Mientras la peinan para hacer las fotos de su nuevo programa, Buenos días, Argentina, un magazine donde habrá, además de información –su fuerte–, moda, música, chimentos y cocina, Paula (35) organiza el almuerzo de su hijo Joaquín (de un año y que se anima a dar sus primeros pasos), habla por su celular y saluda a amigos. La ahora ex conductora del noticiero de Telefé está más movilizada que nunca. Se emociona cuando habla de la despedida que le hicieron sus compañeros, le brilla la mirada cuando el tema es su marido, el economista Sebastián Loketek, y se le agrandan los ojos al describir cómo serán sus días, de lunes a viernes, de 9 a 12 del mediodía.
–¿Ansiosa con el cambio?
–Por supuesto que sí, aunque trato de tranquilizarme un poco. Es algo nuevo y no saber me inquieta bastante. Hoy no paré de llorar porque mis compañeros del noticiero (Jorge Jacobson, Darío Villarruel, Omar Fajardo y el resto del equipo) me hicieron una despedida lindísima.
La periodista de ojos azules se vuelve a emocionar, casi hasta las lágrimas. Dice que los va extrañar, que son casi su familia.
–¿Por qué decidió cambiar?
–Necesito mucha adrenalina todo el día. El noticiero siempre es vertiginoso, pero yo ya llevaba siete años en la conducción y otros siete más como cronista, y movilera. Imaginate, catorce años, toda una vida. El noticiero del mediodía de Telefé es un clásico y haber sido la cara de eso fue espectacular. Estoy más que feliz de haber sido parte de él. Pero surgió este nuevo desafío y tengo ganas de intentarlo.
–¿Me cuenta un poco de qué va a tratar?
–Voy a ser la compañía de las mujeres a la mañana. Vamos a comentar las noticias; Nelson, de Operación Triunfo, va a tener su espacio musical, y se van a ir generando cosas, día a día. Son tres horas, así que va a ser intenso.
–Las mañanas se transformaron en un horario codiciado. De hecho, Jorge Guinzburg también debuta en Canal 13 y a la misma hora. ¿Qué les pasó a todos que les vino la ansiedad matinal?
–Es que los directivos de los canales se dieron cuenta de que la gente mira mucha tele a esa hora. Primero fue Víctor Hugo con Desayuno; luego se sumó Canal 9, y ahora seguimos nosotros dos.
–Es una buena profesional, una buena madre, ¿y en la pareja? Me decía que su marido está en Nueva York. Eso es bueno, así lo extraña...
–No, no, no es bueno porque yo lo extraño acá también. Lo espero a la noche con muchas ganas. Sebastián es un workaholic. Trabaja muchísimo, es economista. Estamos hace siete años juntos. Por ahí había gente que no me daba crédito como madre, con la vida que llevaba antes, tan organizada. Pero, la verdad, es que todo me fue fácil. A Joaquín me lo cargué desde el primer día y es un chico súper sociable, no tiene problemas por estar en ningún lado, lo llevo casi siempre conmigo. Estoy haciendo prácticamente la misma vida que hacía antes. Ser madre no fue una carga. Tal vez porque Joaquín se adaptó bien a todo el agite al que lo sometí de movida.
–¿Y cómo se las arregla con todo?
–Estoy acostumbrada desde chica. Es una filosofía de vida. A veces las cosas se complican, pero tal vez sea por mi culpa, por ser tan omnipotente y creer que todo lo puedo. La gente me ve así y se imagina que puedo todo. De más está decir que nunca me preguntan si necesito ayuda.
–¿Y su marido, pregunta?
–Noooo, mi marido nada que ver...
–Le tira todo el fardo a usted.
–Es que él tiene su propio fardo. Lo que pasa es que no sé ser de otra manera. Si no tengo la ocupación, me la invento. Cuando no es la obligación del trabajo, hago deporte, o me pongo a estudiar algo. De hecho, estoy jugando al tenis dos veces por semana y estoy compitiendo en el torneo intercountries en Escobar. Es que el gimnasio me aburre. Necesito tener una excusa para cuidar mi cuerpo.
–¿Le inquieta pasar de ser una periodista “seria” de noticiero, a una conductora graciosa?
–Un poco. Además, voy a estar más expuesta. En el noticiero está todo muy cuidado. Estaba quietita, sentada. Ahora voy a estar más expuesta a equivocarme, a que me critiquen. Cuando estaba en el noticiero, era incompatible hacer un montón de cosas, que ahora, en esta nueva etapa voy a poder hacer. Sí, me voy a dar algunos gustos. No soy una persona limitada...
–Usted es una periodista atípica, no es la chica durita frente a cámara. Y no tiene pudor de mostrar que es una mujer linda.
–Es que antes que nada yo soy una mujer. En la Argentina hay un prejuicio establecido: las periodistas tienen que estar disfrazadas de tailleur, y deben permanecer serias todo el tiempo. Si no, no sos creíble. Yo pienso que una persona es más creíble cuando más auténtica es. Siempre tuve esa filosofía y la sostuve a muerte. Me ha costado algún cambio de palabras con jefes o gerentes, pero también los entiendo porque hay una parte de la sociedad que es medio pacata con ese tema. Puedo ser una excelente profesional y, además, una mamá sexy. Una es una figura pública, y si te mostrás, ¿cuál es el problema? Son todas las facetas de mi vida. Tal vez eso haya ayudado a mi cambio. En verdad, me sentía un poco limitada. Es esa incompatibilidad de la que descreo.
–¿Y puede llegar a volver al noticiero?
–Siempre se puede volver al primer amor...
Y Paula sonríe, y se le ilumina la cara. Se para, ansiosa, para ver si Joaquín comió y si está a gusto. Se acomoda los rulos, se pone ante la cámara, y organiza sus obligaciones para que nada escape de su control.
Paula Trapani es periodista, cuida a su hijo Joaquín y juega al tenis dos veces por semana para mantenerse en forma. Y nunca, asegura, pierde la calma.
Paula y Joaquín, quien cumplió un año hace una semana. El bebé está dando sus primeros pasos, por lo que su mamá ha intensificado su vigilancia.
