«Nunca una promotora nos tiró ni un piquito en los boxes» – GENTE Online
 

"Nunca una promotora nos tiró ni un piquito en los boxes"

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Se llevan nueve años, pero los dos eligieron el mismo camino para ganarse la vida. Uno –Fontana– nació en Arrecifes, donde se gestó buena parte de la historia del automovilismo argentino. Entre sus máximos ídolos se cuenta el mítico Luis Rubén Di Palma, con quien asegura haber vivido una anécdota de antología: “Me había llevado a dar una vuelta con su helicóptero. Cuando llegamos al río Paraná, me hizo bajar con unos esquís para robarle una botella de champagne a una pareja que estaba navegando”.

El otro –Rossi– se crió a 170 kilómetros de distancia, en Del Viso, y desde pequeño, mientras miraba las carreras por televisión, se hizo hincha fanático de Juan María Traverso. Años después, el destino quiso que lo encontrara en una pista, y así lo recuerda: “Una vez le gané la serie en una carrera y cuando se bajó del auto dijo: ‘Este pend… maneja bien’. Desde ahí hicimos una gran amistad, y me invita a todos sus cumpleaños los 28 de diciembre. Además, cada tanto, nos juntamos en Ramallo para tomar unos mates”.

Y este fin de año volvieron a coincidir. Porque Norberto Fontana (31), y Matías Rossi (22) fueron campeones en las máximas categorías automovilismo argentino. El primero, que entre sus máximos pergaminos exhibe su paso por la Fórmula 1 a bordo de la butaca de un Sauber en el año 1997, se alzó con el campeonato de Turismo Carretera, la categoría más popular, a bordo de un Dodge. El segundo, con mucha menos trayectoria –a los 11 arrancó corriendo en karting, a los 16 hizo su debut en la Fórmula Renault, y tres años después saltó al Turismo Carretera–, pero con la misma garra, se coronó en el TC 2000, la categoría con más tecnología, manejando un Chevrolet Astra.

¡Desde que salimos campeones, el teléfono no paró de sonar! A las felicitaciones de los amigos hay que agregarles los llamados de los periodistas, que comienzan a las cinco de la mañana y terminan a las doce de la noche”, señalan a dúo al inicio de esta nota. Y durante la charla pudimos corroborar que es verdad: a la media hora tuvieron que apagar sus celulares, porque la entrevista se hacía imposible: “Así es todo el día. Pero igual estamos felices. ¡Ojalá que todos los fines de año sean así!”, vuelven a asentir a coro, y ponen primera.

–A lo mejor, la gente cree que eso de los llamados pertenece sólo al mundo de los futbolistas, o a los tenistas después de ganar un Grand Slam. Por lo visto, son muchos los fierreros en la Argentina.
Fontana:
¡Es terrible! La gente te para por la calle, se baja de los autos en los semáforos para saludarte, una locura. Igual, los atiendo a todos. Porque yo vengo de un pueblo muy chico, y cuando empecé, mucha gente me dio una gran mano para que pudiera llegar.
Rossi: Lo mío, con el tema de la gente, no es tanto como lo de Norberto, porque no soy tan conocido. Pero te aseguro que el teléfono está en llamas. Hoy estoy viviendo un sueño: ocupar en el automovilismo el lugar al que siempre aspiré.

–¿Por qué decidieron ser pilotos?
Rossi:
Porque mi papá, Norberto, era ingeniero mecánico y siempre le apasionaron las carreras. Y él, en Del Viso, le armaba el auto a mi tío para que compitiera. Entonces, desde muy chico vivía en el taller. ¡Tenía 7 u 8 años y no veía la hora de subirme! El tema es que mi vieja, María Gloria, no quería: tenía miedo de los accidentes.
Fontana: Yo, desde que estaba en la panza de mamá iba a las carreras. Mi destino ya estaba marcado (risas). Es que mi viejo, Héctor, y mi tío, Oscar, siempre tuvieron autos de carrera. Bancaban a los pilotos de Arrecifes. Y de chico también vivía en el taller. La primera imagen mía que tengo de chiquito es sentado al costado de la ruta viendo cómo probaban los autos. Igual fue difícil, porque la vieja mucho tampoco quería.

–El amor de mamá era más fuerte que el deseo del nene…
Fontana:
Sí, ella no quería saber nada... Y mucho menos cuando dejé el secundario en segundo año: ¡me quería matar! Es que yo iba a la escuela, pero tenía la cabeza puesta en los autos. Es más: muchas veces me hacía la rata para ir a trabajar en el taller o probar el karting. ¡A los cinco meses de clase ya había quedado libre por las faltas!
Rossi: Yo tampoco terminé. A las patadas hice hasta cuarto año. Y también estaba metido de lleno en las carreras. Iba a las clases y en lugar de escuchar al profesor pensaba cómo tenía que tomar tal o cual curva para ir más rápido en el karting (risas). Y en 1999, cuando tuve que ir a correr a Europa, abandoné los libros.

–En la Argentina, la mayoría de los corredores vienen de familias con un buen pasar económico. ¿Sus casos cómo fueron?
Fontana:
Cuando yo era chico, mi familia estaba muy bien. Papá tenía campos y además se dedicaba a la venta de máquinas agrícolas. Pero justo cuando yo empezaba a correr, ¡la convertibilidad hizo fundir a mi viejo! La paradoja del destino fue que había gastado dinero para que corrieran otros, y cuando me tuvo que bancar a mí, se le complicó.

–¿Y cómo hiciste?
Fontana:
En junio de 1992 estaba desesperado. Hacía medio año que no corría y no aguantaba más. Y como tenía una lancha que papá me había regalado en la buena época, nos juntamos con un grupo de amigos y decidimos cambiarla por un Renault modelo 88. Era medio viejito, pero dio sus resultados: en la primera carrera salí noveno, y la gente de Arrecifes empezó a hacer rifas, cenas, asados, de todo, para que yo pudiera correr.

–¿Lo tuyo, Matías, fue parecido?
–No, no tanto. Mi familia era de clase media. Papá tenía una distribuidora de golosinas y los gastos de mis carreras los pudo bancar bien. Igual reconozco que hicieron un gran esfuerzo, sobre todo en la época en que comencé a viajar. Pero enseguida, cuando comencé a correr en la Fórmula Renault, tuvimos sponsor y nos financiamos bien.

–¿Y el salto a Europa les costó, o enseguida se adaptaron?
Rossi:
Yo corrí en karting y en la Fórmula Renault italiana, en 1999 y 2000. La verdad, no fue tan complicado. Si bien el nivel es superior, enseguida pude adaptarme. Igual, no me quedaba a vivir todo el año en Europa. Cuando corrí el Mundial, viajábamos a las carreras y después volvíamos a Buenos Aires. Y cuando nos quedamos sin plata, decidimos no viajar más.
Fontana: Lo mío fue un parto. Porque cuando corría con ese auto viejo que había cambiado por una lancha, vino Juan José Perlas, un periodista de Esperanza, Santa Fe, y me dijo que había un hombre en Alemania, Rafael Cadafel, que quería un piloto sudamericano para que corriera en el DTM, una categoría de turismo de allá. Te la hago corta: cuando me dijeron que yo era el elegido, papá vendió todo y se fue conmigo. Cuando llegamos a Alemania, la gente de Alfa Romeo nos dijo que ese señor había tenido problemas impositivos y se había mudado a Francia. Es decir, nos daban los motores para correr, pero todo lo demás lo teníamos que bancar nosotros. Cuando les dijimos que en esas condiciones debíamos pegar la vuelta, me dieron tres carreras para mostrarme: si ganaba, me quedaba; de lo contrario, me volvía a casa.

–¿Y qué pasó?
–El viejo me agarró y me dijo: “Bueno, nene, acelerá con los dos pies, porque nos meten una patada en el c… y no paramos hasta la Argentina”. Por suerte gané las tres carreras y enseguida aparecieron los sponsors.

–¿Tienen ganas de volver a correr en Europa?
Rossi:
Seguro. Es el deseo de todo piloto, y mucho más a mi edad. De todos modos, me iría si la propuesta fuera para una categoría de autos de Turismo. Además tiene que ser algo serio, una temporada larga. Porque si dejo a mi familia y a mis amigos, tiene que ser por algo que valga mucho la pena.
Fontana: Yo no: nueve años en Europa fueron suficientes. Ya corrí en la Fórmula Uno, la máxima categoría que espera un piloto. Estoy hecho. Allí gané un campeonato, la Fórmula Tres en Alemania, y mi nombre es reconocido. Yo sé que si voy con mi casco y un bolsito, enseguida consigo un coche. Pero ahora le doy prioridad a otras cosas: la familia, mi país, mis amigos, todas esas cosas que perdí cuando estuve allá.

–Ninguno mencionó una chica que no sea su mamá. ¿No tienen novia?
Rossi:
Yo no…
Fontana: Yo tampoco…

–¿Es difícil para los pilotos estar de novio? Se dice que en los boxes ustedes ganan mucho...
Rossi:
No, eso es puro verso. Mucho mensajito de texto, pero no pasa nada. Jamás una promotora me tiró un piquito en los boxes. Te agarran, te aprietan un poco, pero nada más.

–¿Y vos, Norberto? ¿Sos de robar besos en los boxes?
–¡Tampoco, jamás! Dicen que hay siete mujeres para cada hombre, pero yo no las veo. Voy a poner un aviso en el diario que diga: “Pago rescate al que me devuelva las mías”.

Fontana y Matías Rossi posan para GENTE en la terraza del departamento de Norberto en Palermo. Cuando los vecinos los identificaron, empezó a aplaudir desde los balcones.

Fontana y Matías Rossi posan para GENTE en la terraza del departamento de Norberto en Palermo. Cuando los vecinos los identificaron, empezó a aplaudir desde los balcones.

El domingo 19 de noviembre, Norberto se estaba volviendo a su casa y le avisaron que el auto de Diego Aventín, hasta entonces campeón, había sido descalificado. Y volvió al autódromo de La Plata para celebrar.

El domingo 19 de noviembre, Norberto se estaba volviendo a su casa y le avisaron que el auto de Diego Aventín, hasta entonces campeón, había sido descalificado. Y volvió al autódromo de La Plata para celebrar.

En la capital entrerriana junto a su Chevrolet y los trofeos por el campeonato.

En la capital entrerriana junto a su Chevrolet y los trofeos por el campeonato.

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