Parece un abuelito, pero lideró una banda de secuestradores y asesinos – GENTE Online
 

Parece un abuelito, pero lideró una banda de secuestradores y asesinos

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El mismo lo dijo: "Sí, a veces salgo a pasear por el barrio
". Y sus vecinos

lo rubricaron: "Ahí nomás, a la puertita, a cortar el pasto, a lo sumo hasta el
mercadito, sí, es cierto, lo vimos"
. Desde hacía un año Arquímedes Puccio gozaba
del beneficio de la prisión domiciliaria que el juez de Instrucción Sergio
Delgado le había otorgado por ser mayor de setenta años. En una casa más bien
pobre, sobre la calle Las Azucenas al 1900, en El Talar, General Pacheco, vivía
los días de alguien que ejerció el designio de permitir o no la vida de sus
secuestrados, que un día dio un paso en falso, que la prisión perpetua le llegó
luego de tres hombres que mató y una secuestrada que lo sobrevivió, que desde
entonces viene siendo -cada día un poco más- un inerte anciano de pijama, que
hoy sólo le queda recordarlo todo, olvidarlo todo, perdonarse, dejarse ir.

La sangre derramada. El era él y su clan, su comando, el grupo de subordinados
que ejecutaba su orden y entre los que se contaban dos de sus hijos. En julio de
1982, luego de cobrar los 500.000 dólares por devolverlo con vida, dispararon
tres veces sobre la nuca del empresario Ricardo Manoukián. En mayo de 1983, otro
empresario, Eduardo Aulet, también fue secuestrado, su familia también pagó un
rescate (100.000 dólares), el clan también lo cobró y, por supuesto, volvió a
matar. El calendario establecía un gran golpe por año, pero el de 1984 salió
mal: repitieron táctica y estrategia, pero Emilio Naum se resistió y debieron
apurar el final que, de todas formas, se hubiera producido. Lo mataron ese mismo
22 de junio. En agosto de 1985, mientras el clan esperaba los 500.000 dólares
que la familia de Nélida Bollini de Prado pagaría, Nélida Bollini de Prado
esperaba encadenada el tiro del final. No llegó porque antes llegó la policía,
que irrumpió en el sótano de Martín y Omar y 25 de Mayo, San Isidro -la
residencia de la familia Puccio-, y la liberó. Iban treinta y dos días de
cautiverio. El día treinta y tres se convirtió en el primero del clan en
prisión.

El archivo lo muestra pertinaz, obcecado en su inocencia improbable: en las
viejas fotos de las viejas notas se ve un hombre grueso, la boca apretada y
tensa, pequeña, las cejas negras ennegreciendo más el negro de los ojos. Las
fotos de la semana pasada son, en cambio, de otro hombre: viejo y blando, lento,
dejándose llevar ya sin proclamas, el otro hombre que es el mismo. Los años se
lo llevaron por delante, aunque Puccio nunca dejó salir de su boca -menos
apretada, menos tensa, igual de pequeña- nada parecido a una disculpa, mucho
menos una confesión. Dijo que todo había sido una cama: las manchas de sangre en
su casa, el cuerpo de Aulet enterrado, la mismísima Nélida Bollini encadenada en
el sótano de su casa, una cama. "Soy un preso político", llegó a vociferar. Pero Puccio ya no vocifera.

Viejo barrio. Mario lleva ladrillos en una carretilla y los descarga al otro
lado de la pared. Construye, Mario, su propia casa justo al lado de la casa que
Arquímides habitaba, en Las Azucenas 1926, barrio La Paloma, El Talar, General
Pacheco, hasta hace unos días. Mario es morocho, veintitantos, pelo corto y
huidizo. Habla bajo, para adentro y no esconde sus cicatrices: diez puntos que
le corren de la boca del estómago hasta el nacimiento de la pelvis y dos
puntazos en el lado izquierdo: "El viejo no jodía a nadie. Sí, claro que salía,
acá nomás, a cortar el pasto, a la veredita, pero nunca se metió con nadie.
Tranquilo, el viejo. Para mí que boqueó el sucio, boqueó y cayó la yuta"
, dice
Mario. José, al otro lado de la cuadra, sobre la misma vereda, se ganó el apodo
pero no lo sabe. Es mecánico, José, y desde que llegamos está atornillando y
desatornillando un Zanellita 50 que no quiere arrancar si es que alguna vez
arrancó. "Y… el tipo estaba solo todo el día, tenía que ir hasta el mercado a
comprarse sus cosas. Yo lo saludaba como saludo a todos los vecinos:
'Hola, cómo
le va, chau, hasta luego', eso nomás", dice José, grasa de motor en la oreja
izquierda, tres dedos menos de la mano derecha.

Si el universo es un lugar relativo y las cosas componen su identidad por
oposición y contraste con el resto de las cosas, la casa de Liliana es una
mansión. Como Mario y como José pide que no la nombre, o por lo menos que evite
su apellido. "Andá a saber quién lee esto", dice Liliana apenas asomada por la
opulenta ventana bien machimbrada de su casa de dos pisos, rejas pintadas, techo
que no se vuela. "Yo recién ahora me vengo a enterar de a quién tenía enfrente. Imaginate, lo saludaba como a cualquiera, porque era un viejito muy amable. Sí,
varias veces me lo crucé por la vereda, pero cómo se me iba a ocurrir que era un
preso que no podía caminar por la calle. Nooo… yo pensaba que era normal, así
como nosotros".
Liliana pregunta si va a volver, si otra vez lo va a tener
enfrente de su casa. Cierra la ventana con una mueca de insatisfacción.

El sábado a la tarde la cuadra luce quieta con esa quietud conurbana. Un hilo de
cumbia llega desde algún lugar impreciso y en el fondo de una casa los chicos
juegan en una pileta de lona mientras el vino que quedó en las cajas se calienta
sobre el Plavinil de la mesa. "A mí nunca me pidió un auto", dice Damián,
encargado de la remisería Las Azucenas, apenas a treinta metros de la casa
Puccio. "Pero sé que se tomaba el 721 acá en la esquina para ir hasta la ruta
197, donde andá a saber qué compraba"
, completa.

El fiscal vs. Su Señoria. El doctor Oscar Hermelo es fiscal de Ejecución Penal y
fue quien pidió formalmente la eximición del beneficio de prisión domiciliaria
que el Juez dispuso para Puccio. "Todos los testimonios coinciden en la conducta
violatoria que el señor Arquímides Puccio tenía con respecto de su situación de
reclusión domiciliaria
", dice Hermelo que, además, presentó una denuncia ante la
Cámara Federal contra el juez Sergio Delgado por, según consta, incumplimiento
de los deberes de funcionario público y prevaricato. "Le juro que no tengo nada
personal contra el señor Juez, sólo que considero que actuó irresponsablemente y
fue permisivo con detenidos como Arquímides Puccio, a quien le concedió
beneficios que estaban claramente en contradicción con lo que disponen las leyes
vigentes".

-¿Va a volver Puccio a su prisión domiciliaria?
-Bueno, el Juez lo llevó a la U19 de Ezeiza, una unidad donde van los presos de
buen comportamiento ¿Me quiere decir cuál fue el buen comportamiento de Puccio
para merecer ir allí? Para que se dé una idea, tiene un alambrado perimetral de
un metro: cualquiera puede irse de ahí como guste.

-¿Pero vuelve o no?
-Estamos hablando de un juez tan particular que, qué quiere que le diga...

-¿Por qué nadie controló la conducta de Puccio?
-El juez libró el oficio a los patronatos del liberado de la provincia de Buenos
Aires, que se encargan de esta tarea, pero fue sólo nominal. El juez no hizo
especificaciones y entonces nunca nadie controló nada.

Arquímides en la casa que habitó hasta hace pocos días, en General Pacheco, de donde sus vecinos lo vieron salir varias veces.

Arquímides en la casa que habitó hasta hace pocos días, en General Pacheco, de donde sus vecinos lo vieron salir varias veces.

Puccio es llevado nuevamente a la U19 de Ezeiza, luego de un año de prisión domiciliaria.

Puccio es llevado nuevamente a la U19 de Ezeiza, luego de un año de prisión domiciliaria.

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