«Pronto vamos a pagar la deuda que tenemos con la Davis» – GENTE Online
 

"Pronto vamos a pagar la deuda que tenemos con la Davis"

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Esas lágrimas que recorrieron su cara mientras salía de la
cancha se transformaron en un llanto desconsolado cuando Gastón entró
al vestuario, tiró su raquetero rojo en el piso y se desplomó
en uno de los bancos de madera. Los testigos: el resto del plantel, el capitán
y parte del cuerpo técnico. Shockeados por el 3-2 adverso y por la
conmovedora escena, formaron una especie de racimo humano y lloraron con él
durante cinco minutos.

A 13 mil kilómetros de distancia de ese vestuario de Málaga,
en Unquillo, provincia de Córdoba, David Nalbandian también
tiene sus ojos vidriados, un nudo en la garganta y una pelota en el estómago
que le impedirá disfrutar del almuerzo del domingo. Después
de tomarse el último mate amargo, frío y lavado, pero que servirá
para descomprimir un poco la angustia, mira la férula que le cubre
la muñeca izquierda y mueve la cabeza hacia los costados. En silencio
y para adentro, maldice la lesión que lo dejó fuera de las semifinales
ante España y piensa que tal vez, hubiera sido él quien hubiera
estado pisando el polvo de ladrillo del Palacio José María Martín
Carpena, defendiendo el último punto de la serie. Pero el destino,
la mala suerte y las lesiones hicieron que uno de sus mejores jugadores, el
que hoy ocupa el octavo puesto en el ranking mundial, lo tenga que ver junto
a su familia y en el living de su casa.

Allí, eufórico por momentos y con una sensación amarga
en el final, compartió con GENTE la intimidad de una serie que rozó
la hazaña pero que, tras la última bola, le dio a la Armada
española el pasaporte a la final de la Copa Davis.

RAQUETAZO INICIAL. Son las 6:30 de la mañana del viernes, y el retraso
en el inicio del partido lo pone un poco impaciente. Aunque las cábalas
son siempre las mismas –mirarlo junto a su familia y no cambiarse de
lugar en la silla–, la floja actuación de Gastón Gaudio
ante Juan Carlos Ferrero modifica todo lo planeado. Después de tomar
un té con limón y comer cuatro tostadas con mermelada de frutilla,
vuelve a su habitación y desde su cama observa el segundo partido:
Mariano Zabaleta vs. Carlos Moyà. Nervioso, habla por celular, cambia
de canal en las propagandas, vuelve al comedor y se queda atornillado hasta
que el español consigue el segundo punto ante un Zabaleta que no puede
con su alma: “Es increíble. Justo en su mejor momento a Mariano
le agarraron los calambres. Pero que estos no se crean que la serie está
definida… Hasta que las matemáticas digan lo contrario, vamos
a pelear”
, vaticina David.

Sus palabras tuvieron bastante de premonición. Primero con el triunfo
de Agustín Calleri y Lucas Arnold en el doble del sábado, y
después, el gran batacazo del domingo: la victoria del chico de Río
Cuarto que encendió la esperanza de pasar a la final tras destrozar
nada menos que a Juan Carlos Ferrero, número uno del mundo. “¡Vamos,
Gordo, carajo!”
, se desahoga David. Y mientras se abraza con Darío,
uno de sus hermanos, le recuerda: “Te dije que este tipo es un monstruo.
Le tenía una fe ciega”
.

Sin embargo, esa luz de esperanza se apagó rápidamente. Carlos
Moyà tiró todo su tenis ante un Gaudio desdibujado, se quedó
con el último punto y dejó al quinteto nacional con las manos
vacías. Lejos de descargar su bronca por un momento tan duro, David
arranca la charla postpartido con un “a pesar de todo lo que se dijo
en la semana, estos pibes estuvieron muy cerca de conseguir la hazaña.
Se habló de que no tenían chance, de que el equipo estaba muerto
y sin embargo, arañaron la gloria. Si Gastón se hubiera podido
encontrar consigo mismo o si Mariano no se hubiera lesionado, hoy estaríamos
pensando en cómo le tendríamos que jugar a Australia”
.

–Siempre se dice que se sufre mucho más desde afuera...
–Seguro, imaginate cómo me siento. No te olvides de que somos
varios los jugadores que a lo largo de todo el año le vamos dando forma
a este sueño que hubiera sido ganar por primera vez la Copa Davis.
Para muchos de nosotros ya es una especie de obsesión y no vemos la
hora de poder levantar la ensaladera.

A pesar de que es domingo, Nalbandian se prepara para otra sesión de
kinesiología. Dice que todavía “no sabe si va a llegar
a recuperarse para el Masters que se juega en noviembre en Houston”

y a fin de evitar tantas lesiones, ya está diagramando junto a su manager,
Rafael Groppo –quien la semana anterior había dicho que la idea
era que David no juegue tantos partidos–, su año calendario para
el 2004. Sin embargo, su cabeza sigue en lo que pasó en España
y antes de despedirnos, sin que nadie le pregunte nada sentencia: “No
sé cuándo, pero siento que vamos a ser nosotros los que ganemos
la final. Es una deuda pendiente que la tenemos atragantada todos los que
integramos este equipo. Y te juro que muy pronto la vamos a saldar”.

por Sergio Oviedo
fotos: Gabriel OrgeoEstuvo a punto de subirse a un avión y viajar hasta España para estar cerca del equipo, pero las sesiones de kinesiología se lo impidieron y se tuvo que comer las uñas junto a su familia en su casa de Córdoba.

Estuvo a punto de subirse a un avión y viajar hasta España para estar cerca del equipo, pero las sesiones de kinesiología se lo impidieron y se tuvo que comer las uñas junto a su familia en su casa de Córdoba.

Los primeros sets los vio en su cama, después pasó al comedor mientras tomaba un té de entrada y seguía con los mates acompañado por su hermano Darío. Al final, posó con el ovejero alemán Duque, su perro preferido.

Los primeros sets los vio en su cama, después pasó al comedor mientras tomaba un té de entrada y seguía con los mates acompañado por su hermano Darío. Al final, posó con el ovejero alemán Duque, su perro preferido.

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