Se calzó el kimono y su cinturón negro en Osaka, Japón. 12 de septiembre. Mundial de Judo, combate final. Y ganó, medalla dorada en la categoría de 63 kilos. Ganó. Daniela Krukower -27 años, 1,77 de altura, soltera-, con su temple fiero vuelto encantador en un segundo, cuenta:
"Empecé a los cinco, en River Plate, donde entrenaban mis hermanos, Ariel y Hernán. ¡Y me encantó! No tenía drama. Una vez no me dejaron competir porque les ganaba a todos los chicos". Y de esas peleítas en Nuñez hasta Osaka, el trecho fue largo.
Fue por ippon, el equivalente judo del knock out. Y bien reñido, contra Drulis González, cubana, ex campeona olímpica y mundial. Parecía que era batalla
perdida, pero Krukower sorprendió al mundo en los últimos segundos. Se llevó el
oro, el primero del judo en nuestra historia. Y el año próximo, en Atenas, dará
batalla en las Olimpíadas.
Sus padres, Isaac y Hannah, celebraron el triunfo en Karmiel, en plena Galilea:
"Cuando yo tenía doce años, mi familia se mudó a Israel, tratando de buscar un
futuro mejor. Y me volví, hace dos años, para pelear por mi país". Pelea no le
falta: a sus 18, entró en las filas del ejército israelí. Y cuenta: "Allá es lo
más normal que una chica lo haga. ¡Hasta llegué a sargento!".
Pero, ¿una dama sacudiéndose en el dojo? Cosa extraña en un deporte tan rudo.
Sin embargo, Daniela dice: "El judo me dio seguridad, confianza en mí misma.
Cuando camino por la calle, no me siento indefensa. Hay que enfrentar el temor".
Y remata: "Durante años dejé de practicarlo. Pensaba que el judo no iba con mi
feminidad. Pero me dejé de pavadas y volví. Y hoy, siendo mujer, triunfé en un
deporte de hombres".
Daniela, en su vereda de Florida, Buenos Aires, con su labrador, Volper.
Tras vencer a la cubana Drulis González. Ya era campeona mundial.