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No tienen marido, pero sí éxito

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Aunque tienen historias diferentes, a María del Carmen Valenzuela (45 años, ex de
Pichuqui Mendizábal) y Viviana Gómez Thorpe (48, ex de Oskar Blotta) las acercó una obra de teatro:
No seré feliz, pero tengo marido (en el Multiteatro). El unipersonal basado sobre el libro de Gómez Thorpe habla -con humor y acidez- de las desventuras femeninas frente a maridos machistas y despóticos.
GENTE las juntó. Esto dijeron.

-Ninguna de las dos, hoy, tiene marido. ¿Son felices?
Viviana: -No tengo marido, pero soy feliz. Creo en el matrimonio, pero ya está: ya cumplí con la patria. Estuve casada 27 años…

-Pero hay matrimonios que duran medio siglo…
V.: -Están podridos, pero no se separan. No se hablan, no se miran. ¡Es tan corto el amor y tan largo el matrimonio!
María: -El matrimonio es aburrido. Pura rutina.
V.: -Es antinatural: es lo que le conviene a la sociedad para que nazcan los hijos. El hombre siempre la tuvo más clara porque tiene sus permisos.
M.: -Estuve casada veinte años. Ahora que no tengo marido descubro que realmente soy yo, y hago lo que me gusta. Tengo libertad. ¡Tener que esperar al marido para cenar! Cuando él llegaba, yo estaba para dormir… Para estar con alguien, los dos tienen que tener ganas. Y no porque lo diga una libreta.

-¿Volverían a formar pareja?
M.: -No, para nada. Con cama afuera, sí.
V.: -Mi marido y yo fuimos felices hasta que nos casamos. Pero hoy podemos hablar así porque tenemos independencia económica. Si no, el hago lo que quiero, ¿sabés dónde te lo metés?

-¿La convivencia siempre mata al amor?
M.: -Es un asesino serial que mata la fantasía, el romanticismo, y al final, el amor.
V.: -El éxito de una relación siempre cae sobre las espaldas de una mujer. Es la que más cede.
M.: -En mi caso no fue así. Es tu caso…
V.: -Porque vos tenés mucho carácter.
M.: -Tengo independencia desde los ocho años. Paraba la olla con mis viejos.
V.: -Es el caso de muchas. ¿Qué te decían tu mamá, tu tía y hasta tu padre cuando vos les contabas que tu marido te metía los cuernos? "Aguantá, ya va a pasar."
M.: -O "Mirá para otro lado, por los chicos".
V.: -Era el miedo de la familia a hacerse cargo de una mina que queda en banda.

-Viviana, ¿tu libro es tu autobiografía?
V.: -Sí. Pero como es humorístico, está escrito con exageración. Mi ex es un señor mayor con una edad mental de 6 años. Al principio podía resultar encantador. Pero no creció, y me cansé.

-¿No es una radiografía de pareja jurásica que ya no existe?
M.: -Es que ella se casó muy joven. Yo nunca fui sumisa.
V.: -Al poco tiempo me di cuenta de que la condición sine qua non para la relación era que yo hiciera ese papel. Me di cuenta en la luna de miel. Pero ya estaba embarazada…

-Algo debías admirar en él para aguantar tanto tiempo.
M.: -Sí: algo debía tener, el chabón.
V.: -Me enamoré de su cerebro. Es un tipo muy talentoso. Además soy muy familiera, y estaba emperrada en construir esa familia. Tuve dos hijos. Anselmo (hoy 27 años) y Luciano (25). Me separé hace un año y medio. Creo que el matrimonio es un divorcio inconcluso...
M.: -Y te pusiste el DIU. ¡Qué loco!

-Las mujeres tan sumisas, ¿no están en vías de extinción?
V.: -Yo no era geisha. Si duró tanto fue porque los dos estábamos enamorados de la misma persona: él.
M.: -Estuvimos casados veinte años (no es moco de pavo), pero con muchas interrupciones. El se iba una semana a un hotel, y el domingo yo lo acompañaba a sacar la ropa y volver a casa. Tenemos tres hijos (Malena, 18; Julián, 12; y Juan, 10), pero volvíamos por nosotros, no por los chicos.
V.: -Yo alguna autoridad tenía: no hacía siempre lo que él quería. Pero era muy autoritario. Conmigo y con los chicos. Hasta que me pudrí. Fue una separación amistosa: él trabó amistad con una chica veinte años menor que yo, y yo reforcé mis lazos amistosos con mi terapeuta. 
M.: -¡Qué vicioso, el hombre! Andaba con un frasco de Viagra…
V.: -Supongo que en el pasado también lo usó, pero lo disimulaba bien. Era un hombre de su casa y de su familia: llegaba a las seis de la tarde. Cuando le hablé de su infidelidad, se puso furioso. Lo negó muy cocorito, pero se pisó. Fue patético. Pero le bajé el copete.

-María, ¿en qué te parecés a la protagonista de la obra?
M.: -En nada. Traté de llevar mi matrimonio adelante, pero…
V.: -En la obra no se te nota. Cuando él te reta, vos temblás toda.
M.: -Porque estoy en tu piel, Viviana. Mamé la esencia del libro.
V.: -Y si nunca me animé a un triángulo amoroso…, es porque siempre fui una bestia en geometría.
M.: -Nosotros convivimos un año y medio sin legalizar. Mis viejos no lo soportaban. Al final, nos casamos. No me tomé la boda con la misma emoción que él, porque soy actriz: ¡me casé setenta veces por tevé!

-¿Era celoso?
M.: -Intentó hacerme una escena porque yo me besaba con un galán de telenovela. La madre metió un chiste típico de suegra:
"Ay, nena, ¿no te da vergüenza besarlo a Arturo Puig estando tu marido acá?". Me paré con los brazos en jarra y le dije:
"Me conociste actriz, voy a seguir siendo actriz. Si te va, te va, y si no, te
vas"
. Desde entonces, cambió.
V.: -Yo no logré cambiarlo. Lo que hizo María es esencial, porque el primero que cede (el primero que le sirve al otro el desayuno en la cama) ya no puede volver para atrás.
M.: -Bueno, estabas con bombo y eras una pendex.
V.: -Nunca me casé, porque él era separado y entonces no había divorcio. Cuando hubo, decía: mañana, pasado… Me separé para darles un buen ejemplo a mis hijos.

-¿Todavía hay mujeres que abandonan su vocación para ser solo esposas?
V.: -Metiste el dedo en la llaga. La condición era que yo abandonara mi profesión de periodista.
M.: -Grave error. Ni por mis hijos aguantaría una relación así.
V.: -A mí se me notaba, y vivía p... Pero soy hija de padres separados, y traté de corregir eso con mi matrimonio: hacer todo lo posible para que la familia siguiera unida. Aún lo creo. Pero hoy no hay paciencia, y eso tampoco es bueno. Debo ser una romántica.
M.: -Yo soy romántica. Cuando estoy enamorada, entrego todo. Pero hoy, él en su casa y yo en la mía.

-¿Los tipos grandes y sólidos prefieren a las de 20?
V.: -Es competencia desleal. No podemos competir con el traste parado de una de 20. Yo no compito.
M.: -Yo tampoco. Tengo los deterioros de los 45 años, y bien llevados.
V.: -¿Sabés por qué se pudren muchos matrimonios longevos? Porque la mujer ya sabe lo que quiere. Mientras sos chiquita, te dejás conducir, sos una alumnita embobada. Cuando intentás ser un par, se pudre todo. Los tipos grandes salen con una
pendex para mostrarla. Y ellas, para ligar un departamento.

-¿Algunas mujeres aceptan un segundo plano por comodidad?
V.: -Si vos te dedicás al hogar y no sabés cómo ganarte el mango, tenés miedo. Los tipos, aunque seas doctora en física nuclear, te quieren en segundo plano. Ya cumplí: tuve un hijo, escribí un libro, y ¡planté un marido!
M.: -A veces ellos están un escalón más abajo, y una les hace creer que están más arriba. Porque una es madre…
V.: -Esta libertad que tenemos es una amarga conquista: nos deja infartadas, fumadoras, drogadictas, alcohólicas.
"¿Querías ganar, salir? Pero cuando yo llegue a casa, que no se note", te dice él, aunque no lo diga.

-¿Les molesta que las llamen feministas?

M.: -No soy feminista. Adoro al sexo opuesto. Pero no lo quiero tan pegado.
V.: -Si ser feminista es estar en contra del machismo, soy feminista.

-¿Por qué, después de separarse, las mujeres se hacen cirugías?
M.: -Siempre estuve a favor de la cirugía. Aun casada. Es como empezar una vida nueva.
V.: -Para verte apetecible. Porque después de muchos años de matrimonio, para el otro sos invisible. Cuando me separé, corrí a comprarme la autoestima.

-¿Hoy están en pareja o enamoradas?
V.: -No, actualmente, no. Pero estuve, y mucho.
M.: -Yo también estuve enamorada después de separarme, y también se terminó.
V.: -A mí me encanta el sexo. Lo malo es que el sexo… viene adosado a una persona. Pero vivir sin un hombre no quiere decir vivir sin un sexo.
M.: -El enamoramiento es fantástico. Llamarlo por teléfono y decirle: "¿Qué hacemos, nos vemos o no nos vemos?".
V.: -A mí me tara.
M.: -Pero después baja. No digo que del todo, pero baja.

-¿Ustedes son medio rayadas?
M.: -Sí. Empecé a analizarme en el 99, al darme cuenta de que me estaba dañando. Me corté una mano: ese fue el detonante. Lavando un vaso de agua, metí el trapo con mucha fuerza y lo partí.
V.: -Estar rayado es que te pasen esas cosas y no vayas al analista. Me analicé muchos años. Pero desde que me separé, nunca más.

-¿Convivir con ustedes es fácil?
M.: -Conmigo, nada fácil. Lo tengo claro y asumido.

-¿Son malhumoradas?
M.: -Sólo a la mañana, cuando me despierto. No tienen que hablarme. Pero después de la ducha soy un cascabel.
V.: -A la mañana soy recascarrabias. El se quejaba porque yo era muy estructurada. Es verdad: pretendía enterarme de lo que había en la cuenta bancaria, que él no saliera con otras, tener algún orgasmo. Una verdadera hincha. Me salvó el sentido del humor.
M.: -Lamentablemente, en mi casa llevo los pantalones y la voz cantante. Otro pantalón más no cuajaría.

-¿Cómo se ven dentro de quince años?
V.: -Viviendo en Aruba y cuidando perros. Mi ex decía que yo quería más al perro que a él, y quiero darle la razón.
M.: -No sé qué va a pasar mañana. Me veo con Pichuqui en una playa, mirando el mar juntos. Y nuestros hijos de visita con nuestros nietos.
V.: -¡Pero ésta la quiere toda completa!
M.: -Eso es hoy. No tengo la bola mágica…

-¿Por qué no están juntos hoy?
M.: -Porque, por inercia, volveríamos a caer en los mismos errores. Ya lo intentamos, y no va.
V.: -Yo también soñaba con ver a mis nietos del brazo de mi marido. Invertí años en esa cruzada. Pero, bueno: hay que casarse por lo menos una vez para saber de qué de trata. Después te podés volver a casar a los 70, para que te curen el resfrío. Y en el medio, ser feliz.

por Renée Sallas
fotos: Christian Beliera
producción: Inés Azumendi
maquillaje: Miriam Mur y Pancha Guzmán para Susana Noguera
Aunque tienen historias diferentes, a María del Carmen Valenzuela y Viviana Gómez Thorpe, las acercó una obra de teatro: <i> No seré feliz, pero tengo marido</i> (en el <i>Multiteatro</i>).

Aunque tienen historias diferentes, a María del Carmen Valenzuela y Viviana Gómez Thorpe, las acercó una obra de teatro: No seré feliz, pero tengo marido (en el Multiteatro).

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"Soy muy romántica. Pero el pegoteo y la rutina matrimonial me matan" .

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"Ya cumplí con la patria: tuve hijos, escribí un libro, ¡y planté un marido!"

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