«Los dos papas»: Las claves del misterioso diálogo entre dos hombres ubicados en lugares donde no quieren estar – GENTE Online
 

"Los dos papas": Las claves del misterioso diálogo entre dos hombres ubicados en lugares donde no quieren estar

Hopkins y Pryce en Los dos papas, la nueva producción de Netflix.
Opinión
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Martín Poncino, licenciado en Teología y magister en Cine, en primera persona, da su visión de Los dos papas, la película que promete arrasar en la próxima entrega de los Oscar.

Ya desde su título la película visibiliza una situación inusual con su correspondiente atractivo. ¿Dos papas a la vez? Es un hecho extraordinario en la historia de la Iglesia que esconde a su vez, según plantea la película, dos concepciones distintas de la realidad: la “conservadora” y la “progresista”. Esto es, en el fondo, lo que el autor intenta plantear, un gran diálogo entre dichos puntos de vista encarnados por Joseph Ratzinger (Anthony Hopkins) y Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce)

Dirigida por Fernando Meirelles ("Ciudad de Dios") y con guion de Anthony McCarten ("Bohemian Rhapsody") se suma al creciente número de películas en torno a la figura de Francisco. Pareciera que el mensaje de Jorge Bergoglio ha impactado al mundo de manera llamativa.

A Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) se lo representa como un hombre muy cálido y austero.
A Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) se lo representa como un hombre muy cálido y austero.

La película invita a descubrir la humanidad detrás de estas grandes personalidades. El film desmantela la idea de que a menos conozcamos la vida personal de estas figuras, más los idealizamos y menos los cuestionamos. Desconocemos si aplica el razonamiento opuesto, pero es seguro que a todos nos surge una mirada compasiva al descubrir la humanidad de dichas figuras con sus aciertos y errores, ya que los experimentamos en nuestra propia vida. 

Los diálogos entre Francisco y Benedicto XVI abordan temas políticos, morales y eclesiales. Aunque el filme no se expresa en las cuestiones más polémicas, sí provoca una “pausa” cuando el Papa alemán confiesa los gravísimos errores que la Iglesia cometió en materia de abuso, sobre los cuales Francisco se muestra atónito. Desconocemos si esta elipsis sobre dichas problemáticas se da por temor a su tratamiento o por una opción narrativa.

Benedicto XVI (Anthony Hopkins) está personificado como un hombre de escritorio, alejado de la realidad.
Benedicto XVI (Anthony Hopkins) está personificado como un hombre de escritorio, alejado de la realidad.

Cinematográficamente la película se sostiene en las actuaciones de Hopkins y Pryce, ambas dignas de nominación, las cuales hacen relucir los diálogos de McCarten. Abusa por momentos de las “argentineadas” de Bergoglio como su pasión por el fútbol y el tango. Se construye sobre la idea de un contrapunto entre los papas, el cual la misma banda sonora expresa al proponer canciones que van desde Abba, pasando por Mercedes Sosa hasta Zarah Leander. El efecto de la cámara en mano logra realismo en las conversaciones y las hace fluir. La escenografía es de tal magnitud que hasta construyeron una réplica de la Capilla Sixtina para ambientar un encuentro entre ambos.

El diálogo entre Ratzinger y Bergoglio va mutando a lo largo del filme.
El diálogo entre Ratzinger y Bergoglio va mutando a lo largo del filme.

Los dos personajes son ubicados en lugares donde no quieren estar. Bergoglio no quiere ser papa, desea renunciar, pero deberá asumir. Ratzinger desea ser papa, pero está agotado y deberá renunciar. Desde el comienzo se enaltece la figura de Bergoglio (marcando su austeridad y humanidad) por sobre la de Benedicto (un persona de escritorio). A este último simplemente se lo comprende, mientras que al primero se lo exalta. Hay que reconocerle, sin embargo, una mirada más realista de Bergoglio que la que propone la miniserie protagonizada por Rodrigo de la Serna donde sí se lo idolatra prácticamente eximiéndolo de errores. 

Entorpece un poco el exceso de flashbacks sobre la vida pasada de Francisco y, aunque la interpretación es buena, salta el físico disímil entre Juan Minujín y Pryce. Al final, hay un agregado de información sobre el mensaje del Papa argentino donde lo vemos viajando y dando sus conocidos mensajes respecto a la pobreza y a la ecología que se percibe descolocado del filme. Pareciera que el director adhiere cordialmente a su figura y no puede evitar introducir estas cuestiones. 

Juan Minujín interpreta al joven Bergoglio en Los dos papas.

En conclusión, la trama pasa por una cuestión humana y religiosa. Es la realidad del cambio que puede transitar una persona, o la llamada conversión. La película transmite una mirada compasiva hacia ambos papas. Está impregnada del mensaje de Francisco que presenta al Dios de la misericordia. Desde esta lupa vemos a los personajes en todo su proceso, descubriendo la miseria y la riqueza de cada uno. Los escándalos de Ratzinger por el manejo de cuestiones económicas y morales, pero su grandeza al renunciar; y la ambigüedad de Bergoglio en la dictadura militar junto a su gran conversión.

Los comprendemos y en algún sentido los perdonamos. Ellos, en un primer momento recelosos el uno del otro, se terminan aceptando y queriendo. Lo mismo nos ocurre como espectadores, adhiriendo al viejo refrán “sólo se ama lo que se conoce” o viceversa. 

Los diálogos entre Benedicto y Francisco son el hilo del filme.
Los diálogos entre Benedicto y Francisco son el hilo del filme.

No es casual que la película se estructure en torno a una gran conversación ya que estos dos personajes antagónicos recorren ese camino. Ambos terminan bailando juntos un tango, es decir hubo diálogo, hubo un encuentro auténtico. Se va del contrapunto a la unidad, que es, originalmente, la misión del papado: sostener la unidad dentro de la Iglesia con toda su diversidad. No anular lo diferente, sino mantener la tensión de la pluralidad de forma que haya comunión.

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