“Nunca fingí en la cama: yo también quiero sentir” – GENTE Online
 

“Nunca fingí en la cama: yo también quiero sentir”

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Araceli, la de antes, ya no es la misma. Hablo con una mujer que parece venir de un largo viaje. Y cuando una mujer se atreve a una odisea interior, ya no hay nada a lo que no pueda atreverse. La veo llegar y pienso que camina como salida de otra película que no es la del vértigo mediático. Deleita en ella una levedad extraña, como si su historia, el éxito o el fracaso, pesaran definitivamente menos.

No hablo con “la chica que bajó del cielo” como la llamaban en sus comienzos. Hablo con una mujer que intenta pisar sobre la tierra. No hablo con la ex de Adrián Suar. Apenas lo menciona al pasar cuando se refiere a Toto, el hijo de ambos. No hablo con alguien del medio, porque ella se siente una especie de “outsider”. Y siempre es interesante hablar con alguien a quien ya no le importa quedar bien.

“Ya no compro caretas: quiero seres humanos. Antes pensaba mucho antes de decir algo; ahora denuncio”. La nueva Araceli dice lo que piensa. Se anima a explorar ante un grabador sus búsquedas más profundas, sus sentimientos en carne viva y su rechazo a los vínculos que llama “vampirizantes”. A poco de comenzar los ensayos de Cuando Harry conoció a Sally, obra que marcará su regreso a la actuación luego de dos años, no teme hablar de la compleja trama de las relaciones amorosas, ni de lo que ama y detesta en un hombre. Y se ríe de la emblemática escena del orgasmo fingido que Meg Ryan inmortalizó en el cine y que ella llevará a un terreno mucho más arriesgado: el teatro. Araceli reconoce que el teatro “es como desnudarse... y sin red”.

–¿Cómo vivís este regreso?
–Yo siento que empieza una nueva etapa, totalmente diferente a la que viví estos 43 años. Porque en mí sucedieron muchísimas cosas que fueron modificando mis pensamientos, mis inquietudes, mis puntos de vista, y aprendí a soltar lo que hace daño.

–¿Por eso necesitaste de esta suerte de exilio autoimpuesto?
–Mirá, yo siempre fui una máquina de trabajar. Mi meta era “tengo que hacer esto, esto y esto...”..., y yo trabajaba, trabajaba, trabajaba... Nunca me había sentado a preguntarme: “¿Qué quiero para mí?; ¿Quiero este trabajo para mí?; ¿Quiero esto?”. Y ésta es la primera vez que trabajé para mí en ese sentido. Yo no permití que el medio me desalmara. Traté de excluirme de esa parte del vampirismo. Un poco por eso fue mi alejamiento.

–Y tu vuelta al teatro es con una historia de amor emblemática, que a vos te encuentra en un momento de plenitud emocional.
–Fabi (por Fabián Mazzei) es un ser increíble. Yo con él pude armar mi vínculo con el sexo opuesto desde otro lugar. Ya salté esos momentos en que en una relación con un hombre lo das todo y te quedás sin nada. Es como la ola: me clavaba en la arena o la tenía que saltar. Yo la salté. Y por otro lado, Cuando Harry conoció a Sally es de esas historias que las volvés a ver y volvés a llorar. Es LA película de amor.

–Me imagino que te preparás para la célebre escena del orgasmo fingido en medio de un restaurante, que tanto descoloca a Harry.
–Me encanta Sally. Me encanta que finja un orgasmo y se ría del machismo de un hombre. A ella no le importa absolutamente nada esta cosa del hombre de “yo me doy cuenta si una mujer finge”. Ella le borra el machismo en un segundo y medio. La voy a hacer bien falsa en ese momento (risas).

–¿Y a vos qué te pasa en lo personal con este tema tan trillado sobre la sexualidad femenina?
–No tengo traumas en ese sentido. Las mujeres pasan o pasamos por distintos estados. “Tenés que hacerlo –tener sexo, digo– para que ellos no lo hagan con otra, tenés que hacerlo para mostrar que sos mejor que otra. Tenés que hacerlo para...”. ¿Me entendés? El cumplir. La verdad, yo nunca lo hice para cumplir... (susurra como quien cuenta un secreto)... ¡Nunca! Y tampoco soy de las que dicen “finjo el orgasmo”. No. Yo también quiero sentir. Yo también quiero que me pasen cosas. Es más: me ofendo si no funcionó. No le doy la posibilidad, ¿entendes? Me parece que una tiene que tener...

–...dignidad; en el sexo hay dignidad también.
–(Risas) Sí, dignidad... (más risas).

–En este sentido, ¿qué te gusta y qué te decepciona de un hombre?
–Me enamora la sensibilidad. Ser sensible no es ser débil. A mí me encanta el que no tiene que estar demostrando que es hombre. No es “estoy casado con la más bella y busco afuera para poner más énfasis a mi masculinidad”. No pasa por ahí. Puede ser que haya mujeres a las que les interese ese tipo de hombres. Yo los detesto. El más masculino es el que demuestra su fortaleza y seguridad en la vida. Creo que algunos, a veces, tienen un problema, y es que a través del sexo tienen que demostrar su masculinidad. ¡Eso me parece terrible! Hoy, por suerte, no tengo a mi lado a nadie así.

–Hablame de los hombres de tu vida actual.
–Hoy tengo cuatro hombres en mi vida, y mi relación con ellos es maravillosa. Uno, una pareja adorable, que siempre se muestra tal cual es. Luego, un vínculo con mi padre que hace mucho no tenía, donde uno puede decir “te quiero, te quiero, te quiero”, que antes no se decía (y que Fabi me ayudó a recuperar: sin él, no habría podido). Tengo una relación bellísima con mi hermano Adrián; siento que él me escucha y yo lo escucho, que ambos podemos dialogar. Y Toto (Tomás, 12, el hijo que tuvo con Adrián Suar) es el gran hombre de mi vida.

–Me decías que, desde que lo pariste, sentiste que le veías el alma en los ojitos.
–Es que fue lo que deslumbró a todos los que estábamos ahí, en el sanatorio. Todas las personas se emocionaron cuando lo vieron. Hasta a mi ginecólogo le pasó algo rarísimo, porque cuando lo sacó ya estaba con los ojos abiertos. Toto tenía unos ojos azules hermosos y la carita chiquitita.

–Y quiere seguir el camino de los padres.
–Toto filma, quiere dirigir, quiere ser actor. Yo igual lo estoy sosteniendo, porque no me interesa que a los 12 años esté dentro de la televisión. Me gusta que todavía lo vea con sorpresa. No le va a ser fácil si elige ser productor, porque la misma sociedad lo va a hacer competir con su propio padre... Lo mismo me pasa con Flor.

–¿Sentís que tu figura es un peso para ella?
–Es que la gente prejuzga y cree que por ser mi hija todo le resulta más fácil, y no es así. Flor se fue a vivir sola y no quiso que yo le compre absolutamente nada. Yo la crié de una manera que ella sabe que, para tener algo, hay que trabajar. Vive sola, alquila. ¿Vos te creés que a mí no me duele el alma? Soy madre. Pero al mismo tiempo me encanta, porque yo también fui eso.

–¿Te gustaría tener otro hijo?
–Mirá, la verdad que no es algo que me esté cuestionando ahora. A mí me hubiera encantado casarme y tener el mismo marido toda mi vida, y tener hijos y poder formar un vínculo muy importante. Pero tuve que pasar por distintas etapas y distintas parejas. Tener otro hijo no es algo que descarto. Si sucede algún día es porque tiene que suceder.

–¿Y te gustaría volver a la televisión?
–Me encantaría, no sé si con una novela o un unitario. Pero, sí, hacer cosas que tengan que ver con lo que me inquieta, sí, me parece que estaría bueno. Que desde la actuación se denuncien las cosas que suceden. Programas como Atreverse... ¿Te acordás? Vos los veías y en algún punto te sentías identificada. Me da bronca que hoy no existan esos programas.

–¿Qué otras cosas te dan bronca de la tele?
–Mirá, el medio está raro. Yo estoy tratando de encontrar mi camino. Pero, por ejemplo, hay mujeres que en la televisión –de manera consciente o inconsciente– ejercen la prostitución, se regalan, cuentan cosas que yo me desmayo. Me dan ganas de decirles: “Nena tonta, ¿no te das cuenta en qué lugar estás, boba?”. Lo pienso casi como madre. Eso me supera.

–Se ve que esto te produce impotencia, y me decías que esa sensación es una de las cosas que llegan a hacerte llorar.
–Muchas veces lloro por eso, por sentir impotencia ante tanta mierda. A mí me encantaría tener la capacidad de desenmascarar a la gente. Si en Kill Bill la protagonista tardó cuatro años para meterle los dedos en el pecho y matar a su jefe, digo, uno tiene que prepararse para matar lo que le da impotencia. A mí me mata, no tolero, la falta de piedad de un ser humano hacia el otro. No entra en mi esquema de vida, y por eso me descoloca. Y quiero entender esa mente con tan poca piedad. Ese es el tema del vampirismo en los vínculos. Hay vínculos que te consumen, que te desangran. Hay que huir de eso.

–Lo bueno ahora es que arrancás de nuevo sabiendo lo que no querés, y sin miedo a decirlo.
–Digo muchísimo la verdad, ya no me preocupa. Estoy como Mirtha (risas). Antes pensaba mucho antes de decir algo: ahora denuncio. Ya no compro caretas, quiero seres humanos. Yo elijo quién se sienta en mi mesa. No me siento con cualquiera.

–Y lo esperanzador es que regresás con una historia que devuelve las ganas de creer en el amor.
–Yo creo en el amor. El tema es que hay que encontrar el par.

–A Harry.
–Y yo lo encontré. Ahí está. Me gusta. ¡Qué suerte que también encontré a Harry en la vida! A los 43, está más linda que nunca. Y se prepara para debutar en Mar del Plata, junto a Raúl Taibo como Harry. “El teatro es como desnudarse... y sin red”, confiesa.

A los 43, está más linda que nunca. Y se prepara para debutar en Mar del Plata, junto a Raúl Taibo como Harry. “El teatro es como desnudarse... y sin red”, confiesa.

“Me gustan los hombres sensibles y seguros de sí mismos. Detesto a los que juegan a ‘estoy casado con la más bella y busco afuera’ para probar así su masculinidad”

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“A las mujeres, en el sexo nos pesa el ‘cumplir’. Tenés que hacerlo para que ellos no lo hagan con otra, para mostrar que sos mejor que otra. Y hay que rechazar y alejarse de eso”

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