Sofía Herrera: A once años de su misteriosa desaparición – GENTE Online
 

Sofía Herrera: A once años de su misteriosa desaparición

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El sábado 28 de septiembre se cumplió otro aniversario de aquel día en que la niña de cuatro años fue vista por última vez. GENTE viajó a Río Grande a nueve meses de su ausencia.

La última foto de Sofía Herrera, tomada por su
padre media hora antes de su desaparición el 28 de septiembre de 2008.

A nueves meses de la desaparición de la nena de 4 años, GENTE viajó a Río Grande para acompañar a sus padres, María Elena y Fabián Herrera, en su búsqueda desesperada. Un triste Día del Padre, sin festejo y con mucho dolor. Todos los detalles de la investigación, que aún no pudo obtener un solo rastro certero. El misterio de un caso que sigue conmoviendo a todo el país.

Fabián sostiene un retrato de Sofía, mientras Giuliana, su hermanita en ese entonces de cinco meses, está en brazos de su mamá, María Elena. La Virgen de Itatí fue el consuelo para la familia en esas tristes horas.

Caían copos de nieve sobre Río Grande. Nieve bien espesa. El viento castigaba fuerte en el primer día del invierno. En la calle, las plazas y veredas, los chicos aprovechaban para formar bolas y declararse la guerra, hacer muñecos, resbalarse, caerse y volver a levantarse. “A Sofi le encanta la nieve”, se escuchó en la cocina de una amable casita del Barrio Textil. Así, en presente. Al lado, está el comedor, una ampliación que María Elena Delgado (49) y Fabián Herrera (54) hicieron para que su hija, que había cumplido 4 años el 30 de diciembre anterior, tuviera más lugar para jugar. Pero Sofía desapareció. “Es terrible levantarse y acostarse todos los días pensando dónde estará. Hace nueve meses que vivimos así. Desde que se llevaron a Sofi no volvimos a tener un solo día de alegría”, decía María Elena, que se movía por la casa con la mirada perdida. Fabián caminaba sin destino fijo, preguntaba, buscaba, averiguaba. Sólo Giuliana, la beba que había llegado hacía cinco meses en medio de la tristeza y la desazón, les puede arrancar un atisbo de sonrisa. La desaparición de Sofía, el 28 de septiembre de 2008 en un camping de Río Grande, dejó la casa vacía.

Una de las imágenes de Sofía en tiempos felices.

María Elena y Fabián se conocieron en un boliche de Río Grande, en 1997. Al año siguiente estaban viviendo juntos. Él había llegado desde Córdoba en 1992. Ella inmigró desde Caleta Olivia, Santa Cruz, con la esperanza de encontrar un puesto en alguna de las fábricas que en ese entonces había en la isla. Cinco años y medio tardaron en lograr el embarazo tan deseado. Probaron cuanto tratamiento y método de fertilización tuvieron a su alcance, pero no obtenían resultado. “Había tenido un embarazo ectópico y me tuvieron que cortar una trompa. Después tuve endometriosis. Los médicos me dijeron que no iba a poder tener hijos, así que empezamos a pensar en adoptar. Y de golpe, quedé embarazada. No lo podíamos creer…”, contaba María Elena. El 30 de diciembre de 2004, en la Clínica Cemep, nació Sofía por cesárea. La cama de Sofía estaba pegada a la de María Elena y Fabián.“Es muy apegada a nosotros. No quiere dormir en otro lado. Siempre durmió al lado nuestro”, dicen. La nueva habitación que habían destinado a su hija estaba vacía. “Cuando vuelva Sofi la vamos a estrenar”, decía su mamá.

Sus compañeros del jardín le hicieron este regalo.

El 28 de septiembre de 2008 amaneció con un sol radiante. Los Herrera planificaron pasar un día en el campo, como solían hacer desde hacía años, con su amigo Silvio Giménez y su esposa, Paloma. Levantaron a Sofía mucho más temprano de lo habitual (le gustaba dormir hasta tarde) y salieron en su auto hacia la Ruta 3, que une Río Grande con Tolhuin y Ushuaia. Esperaron a Silvio y Paloma en una estación de servicio. Como se demoraban, Fabián aprovechó para sacarle fotos a Sofía. Los Giménez llegaron pasadas las 10.30 con sus hijos, Shirley (3 en ese entonces) y Edgar (tenía 10), y el hermano de Paloma, Néstor (tenía 7). Se pusieron de acuerdo y manejaron hasta el camping John Goodall, a 60 kilómetros de la ciudad. Pasadas las 11.15, entraron los autos y estacionaron. En el camping, ubicado al costado de la ruta en una pequeña elevación, no vieron a nadie. Fabián y Silvio se bajaron y empezaron a buscar un lugar para el fogón. María Elena y Paloma se quedaron conversando en el auto. Todos los chicos siguieron a los hombres. Unos quince minutos más tarde volvieron por las mujeres. “¿Sofi está con vos?”, le preguntó Fabián a su mujer. “No, salió atrás tuyo, Fabi”, le contestó ella. Así comenzaron a buscar a Sofía. Anduvieron entre los árboles, sin demasiadas hojas a esa altura del año, recorrieron los alrededores, pero no la encontraron. Desesperados, llamaron a la policía, que llegó al lugar a las 14.30. Patrullaron durante toda la jornada y, a la tardecita, dieron aviso a Gendarmería para que vigilara la frontera con Chile, ubicada a una hora y media de Río Grande. Al día siguiente Néstor, el hermano de Paloma, dio la clave. “El nene contó que había visto a un hombre que la había levantado a Sofía, le había tapado la boca y se la había llevado en un auto VW Gol gris”, dice Fabián. Al parecer, alguien la había sacado del camping por el alambrado perimetral, bajado el barranco y cargado en un automóvil. Todo en quince minutos. A partir de entonces, las autoridades dejaron de buscar a una nena perdida para investigar un secuestro. Y empezó el calvario de los Herrera.

La cama de Sofía, junto a la de sus padres, está intacta, como sus juguetes.

“Los perros que hicieron el rastrillaje hicieron siempre ese mismo recorrido: entraron al camping, agarraron un camino y terminaron en el alambrado”, le explicó a GENTE Luis Amarfil, secretario en ese entonces del Juzgado de Instrucción Número 1, en el que tramitó la causa. A partir de entonces la Justicia trabajó, viajaron investigadores desde Buenos Aires, expertos de la Policía Federal, de la DDI de San Isidro, de la Policía chilena y del FBI. Se hicieron allanamientos en todas las estancias de Río Grande, se hurgó en los espejos de agua y las corrientes marinas, pero no pudieron dar con ningún dato. La nena desapareció y no hay ningún elemento. Esa es la verdad. No sé si estoy frente a un secuestro, un homicidio o qué cosa”, admitía Francisco Ibarra Rodríguez, abogado de la familia de Sofía, que se constituyó en querellante de la causa. “Cada línea de investigación es una esperanza. Nosotros buscamos una nena viva, enfatizó Amarfil.

Una foto con su madre, entonces embarazada, tomada tres días antes de la desaparición.

Desde aquel 30 de septiembre, la Justicia barajó todas las hipótesis posibles. Fuentes con acceso al expediente le confirmaron a GENTE que hasta los padres de la nena y el matrimonio amigo fueron investigados. “Los dieron vuelta a todos para todos lados. Pero no hay nada”, dicen. Pero algo se quebró en Río Grande. De las multitudinarias marchas que reclamaban por la aparición de Sofía sólo quedan algunos pocos que acompañan. “A la semana empezaron las habladurías. De nosotros dijeron de todo, y eso nos quitó el apoyo de la gente”, contaba María Elena. Con Paloma y Silvio la relación se enfrió y, después de 14 años de conocerse, dejaron de frecuentarse. Paloma recuerda con los ojos llenos de lágrimas: “Nunca pensamos mal de ellos ni ellos, mal de nosotros. Pero nos empezamos a sentir mal con los desconfiaba de nosotros... y esto fue algo muy terrible, nos da mucha tristeza. Ellos tienen una desesperación terrible. Fabián no quiso irse del camping por una semana, estaba ahí metido y no se movía. Sentía que estaba abandonando a Sofi”

La entrada del camping Goodhall, donde fue vista por última vez.
El lugar por donde se la habrían llevado, por un alambrado que da a una barranca y a la Ruta 3, frente al mar.

Pasaron cientos de hipótesis y llamadas anónimas. Hemos gastado fortunas en los videntes. Nos llamaron cientos de veces, trajimos gente de todas las provincias. Todo lo que puede servir lo hacemos. Adonde sea, a la hora que sea, yo voy a buscar a quien me digan que me pueda ayudar a encontrar a mi hija. A cualquier parte del mundo”, decía Fabián.

Tres veces por semana, en Río Grande se pedía por su aparición.

Fotos: Archivo Atlántida y álbum familia Herrera.

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