de fotos o de autógrafos? Minutos antes de esta entrevista tuviste que firmar como cien.
–No, me gusta firmar autógrafos, sobre todo a los niños. Hay mucha gente que se pasa horas esperándote para sacarse una foto o para que le firmes una camiseta, y lo mínimo que puedo hacer es atenderlos como se merecen. Después de todo, los jugadores existimos porque hay hinchas que nos siguen; ésa es la verdad.

–Suena lindo lo que decís... ¿Pero no creés que en algún momento todo eso te va a saturar?
–Ojalá que no. Con Jorge, mi papá, hablamos mucho de todo eso, y trabajo para ser siempre el mismo. Quiero tener los pies en el suelo y no olvidarme jamás de mis raíces. Para poder llegar aquí también tuve que vivir cosas muy duras, tanto yo como mi familia.

–Muchos dicen que sos el mejor jugador del mundo. ¿Sentís eso a la hora de entrar a la cancha?
–No, no… (risa tímida). Creo que todavía me falta mucho. Es un orgullo y un honor que digan tantas cosas lindas de mí, pero cuando entro a una cancha sólo trato de jugar bien todos los partidos y ayudar al equipo. Pero no soy el mejor del mundo: aún tengo mucho para mejorar.

–¿Qué, por ejemplo?
–Me gustaría marcar más goles. Antes, necesitaba muchas ocasiones para hacer un gol, algo raro, porque en las inferiores metía, y muchos.

–Bueno, pero también este año (el 18 de abril, frente al Levante), hiciste uno de los goles más lindos que se vieron en una cancha de fútbol. Tanto que hasta lo compararon con el que Diego les hizo a los ingleses en el Mundial del ’86.
–¿Estuvo bueno, no? Fue lindo hacer un gol así, aunque no sé si lo volveré a repetir algún día. Pero es algo que todavía disfruto y de lo que no me voy a olvidar nunca en mi vida.

–¿Estás de novio?
–No. Por ahora me quiero concentrar de lleno en mi profesión, y para un jugador de fútbol que se la pasa viajando y concentrado es muy difícil tener una relación formal. Pero no me desespero: todo llega en la vida.

–¿Alguna vez te pusiste a pensar qué habría sido de tu vida si no hubieses llegado a ser jugador de fútbol?
–Siempre pensé en jugar y luché mucho para conseguirlo. No me imagino haciendo otra cosa. Me hubiese tenido que ganar la vida haciendo no sé qué, porque después de jugar al fútbol, lo que más me gusta es dormir y no creo que nadie me pagaría por eso (carcajadas).

–¿Con qué cosas soñás íntimamente?
–Profesionalmente, con llegar a ganar muchos títulos con el Barcelona y la Copa del Mundo con la Selección. Eso sería tocar el cielo con las manos.

–¿Y fuera de la cancha? ¿Soñas con casarte, tener hijos?
–Seguro, como todas las personas. Soy un tipo muy familiero y me encantaría el día de mañana formar mi propia familia.

–¿Y cómo tiene que ser la mujer ideal de Lionel Messi?
–No tengo un prototipo de mujer definido. No es que digo: tiene que ser rubia, morocha, o pelirroja. Me encantaría una mujer que me quiera y que sea sencilla como yo. No voy a buscar nada complicado. El 16 de diciembre se cumplirán cuatro años de su debut en el Barcelona. Es la gran esperanza argentina para Sudáfrica 2010.

El 16 de diciembre se cumplirán cuatro años de su debut en el Barcelona. Es la gran esperanza argentina para Sudáfrica 2010.

“<i>Aunque suene raro, no me siento un ídolo. Tuve la suerte de que en un momento de mi vida me tocó una varita mágica y pude llegar. Y, por el estilo que tengo, muchos se identifican con mi juego</i>”.

Aunque suene raro, no me siento un ídolo. Tuve la suerte de que en un momento de mi vida me tocó una varita mágica y pude llegar. Y, por el estilo que tengo, muchos se identifican con mi juego”.

Los que comparten vestuario con Messi aseguran que la misma humildad que muestra afuera de la cancha, la tiene dentro del campo y en el vestuario. Por eso, cuando convierte un gol en la Selección o en el Barcelona, sus cotizadísimos compañeros corren a abrazarlo.

Los que comparten vestuario con Messi aseguran que la misma humildad que muestra afuera de la cancha, la tiene dentro del campo y en el vestuario. Por eso, cuando convierte un gol en la Selección o en el Barcelona, sus cotizadísimos compañeros corren a abrazarlo.

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