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¿Quién mueve los hilos?

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Nelson Castro
El gobierno lo ejerce el matrimonio Kirchner, los dos...
El periodista analiza el aspecto político de los primeros tres meses de Cristina de Kirchner.

–¿Qué aciertos y qué traspiés notó en este primer tramo del actual gobierno?
–La presidencia de Cristina tiene un problema fundamental: no es un nuevo gobierno, es la continuidad del anterior. Eso marca a los primeros 100 días. El primer problema que enfrentó Cristina es ubicar su rol. Está claro que aquí, el gobierno es ejercido por el matrimonio Kirchner. Por los dos. Y eso le quita a ella el período de cien días de gracia. En este contexto, los aciertos de gestión han sido muy pocos. Así, la Presidenta está empecinada en dar un mensaje de modernidad que nadie niega, pero que está fuera de contexto. Porque no hay modernidad en cosas que la ciudadanía necesita para su diario vivir. Por ejemplo, el plan de ahorro energético, que desde lo enunciativo ha sido correcto, desde lo concreto ha sido paupérrimo. Si vemos el plano internacional, comenzó con una gruesa gaffe, como es el tema de la valija de Antonini Wilson, que generó su disputa con el gobierno de los Estados Unidos, en donde hubo una sobreactuación producto de una mala evaluación. Eso le complicó el marco de las relaciones internacionales. Yo no le veo cosas extraordinarias a la Presidenta, que tiene un discurso profesoral, principista, con algunos conceptos atractivos, pero sin ningún tipo de concreción evidente. Cristina habló varias veces de la calidad institucional, y sin embargo el Gobierno sigue manejándose con parámetros como súper poderes, lo que marca un escaso apego a la calidad institucional. En el discurso en el Congreso, impecablemente dicho, la Presidenta se encargó de marcar errores ajenos sin asumir ninguno propio. Algo típico de este gobierno. Su gestión, además, tiene los mismos “métodos Guillermo Moreno” que la de Kirchner, y por supuesto sigue montado sobre un crecimiento económico espectacular, a base de devaluación y retenciones, pero no han generado ningún efecto mejorador de la vida diaria de los argentinos.

–¿Cuál es el rol de Néstor Kirchner?
–El de gobernar. Los K son un matrimonio político. Los que llegan a ver a Kirchner a Puerto Madero no van sólo a discutir la interna del justicialismo.

–¿Cómo hay que leer la presencia de Cristina en el acto por los veinte años de Hugo Moyano al frente del gremio de los camioneros?
–Moyano jugó un rol muy importante para arreglar la paritaria en el 20 por ciento, que para el Gobierno es un buen número, pero que al mismo tiempo marca el disparate del INDEC, que dice que la inflación es sólo del 10. Por lo tanto, con Moyano hay favores mutuos.

Rosendo Fraga
La política exterior mostró más desprolijidad
El director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría explica cómo actúa la Presidenta frente a las relaciones internacionales.

Cristina de Kirchner no iba a cambiar la política exterior de su predecesor, cuyo objetivo era que la Argentina se ubique en un punto intermedio oscilante entre Brasil y Venezuela, siempre evitando un alineamiento definido. Y precisamente fue lo que hizo cuando a la semana siguiente de recibir a Lula en Buenos Aires, visitó Caracas, reuniéndose con Chávez. Pero aun manteniendo la misma política exterior, se podía esperar que la Presidenta cambiara el estilo diplomático un tanto áspero de Kirchner en su relación con el mundo y que su ejecución fuera más ordenada.

El ex Presidente se caracterizó en su estilo diplomático por no recibir las cartas credenciales de los nuevos embajadores. Se trata de una ceremonia que no elude ningún jefe de Estado del mundo. Cristina, al igual que su marido, delega esta función en el vicepresidente, y eventualmente en el canciller. En cuanto a la ejecución de la política exterior, por impericia o circunstancias, mostró más desprolijidad. Comenzó escalando una crisis no querida con los Estados Unidos, siguió otra con el Vaticano por la propuesta de un embajador no casado por la Iglesia y la crítica pública al presidente de Guinea Ecuatorial. El anuncio de la canciller alemana Angela Merkel de que en abril visita la región, pasando por Brasil, México, Colombia y Perú, sin tocar la Argentina, y la gira sudamericana de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, por Brasil y Chile, evitando nuestro país, mostraron que las cosas no han cambiado respecto a Kirchner, ya que en 2007 los presidentes de los Estados Unidos, Alemania e Italia y el primer ministro de Canadá evitaron Buenos Aires al visitar Sudamérica.

A ello se agregan la causa judicial por los autos de los diplomáticos extranjeros y la renuncia del vicecanciller, hechos que terminaron de confirmar que la política exterior no ha sido el punto fuerte del nuevo gobierno. Desde el oficialismo se argumenta que la Presidenta jugó un rol importante en la solución de la crisis que enfrentó a Colombia, Venezuela y Ecuador, y que su discurso en la Cumbre del Grupo Río tuvo una gran repercusión.

­­Puede ser. Y cabe la posibilidad de que tras un inicio desordenado, la política exterior argentina se reordene. Pero hasta ahora eso no ha ocurrido. ­­

Carlos Melconian
En lo económico, exuberancia y precariedad

El director de M&S Consultores describe las dos sensaciones que hoy viven los argentinos: que hay bonanza económica, pero que “la fiesta” no está edificada sobre bases firmes.

A cien días de la asunción de Cristina Fernández, en lo económico la gente se mueve de la mano de dos sensaciones encontradas: exuberancia y precariedad. Este clima está instalado en la calle desde hace tiempo, pero en los últimos meses se profundizó. ¿De qué se trata?

Por un lado hay plata en la calle, récord de crédito para consumo, más empleo –aunque mucho informal–, se venden autos, electrodomésticos, computadoras y celulares, los shoppings facturan, el mercado inmobiliario tiene precios superiores en muchos casos a la época del 1 a 1, cada fin de semana largo se agotan los pasajes. Las reservas en el Banco Central llegaron a 50 mil millones de dólares. El Estado recauda 100 mil millones por año y gasta 90 mil millones: el doble que hace diez años, en dólares (¡!), y seis veces más que De la Rúa, en pesos. En síntesis, vuela el gasto, la liquidez y acompaña el consumo.

Sin embargo, aun en este entorno hay también otra sensación. La gente percibe que la fiesta no está edificada sobre bases firmes; que es precaria, frágil. Hay inquietud acerca de cuánto podrá estirarse esta “bonanza”. Y por supuesto no es una percepción caprichosa, no surge porque sí; está basada en cosas de todos los días.
Lo más visible para el común de la gente, que ya no se puede tapar, es el avance de la tasa de inflación “real”. Ya se notan parches, no controles transitorios, para calmar expectativas. Carne, leche y trigo son los emblemáticos. También está el combustible. Algunas góndolas de los supermercados están menos provistas, inquieta que se prolongue tanto el congelamiento de tarifas públicas por miedo al “cómo se sale”, a que pueda faltar gas en invierno y electricidad en verano. Que después no pase no es un golazo. Se teme igual. En plena exuberancia consumista, entonces, está la sensación de precariedad.

Después de las elecciones de octubre, el programa económico se encaminaba inexorablemente a una corrección fiscal y monetaria, porque el Gobierno había cebado demasiado el consumo en 2006 y 2007. El “nuevo” gobierno era candidato a pasar el primer año realizando ajustes y pagando costos.

El milagro de la soja salvó el ajuste. En menos de seis meses, el precio internacional del complejo soja pasó de 350 dólares en octubre de 2007 a más de 500 en febrero/marzo, más del doble del promedio histórico. Esta escalada significa un envión fenomenal para la economía: 10 mil millones más de divisas de exportación y 20 mil millones de pesos más de recaudación por pago de retenciones.

El Gobierno se sacó el “Loto-soja”. Semejante catarata de divisas, que acelera la rueda de la emisión monetaria, y semejante aluvión de recaudación de impuestos, que le permite al Estado seguir gastando mucho, tiene como prioridad estirar la fiesta de consumo todo lo que se pueda. No arregla la trepada de la inflación y dificulta aún más mantener un tipo de cambio competitivo para el sector manufacturero. Pero le permite al Gobierno ganar tiempo y retardar cualquier corrección. Claramente el “Loto-soja”, mientras se mantenga, hace más fluido el mercado cambiario, financia la política monetaria expansiva, hace indoloro el ajuste fiscal y permite el “siga-siga” de la política económica. No evita los desafíos endógenos, sobre todo la tensión salarios-inflación-competitividad, pero le da oxígeno.

Cristina Fernández no arrancó en los primeros cien días ni con la inestabilidad política de Alfonsín, ni con la inestabilidad macroeconómica de Menem, ni con el mundo hostil de De la Rúa ni con los “cacerolazos” de Duhalde ni con la ingobernabilidad que le había tocado al propio Kirchner. Le tocó salir a la cancha con nubarrones desafiantes, pero los mejores precios internacionales de la historia le están ayudando a sacar las castañas del fuego. El tiempo dirá si aprovecha esta suerte para encarar las correcciones macro con más tranquilidad o, si por el contrario, queda presa de un programa que se ha hecho “sojaadicto”.

Cristina, divertida el 19 de diciembre de 2007. A nueve días de su asunción, posaba con marionetas en su visita a la Universidad de San Martín.

Cristina, divertida el 19 de diciembre de 2007. A nueve días de su asunción, posaba con marionetas en su visita a la Universidad de San Martín.

Para el diario británico The Guardian, Cristina está en el top ten de los líderes más producidos del mundo.

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