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“Perdimos... por poquito”

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Con Aníbal esto no nos pasaba!” estalló furioso Néstor Kirchner (59) cuando los cómputos oficiales que le acercaban a la habitación 1911 del Hotel Intercontinental daban cuenta de su derrota. Fuera de sí, la emprendió con el reemplazante de Fernández, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, porque los datos eran divulgados por la Junta Nacional Electoral como llegaban desde las mesas, sin elegir cuáles informar primero. Y también con Daniel Filmus, jefe de campaña de Carlos Heller, por la floja performance del banquero, que terminó cuarto en la Capital Federal. Finalmente descargó su bronca de un puñetazo contra la pared. Y entonces hubo que llamar a la emergencia para revisarle la mano, porque casi se rompe los nudillos. La presidenta Cristina de Kirchner (56) lo escuchaba en silencio, perpleja, hasta que se paró y rumbeó para otra habitación. Ella también sufrió una breve indisposición y fue atendida. Oscar Parrilli, el mensajero que iba y venía con las planillas de los votos, se escabullía como podía. El clima era tenso. Un rato antes, Máximo Kirchner, su hijo, le había gritado a Juan Manuel Abal Medina cuando el vicejefe de Gabinete, ante el periodismo, vaticinó que ganarían por más de seis puntos, dato que –sabían en el piso 19– no era cierto. El encuestador oficial, Roberto Tito Bacman, intentaba explicarle al ex presidente los datos favorables de boca de urna: “Nos dan ganadores 35 a 32”. “Bajá y explicalo vos”, explotó Néstor. El encuestador de CEOP lo hizo a las 21 horas, justo cuando se hicieron públicos los primeros números oficiales que indicaban que el Frente para la Victoria iba un punto abajo de Unión Pro. Un papelón. Todo era nerviosismo y nadie lo disimulaba.

En la mañana del domingo 28 las cosas eran distintas. Había confianza. Solo en la residencia (Cristina Fernández y sus hijos, Máximo y Florencia –que votó por primera vez– fueron a las urnas en Río Gallegos), Néstor Kirchner llegó a la escuela Pedro Poveda, de Olivos, a las 9.27, con la campera negra que usa, por cábala, para ir a votar. Nadie lo saludó en la fila de la mesa 44. Al terminar la tarde se supo que en esa urna también había perdido. El segundo en la lista, Daniel Scioli (52), también se levantó temprano. A las siete ya estaba desayunando con su mujer, Karina Rabolini (42), y su hija Lorena. Hizo una hora de cinta mientras escuchaba radio, y partió desde su quinta en La Ñata hacia Dique Luján, donde votó en la mesa 316 de la Escuela Número 6: tuvo que esperar que sufragaran 30 personas. Regresó a su casa, y a las cinco de la tarde llegó a su despacho en La Plata. Igual que a Kirchner, los primeros números lo intranquilizaron. Por eso se encerró junto a su gabinete y no hizo declaraciones. A las ocho llegó al Intercontinental, donde ocupó junto a los suyos el piso 18. Uno más abajo, el 17 (la desgracia, según la quiniela) estaba Carlos Heller, el candidato porteño del FPV.
Llegó la noche y todo continuó igual. Para colmo, los datos del Conurbano bonaerense, con los que Kirchner esperaba revertir la tendencia desfavorable, lejos de tranquilizarlo lo encolerizaban aún más. Sobre todo cuando leía que, por ejemplo, en Ezeiza, Isabel Beatriz Dulce Granados imponía su candidatura a concejala con el 60 por ciento de los votos y él recogía sólo el 49; o que Malena Galmarini, esposa del jefe de Gabinete, Sergio Massa (que también soportó la tempestad kirchnerista), obtenía 11 puntos más que él en Tigre.

“Dice que lo entregaron”, lamentaba un funcionario en el segundo subsuelo del hotel, donde se hacinaba la prensa. Algunos, en cambio, señalan que los trató directamente de “traidores”. En el piso 18, los allegados a Scioli comentaban: “Kirchner se puso violento, acusó a todo el mundo. Y Daniel está mal, principalmente por perder luego de embarcarse en una candidatura que nunca lo convenció. Está pagando un costo altísimo por mantener su lealtad a Néstor”. Y en voz más baja, para que su jefe político no los escuchara, también lamentaban la inclusión de Nacha Guevara en la lista del oficialismo: “No nos aportó ni un voto”. Fueron muchos los que recordaron la primera acción de campaña de la actriz y candidata: viajar a meditar a la Polinesia.

Varias veces durante la noche, Kirchner amagó con bajar a hablar. Primero dijeron que lo haría con el 50 por ciento de las mesas escrutadas, pero su instinto de fighter lo hizo desistir. Como un león enjaulado, hasta último momento hizo sumas, restas y porcentajes buscando aire con una birome y un papel. Finalmente se rindió. Ocho horas después de terminado el comicio, a las dos y nueve minutos de la madrugada, más calmo, reconoció su derrota frente a Francisco De Narváez, aunque intentó minimizarla por todos los medios: “Perdimos por poquito”, fue la frase de la noche. Y agregó: “Hemos luchado con toda dignidad en la provincia de Buenos Aires y estamos muy satisfechos. Ahora vamos a tomar la iniciativa y profundizar la gobernabilidad. Estamos preparados para seguir trabajando, construyendo y administrando la Argentina”. Lo rodeaban el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, el vice provincial, Alberto Balestrini, Massa y Randazzo. Lo cierto es que el santacruceño nunca ganó una elección fuera de su provincia con su nombre en la boleta (y encima, esta vez el Frente para la Victoria hasta allí perdió): en el 2003 fue presidente porque Carlos Menem –vencedor en primera vuelta– desistió de competir en el ballotage. Y ahora, la lista que encabezó perdió en la provincia de Buenos Aires.

La debacle se sintió, sobre todo, en la Cámara de Diputados. De las 127 bancas que tenía el oficialismo, sólo retendrá 96, cuando necesita 129 diputados –sobre el total de 257– para lograr el quórum. Ahora, el Acuerdo Cívico y Social le pisa los talones, con 80 bancas, y detrás está Unión Pro, con 47. En el Senado, el kirchnerismo ponía doce bancas en juego y perdió cuatro. Ahora tendrá 36, y necesitará un voto más para obtener el quórum.

Después de hablar, Kirchner subió a su habitación. Allí había festejado el triunfo de Cristina hace menos de dos años. Esta vez, para conseguir la misma suite presidencial tuvo que enviar a dos de sus colaboradores para convencer a un matrimonio que se casó el 27 de junio y había hecho la reservación para disfrutar su noche de bodas allí. Finalmente, éstos aceptaron cambiar de habitación. Las pantallas de tevé, a esa hora, le devolvían el festejo de Carlos Reutemann, quien había logrado el 42 por ciento de los votos, frente al 40 del socialista Rubén Giustiniani, y los apenas 7 del candidato K del Frente para la Victoria. En los pasillos del hotel, muchos dirigentes, entre sonrisas, pensaban cómo viajar a Santa Fe para felicitarlo. Los K ni querían ver esas imágenes, y se fueron rápidamente del lugar rumbo a Olivos.

El lunes por la mañana, Kirchner convocó a Scioli y a Balestrini. Flanqueado por ambos, grabó un pequeño discurso, donde anunció su “renuncia indeclinable a la presidencia del Partido Justicialista” y contó que le solicitó al gobernador y al vice bonaerenses que continuaran en sus cargos. Scioli tomó la palabra e hizo el anuncio tan postergado: “Me moviliza el sentido del deber, de donde puedo influenciar positivamente. Y sin duda el Ejecutivo provincial es donde más puedo redoblar los esfuerzos. Se pueden corregir cosas, pero nunca dejar de hacer, que es lo que caracteriza a este equipo, a este proyecto”. A su lado, Kirchner tenía la mirada perdida. Estaba demacrado, abatido. Era la fiel imagen de un hombre derrotado.

Kirchner hace fila para votar. Nadie lo saluda. Allí, en la escuela Pedro Poveda de Olivos, sufragó el ex presidente. En su mesa, la 44, perdió. Un mal augurio que después se amplió a todo el territorio bonaerense.

Kirchner hace fila para votar. Nadie lo saluda. Allí, en la escuela Pedro Poveda de Olivos, sufragó el ex presidente. En su mesa, la 44, perdió. Un mal augurio que después se amplió a todo el territorio bonaerense.

Cristina vota en Río Gallegos. Más tarde voló rumbo a Buenos Aires y se encontró con su marido en el hotel Intercontinental.  A las 2.09 de la madrugada, recién ocho horas después del cierre del comicio, Néstor Kirchner reconoció la derrota.

Cristina vota en Río Gallegos. Más tarde voló rumbo a Buenos Aires y se encontró con su marido en el hotel Intercontinental. A las 2.09 de la madrugada, recién ocho horas después del cierre del comicio, Néstor Kirchner reconoció la derrota.

El triste saludo de Kirchner en la noche del domingo 28, tras reconocer la victoria de De Narváez. El lunes 29 se reunió con Scioli y Balestrini y anunció su renuncia a la jefatura del PJ, que recayó en el gobernador bonaerense.

El triste saludo de Kirchner en la noche del domingo 28, tras reconocer la victoria de De Narváez. El lunes 29 se reunió con Scioli y Balestrini y anunció su renuncia a la jefatura del PJ, que recayó en el gobernador bonaerense.

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