“Olga es y será siempre el gran amor de mi vida” – GENTE Online
 

“Olga es y será siempre el gran amor de mi vida”

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La noticia está acá: en el 251 de la calle Beruti, Banfield, provincia de Buenos Aires. Detrás de estos gruesos e impenetrables muros (30 metros de largo por 5 de alto), Roberto Vicente Sánchez, Sandro, Sandro de América, El Gitano, el hijo del viejo Sánchez, repartidor de vino –“¡Cuánto lo quise!”, dice invariablemente Roberto cuando la nostalgia lo acosa–, believe it or not… ¡se está casando!

Y como de misterios y secretos vivió y vive, a pocos les asombra que, unos minutos más tarde, Margarita Giménez (sí, como Susana), la jueza de Paz de Lomas de Zamora, declarara: “Yo estaba más nerviosa que los novios, porque soy fanática de Sandro desde hace años (hasta saco número en el teatro para subir al escenario y que me cante una canción)… Pero Dios me premió y pude casarlo. La ceremonia fue tranquila: no me aparté de las normas. Pero al final, bueno… ¡les pedí sacarme una foto con ellos”. Hasta las juezas de Paz tienen su corazoncito…

Lo dice con el solemne Libro de Actas todavía en sus manos. Son las cinco de la tarde del viernes 13 de abril. Sus nenas, como siempre, están presentes, conmovidas, firmes, inamovibles aunque un tsunami intentara arrasarlas. Los Siete Soles, Las Nueve Lunas y Simplemente, entre decenas de clubes de fans que lo adoran desde que se sacudía, erótico, a lo Elvis, dicen que están felices porque, celos aparte, “adoramos a Olga, su mujer. Es muy buena con nosotras, y nunca nos falla: siempre le da nuestras cartas y nos consigue sus autógrafos. Una vez Sandro nos dijo: ‘Olga es todas las mujeres en una’, y por eso la aceptamos y la queremos”. Bien se sabe: el amor es ciego, sordo, mudo…

LA SEÑORA DE SANCHEZ. María Olga Garaventa tiene 51 años y dos hijos: Pablo y Manuela. En los últimos veinte años fue secretaria de Aldo Aresi, el manager y apoderado de Sandro. Tuvieron, por largo tiempo, una relación formal, apenas amistosa, pero de pronto empezaron a encontrarse con frecuencia y, al estilo Sandro, lejos de ojos y orejas indiscretas y/o traidoras, que nunca faltan… En julio de 2004, cuando los pulmones de Sandro pidieron auxilio y hubo que internarlo de urgencia –terapia intensiva, pronóstico reservado–, ella lo cuidó noche y día, día y noche, con celo de granadero. Y él, pasado el trance, le agradeció su apoyo y a su mejor y más romántica manera: en octubre de ese año grabó su disco Amor gitano y le dedicó el primer tema: Fuego contra fuego. ¡Upa! Todo (o casi todo) estaba dicho…

Así: “Abro los ojos y recorro calendarios /con la pequeña ilusión que sea cierto/ en la línea de partida estoy primero/ desencadéname este beso prisionero/ y libérame ese beso, nada más/ y después muero”.

ROMANCE OFICIAL. El 19 de agosto de 2005 no hubo fiesta: Sandro cumplió 60 años –emblemático cambio de número–, pero su enfisema pulmonar lo había arrojado a una cama del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento. Y Olga no aflojó: siguió a su lado como en el tango: “Minas fieles de gran corazón/ Cada cual defendiendo su amor”.

Y llegó noviembre. Recuperado, Sandro abrió su antes cerrada mano de póker, y en público: “Si Dios me lo permite, voy a tomar esta posibilidad que me da: ser feliz. A Olga la conozco desde hace muchísimos años, pero no éramos amigos, y un día, cuando nos saludamos con un beso, sentí una sensación tan intensa que me sorprendió. Entendí que Olga siempre había estado ahí… ¡pero yo no la había visto! Hoy puedo decir que Olga se encargó de poner en orden mi corazón”.

Con todo, recién declaró oficial la historia el 14 de agosto del año pasado, cuando el vicepresidente Daniel Scioli le rindió homenaje en el Senado y le entregó un premio de nobilísimo nombre: Domingo Faustino Sarmiento. Entonces, Sandro jugó el resto, confiado en su full de ases: “Gracias a vos, Olga”, dijo frente al vice, los invitados y los millones que miraban la tele.

LA BODA. Olga fue al Registro Civil de Lomas de Zamora un mes antes del gran suceso. Llevó dos DNI y un certificado firmado por el médico personal de Sandro que decía: “El señor Roberto Sánchez solicita acogerse al artículo 188, en razón de que su estado de salud le impide movilizarse, para ser casado ante la ley en su propia casa”. Y así fue…

También la ceremonia religiosa fue planeada hasta el último detalle. Olga fue a la Parroquia Santísimo Redentor, Barrio Norte, Capital Federal, para pedirle al cura Osvaldo Arturo Brown, amigo de Sandro, que los casara ante Dios en el mismo escenario: la casa de Banfield. Fijaron la fecha: sábado 14 de abril a las tres de la tarde.

ANTE LA LEY. Una vez más, la confitería Las Vegas se encargó del catering. La boda por Civil, viernes 13, fue tan sencilla como privada. María Olga lució un traje color coral, y Sandro, saco azul, pantalón gris y camisa lila sin corbata. “Tengo poca ropa y siempre me pongo lo mismo”, suele confesar en los muy pocos reportajes que concede… Testigos: Manuela y Pablo (los hijos de la novia), y Alicia Cuello y Roberto Sanz (amigos del novio). Escenario: la biblioteca de su casa. Invitados: apenas doce. Entre ellos, las nietas de Olga (Malena y Valentina), los músicos de Sandro y su colaboradora y amiga Nora Lafón. Menú: sandwiches de miga, empanadas, champagne para el brindis. Sandro no probó alcohol (ni siquiera un Dry Martini, cóctel que ama), pidió perdón por abandonar la fiesta, y se fue a dormir. Acaso a recobrar fuerzas para el otro día, sábado, que llegaría con algunos bombos y platillos más…

ANTE DIOS. A las diez de la mañana, en los jardines de la casona, ya estaba levantado el altar: alfombras rojas, lirios naranja, una cascada. Pero la amenaza de lluvia –nubarrones negros como bolsa de carbón– canceló el despliegue, y la parafernalia fue mudada al living. Sandro bajó la escalera del brazo de Manuela, ataviado con un fino y tradicional smoking negro, apenas tocado por un pañuelo rojo en el bolsillo. Después bajó Olga, del brazo de su hijo Pablo, con vestido crema de diseño español urdido por Nelly, su modista. Inevitable, comenzó a sonar la Marcha Nupcial. Cerca del altar, los padrinos: el músico Leandro Bebe Mauro y Alicia Cuello. Concretado el gran momento, el cura Brown dijo: “Vine porque mi amigo Roberto no está muy bien de salud, y además quería una ceremonia íntima. Ninguno de los dos era casado, y por eso pudieron recibir el sacramento. Fue un momento muy emotivo, de muchas lágrimas...”.

ACTO DE AMOR. Manuela leyó la Carta de San Pablo a los Corintios, y Sandro le dio a Olga un anillo de brillantes que fue de Irma Ocampo, su madre. Después, intercambio de alianzas, aplausos, algunos pañuelos llegando a los ojos… Invitados: treinta. Entre ellos, José Angel Trelles, Gian Franco Pagliaro, Raúl Porchetto, Aldo Aresi, Ricardo López (iluminador de los shows sandrianos desde siempre), Antonio Galopo (su mecánico), etcétera. La boda fue tal cual Olga la soñó: ligas, cintitas en un copón (el anillo fue para la nuera de Olga), ramo para la casa y los grititos de las solteras (lo atrapó Silvia González, la mujer del Bebe), y final con souvenirs: dos anillos dentro de una ostra marina… ¡para todos! Bien a la antigua. Bien clásico.

LA FIESTA. Menú: crêpes de espinaca con salsa rosa, pechuga de pollo rellena y arrollada con salsa de puerros, timbal de zucchini, tulipa con helado de crema americana y frutas naturales, torta de dos pisos rellena de vainilla, crema chantilly, frutillas, merengue, dulce de leche y mousse de chocolate. Todo servido por seis incansables mozos… Música, claro: Sergio, el DJ de la fiesta, despachó el consabido vals de los novios, y algo de rock para que Sandro reviviera algunos de los eróticos movimientos de sus primeros días. Después, una vez más, la firma a fuego de su compromiso: “Olga es y será el gran amor de mi vida”.

CONFESIONES. En realidad, Sandro ya había jurado su amor por Olga ante la prensa. Así:
Encontré una mujer que me contiene de una manera espectacular, una de las mujeres que mejor me ha comprendido en toda mi vida, que comprende y tiene muy claro lo que es el ídolo Sandro, por decirlo de alguna manera, y el señor Roberto Sánchez, y que comprende las situaciones y presiones diferentes que tiene que vivir. A veces, Sandro me crea unas presiones tremendas, y… ¿dónde las descargo? ¡En casa! Y la pobre santa tiene que poner la oreja. Pero pone la oreja, me contiene, me calma, y después paso a ser, de aquel viejo león rugiente… un gatito, un pussycat”.

El señor Roberto Sánchez tiene su vida privada, y la pasa fenómeno, por todo lo que te acabo de decir, con una señora que no faltó una sola noche a la clínica, que me cuidó las veinticuatro horas del día, y sobre todo porque tenía que venir aquí y encontrarse con un grupo de trabajo que estaba haciendo arreglos, y una cantidad de cosas… ¡Lo que ha viajado esta mujer! ¡Viajó más que el Titanic! Bueno, el Titanic no, que viajó una vez sola, pero trabajó como una fiera. Entonces, ¿cómo no voy a agradecerle a Dios que haya enviado a este ser y que me haya dado los ojos para verla?”.

Confesiones 2005. De los días en que empezó esta historia. De los días secretos que de pronto dejaron de ser misteriosos, ocultos, y estallaron como un millón de fuegos artificiales.

Buena y larga vida para los dos…

El sábado 14 de abril en la casona de Banfield. Minutos antes habían dado el “sí” ante Dios.

El sábado 14 de abril en la casona de Banfield. Minutos antes habían dado el “sí” ante Dios.

 Cuetna que Sandro le preguntó al sacerdote: ¿Cuándo puedo besar a la novia?".">

Cuetna que Sandro le preguntó al sacerdote: "¿Cuándo puedo besar a la novia?".

 Viernes 13, Roberto y Olga firman el libro de actas. Margarita Giménez en el Registro Civil de Lomas de Zamora muestra el libro donde los novios sellaron su compromiso. Los novios posan junto a Manuela y Pablo (los hijos de Olga) y Alicia Cuello y Leandro Bebe Mauro (amigos de Roberto).  El flamante matrimonio muestra orgulloso la libreta verde que los declara oficialmente marido y mujer.

Viernes 13, Roberto y Olga firman el libro de actas. Margarita Giménez en el Registro Civil de Lomas de Zamora muestra el libro donde los novios sellaron su compromiso. Los novios posan junto a Manuela y Pablo (los hijos de Olga) y Alicia Cuello y Leandro Bebe Mauro (amigos de Roberto). El flamante matrimonio muestra orgulloso la libreta verde que los declara oficialmente marido y mujer.

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