“No sé si soy una estrella, pero tengo menos tiempo… ¡y más guita!” – GENTE Online
 

“No sé si soy una estrella, pero tengo menos tiempo... ¡y más guita!”

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Lo de Coti, cabe aclarar, no es el invento de algún ejecutivo discográfico muy despierto. Es el fruto de la búsqueda de este tipo –nacido en Rosario, 32, criado en Concordia por papá Zuly y mamá Mecha, devuelto a Rosario para estudiar música, y en pareja con su chica, Valeria, “hace bastante”–: la canción popular más o menos perfecta. Esta mañana y otros cuentos, su último disco, y además en vivo, fue doble platino en España, oro en México, y roza el oro acá, más un par de premios, como el Gardel, al mejor chico pop. Precisamente, el disco tiene eso de sobra: canciones populares más o menos perfectas.

Coti –Roberto, bah–, se fue de acá hacia España cuando Buenos Aires ardía, diciembre de 2001, pero no en plan fuga: ya estaba todo saldado desde antes. La idea era ser un cantautor por mano propia. Ya había producido a Turf, a Javier Calamaro, y en Honestidad brutal, el gran disco de Andrés Calamaro, colaboró con su alta logística. OK, Coti se fue, y en la Argentina y en simultáneo sonaba Color esperanza, cantada por Diego Torres: el himno nacional después de las llamas, de la reconstrucción, con firma de Coti junto a Cachorro López, –ex Abuelo de la Nada y otro crack de la producción–. Después, algún hit para Paulina Rubio, o producir a la mexicana Julieta Venegas, con su ritmo divino. Eso: Coti como hitmaker. Ni él sabe qué es, o si es exactamente un hacedor de bombas para el ranking. Simplemente, lo hace. El, un pibe que sacaba temas de Silvio Rodríguez con su viola criolla…

–Doble platino en España, disco de oro en México, estás al borde del oro acá, pero, ¿qué hace falta para romperla en tu propio país?
–Creo que, en principio, estar un poco más de tiempo acá. Como en todos los países, los territorios en que trabajás, es todo cuestión de tiempo, y en los últimos cuatro años no estuve mucho que digamos. De todas maneras, siento como que el camino va funcionando…

–Aterrizaste en España justo después de la devaluación, cuando se fue todo por los caños. ¿Sentís que tu música fue un blues para los exiliados?
–No sé, puede ser que haya sido como un referente en ese momento, ¿no? Al principio, el público de allá era, en gran parte, argentino, pero el noventa por ciento que va ahora es español. Sí, puede ser que de alguna manera la gente se aferre al compatriota que siente cerca. Van con banderas, camisetas de la Selección, re-emocionados. Cuando estás lejos, es bueno tener referentes que influyen en la cultura del país donde fuiste a parar. La última gran oleada de emigración argentina influyó mucho en la cultura española, y mi último disco es un reflejo de eso… Soy uno de los artistas que más vende y más suena en las radios de allá, y soy argentino.

–Vamos al gran ejemplo de tu música: Color esperanza. ¿Qué te pasó cuando Torres fue a cantarlo frente a Juan Pablo II?
–Fue emocionante, más allá del hecho o de la figura del Papa, porque no soy muy creyente. Pero lo más impresionante fue ver a setecientas mil personas cantando una canción que yo escribí. Fue en Cuatro Vientos, un aeropuerto gigantesco de Madrid, en un festival, y las canciones conectaron a todos…

–Trabajaste con Calamaro en Honestidad brutal. El otro argentino adoptado por España, cabe decir.
–Se grabaron cien canciones y terminamos con treinta y siete. Fue un laburo que hizo él, y que se fue dando muy naturalmente. Yo trabajé con Javier, su hermano. Le había producido sus tres primeros discos, y en Pampa del Indio grabé una canción con Andrés. A raíz de eso, cuando vino la gira de Alta suciedad, nació Honestidad brutal. Fue una experiencia alucinante: es uno de los grandes discos rock de este país.

–Se nota una influencia de Andrés. Tenés una voz parecida, un poco más aguda. En el dúo que hiciste con él, Nada de esto fue un error, hay que parar la oreja para distinguir.
–Sí, yo creo que Andrés, Charly, los grandes de acá, influyeron a toda mi generación. Aparte, lo admiro mucho. Pero es así como me sale. No me interesa reprimirlo. Y así se fue decantando mi propio sonido...

–Con tanto disco vendido, ¿te gustaría terminar con el rótulo de estrella pop?
–No sé muy bien qué es eso. Me da igual. ¿Si me convertí en una estrella pop? No sé. Lo único cierto es que tengo menos tiempo, más trabajo… ¡y más guita! Empecé de muy chico, y cuando uno va viviendo un proceso, las cosas no te shockean. No es que nunca hiciste nada y vendés doscientos mil millones de discos, no. Lo mío fue un camino normal. Largo y normal.

–Ahora, más que un creador de hits (Nada fue un error, sin duda, fue el del verano), ¿no preferís verte como un creador de canciones memorables?
–Sí, por supuesto. ¡Obvio! Para mí es eso. Los hits mueren al mes, pero hay canciones mías que tienen cinco años y siguen sonando en las radios. Eso es hacer canciones populares.

–Otra cuestión es tu versatilidad: podés trabajar con Paulina Rubio, o con Julieta Venegas.
–Yo te digo una cosa: la música popular es una. No creo en las barreras. Lennon, Cobián y Cadícamo y Tom Jobim están hechos de la misma madera. Laburaban con los mismos preceptos que nosotros: buenas canciones, con buenas letras y con buena melodía. Punto. La canción, como género, es una forma clásica.

–Verso, puente, estribillo. El viejo formato.
–La canción popular es eso. El secreto lo tenés ahí… ¡porque no hay secreto! Está a la vista. El secreto real lo tenés en la cabeza, en la conexión con el universo, y en tu talento.

–¿Y para el futuro? ¿Qué querés? ¿Más oro y más platino?
–¡Obvio! ¡Ojalá haya más platino!

–¿De qué te sirven?
–Para adornar el estudio. O para adornar el baño… Eso se lo copié a Fito: los discos de oro los puso en el baño, y yo también. Pero no es algo despectivo: son como el reflejo de esa conexión que uno hizo con un montón de gente.

–¿No te tienta más terminar en la memoria colectiva, en el cancionero popular, en el gran ranking de todos los tiempos y todas las personas?
–¡Ojalá otra vez! Es medio difícil, pero a mí me gustaría ser un clásico. Que cuando un pibito diga “quiero un clásico”, agarre un Coti. Uno, dos ¡o cinco!

Ganó en los dos frentes: como compositor y como cantante. “<i>El éxito no me desvela, pero tampoco me molesta que sigan llegando premios</i>”, dice. Vive en Belgrano, en una casa, y tiene el mismo modelo de viola acústica –una Epiphone– que usaba John Lennon.

Ganó en los dos frentes: como compositor y como cantante. “El éxito no me desvela, pero tampoco me molesta que sigan llegando premios”, dice. Vive en Belgrano, en una casa, y tiene el mismo modelo de viola acústica –una Epiphone– que usaba John Lennon.

Coti en vivo, grabando Esta mañana y otros cuentos, su gran disco vendedor, junto a sus amigas Paulina Rubio y Julieta Venegas –con las que trabaja regularmente– .

Coti en vivo, grabando Esta mañana y otros cuentos, su gran disco vendedor, junto a sus amigas Paulina Rubio y Julieta Venegas –con las que trabaja regularmente– .

Se llama Roberto, está en pareja con Valeria (“<i>hace bastante</i>”, según sus propias palabras) , vive en España y es un hitmaker.

Se llama Roberto, está en pareja con Valeria (“hace bastante”, según sus propias palabras) , vive en España y es un hitmaker.

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