Diego Armando Maradona, el adolescente eterno – GENTE Online
 

Diego Armando Maradona, el adolescente eterno

Vivió una vida tan intensa como polémica, con la transgresión como marca, no sólo en los deportivo, sino también en su relación con la política. Por Fernando Arturo Muñoz Pace
Opinión
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El viernes 26 de abril de 1991, Diego Maradona conoció el infierno. Por primera vez. La Policía Federal Argentina lo llevaba detenido de un departamento del barrio porteño de Caballito por posesión de cocaína. Una multitud colmaba las veredas. Saltaba y gritaba al compás de “¡Maradó, Maradó!”. La mayoría eran adolescentes que habían salido de un colegio de las cercanías. Adolescentes casi tan rebeldes como el ídolo al que apoyaban a pesar de todo.

Maradona llevó una vida carcomida por la droga, llena de contradicciones y marcada por un eje: la rebeldía típica de un adolescente. En este caso, típica de alguien que nació en un barrio muy humilde de la Argentina y que conquistó el mundo con sus goles inolvidables, como el que les hizo a los ingleses en el Mundial de 1986. En realidad, dos: uno con la famosa Mano de Dios.

La rebeldía de Maradona abarcó casi todo. En Italia, antes de su breve detención por posesión de drogas (pasó una noche en la cárcel, pagó una fianza de 20.000 dólares y sólo tuvo que someterse a rehabilitación) se negó a pagar impuestos. El fisco le reclamaba unos 40 millones de euros.

En el Mundial de 1994, ante los ojos del mundo, dio positivo tras el partido Argentina-Nigeria. Otra vez la droga, en este caso efedrina, y otra vez la rebeldía, similar a la de un chico de 19 años. Como aquel que ganó el Mundial Juvenil en 1979 y fue felicitado por el dictador Jorge Rafael Videla en pleno Proceso militar.

La política lo llevaba de la mano

En las arenas de la política, Maradona siempre mostró un derrotero zigzagueante. Es verdad que Videla lo llamó y que no hay constancia de sus simpatías por el Proceso. En 1986, tras el gran triunfo del Mundial de México, Maradona estuvo en el balcón de la Casa Rosada. De nuevo, la política lo llevaba de la mano en tiempos del presidente radical Raúl Alfonsín.

Al año siguiente conoció a Fidel Castro en Cuba y Maradona apareció como alguien cada vez más rebelde en términos latinoamericanos. Hizo pública su admiración por el Che Guevara, de quien se tatuaría el rostro. Y en 1989, otra vez la rebeldía. En este caso, de la propia. Maradona apoyó a Carlos Menem, un peronista que la jugó de neoliberal y lo nombró embajador deportivo de la Agentina. El romance duró poco, porque Maradona incluso acusó al gobierno de organizar el allanamiento de 1991.

De nuevo, en el año 2000, mostró sus simpatías por el presidente Fernando de la Rúa. Y de nuevo el romance fue fugaz. Pronto lo llenó de críticas. El presidente más rebelde, al menos en su faceta pública, estaba por llegar y Maradona, ahora sí, sería coherente.

Un eterno idealista adolescente

En la Cumbre de las Américas, en 2005, Maradona participó activamente junto al presidente argentino Néstor Kirchner y el venezolano Hugo Chávez. Su Che tatuado en un brazo lo mostraba, otra vez, como un adolescente idealista. Sin embargo, la madurez política había llegado. Como corresponde, apoyó públicamente a Cristina Kirchner y criticó con dureza a Mauricio Macri. En los últimos meses elogiaba a Alberto Fernández, quien llegó a recibirlo en la Casa Rosada para recrear el saludo en el balcón de 1986.

En una oportunidad, Maradona explicó este derrotero: “Los que no me quieren repiten una y mil veces que yo apoyé a todos los partidos políticos que gobernaron en la Argentina (...) Yo no fui a golpearles la puerta y a pedirles una foto. Fueron ellos los que me invitaron”.

Una vida privada bastante movida

En una vida marcada por la droga y sucesivas internaciones, el rebelde, el transgresor permanente, también tuvo una vida privada bastante movida. Casado con su novia de la juventud, Claudia Villafañe, luego del divorcio tuvo como parejas a Verónica Ojeda y a Rocío Oliva. En todos los casos, las separaciones y las reconciliaciones confirmaron que no podía quedarse quieto y también que, en sus peores momentos, contó con la ayuda de sus mujeres. Desde 2018 estaba en soledad.

La rebeldía, en este caso una transgresión casi permanente de las normas, no es una virtud ni un malestar, según explica Carlos Gustavo Motta en su artículo ¿Qué es realmente la rebeldía?. Motta la considera un fuego interno, como una explosión constante, cuyo combustible en este caso sería la propia droga. William Shakespeare decía, respecto a la juventud, que ésta se rebela contra sí misma aun cuando nadie la hostigue.

Maradona justo antes de marcarle el segundo gol a Inglaterra en el Mundial de México en 1986. 

La rebeldía detiene el tiempo

Motta agrega que puede considerarse como un malestar “cuando intenta imponer un nuevo orden construido por promesas y se constituye en un decir monolítico, hostil, insufrible, intolerante y odioso. Una única voz tiránica que sólo gobierna a través de sus caprichos inalterables a lo largo el tiempo”.

J.A. Miller explica en Cómo rebelarse que “la rebelión, como tal, no tiene fe, no especula sobre el porvenir, brilla en el instante. Se da enteramente en el encuentro de lo que llamamos lo imposible de soportar y en la decisión, el acto, se sigue inmediatamente, sin tiempo muerto”. Miller agrega: “Ese viaje de éxtasis te atrapa como un todo reunido y condensado en la unidad de tu ser y de éste, hacia y para la muerte”.

Pero en el caso de Maradona, quizá, esta rebeldía o transgresión casi constante nos lleva, de nuevo, a Shakespeare. Porque, decía, quien mantenga ese rasgo seguirá siendo joven para siempre. Como explica Motta, la rebeldía detiene el tiempo. Tal como ha ocurrido hoy para muchas personas en el mundo.

The Conversation

Fernando Arturo Muñoz Pace es profesor de Periodismo en la Universidad de Palermo. Este artículo fue originalmente publicado por The Conversation.

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