“No se puede comprender a un país si se ignora su historia sexual” – GENTE Online
 

“No se puede comprender a un país si se ignora su historia sexual”

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Pecar como Dios manda – Historia sexual de los argentinos. Objeto: libro. Señas particulares visibles: tapa metalizada. Autor: Federico Andahazi (44), psicoanalista R.E.: (Retiro Efectivo). Desde El anatomista (1997, su primera novela, traducida a treinta idiomas), que vino con un escandalete bajo el brazo, pero también con mucho pan…, transcurrieron siete más que lo instalaron en el Monte Parnaso de los tres autores patrios que más venden. Escenario: su reciclada, enorme y bellísima casa de Villa Crespo. Día y hora: jueves, atardecer. El libro, sobre la mesa, brilla extrañamente según desde el ángulo en que se lo mire. Reverbera, y la mujer astutamente semidesnuda que lo preside parece moverse, sensual. Le digo que “este libro es como el sexo: atrapa, es imposible soslayarlo, encierra placeres infinitos…, pero también historias atroces”. Asiente. Sugiero empezar la charla:

–Pequemos, Federico…
–Pequemos.

–Pero no en la misma cama.
–No; quédese tranquilo.

–¿Por qué este libro?
–Porque no sólo es una investigación sobre nuestra historia sexual. Como cualquier libro, es sexo en sí mismo.

–Explique.
–Leer un libro es un acto sensual. Un libro tiene cuerpo, se abre, se recorre como un cuerpo humano, se duerme con uno, amanece con uno, y hasta debe pasar la prueba de la mañana siguiente: ¿seguirá enamorándote, o…?

–La investigación abarca desde los orígenes remotos del país hasta la Revolución de Mayo. ¿Por qué ese corte?
–Porque seguirá en dos tomos más: desde la Revolución de Mayo hasta 1930, el golpe militar de Uriburu, y desde Uriburu hasta hoy.

–¿Cuál fue el disparador?
–Fueron dos. La premisa de que la historia de una nación sólo puede comprenderse si se conoce el entramado de relaciones sexuales que la gestaron, y el gran vacío de información que hay en la Argentina sobre ese punto. Poca, dispersa y muy oculta. Algo muy raro en una sociedad que vive obsesionada por su origen y por su identidad. Pero hubo un tercer disparador, y muy lejano…

–¿Cuán lejano?
–Sucedió en Turquía, adonde viajé para presentar la edición local de una de mis novelas. Leí una formidable historia sexual de los otomanos, sus sultanatos, sus harenes, la distribución de las mujeres en función de la política, y entendí más al pueblo musulmán que leyendo cien tratados.

–¿En qué plan entramos nosotros?
–En el plan de conquista de España. Que no fue sólo de dominación social y política: fue también de dominación sexual.

–¿Cómo y por qué?
–Decidieron el mestizaje, la mezcla de colonizadores con nativas, para que la sangre española se extendiera, pero los hijos nacidos de esas uniones no tenían derecho a la herencia. Una estrategia política de proliferación, pero asegurando que el poder quedara siempre en pocas manos, en la aristocracia.

–Pero el sexo es un hecho privado e individual. No parece posible encuadrarlo en planes políticos.
–Es altamente posible. La sexualidad de los individuos carga con la herencia de conductas impuestas a lo largo de la historia.

–¿Hay un ejemplo rotundamente argentino de ese fenómeno?
–Más que rotundo. Hoy tenemos una presidenta, pero eso no hubiera sido posible si Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868) no hubiera dado la primera gran batalla por los derechos de la mujer. En ese tiempo, los padres, por intereses económicos o políticos, decidían con quiénes se casaban sus hijas. Pero Mariquita llevó a juicio a sus padres para casarse con el hombre que amaba. La historia la frivolizó, la fijó en una estampita…

–Sí: la señorita que cantó el himno por primera vez, el 14 de mayo de 1813.
–… pero fue una heroína.

–¿Cómo fueron las relaciones mucho tiempo antes de la Colonia?
–Muy diferentes. Las mujeres de las culturas incaicas del noroeste argentino tenían gran poder de decisión, y lo mismo sucedía en la Patagonia. Eran matriarcados. Pero después llegó la venganza de los hombres: despóticos, las apaleaban, las trataban brutalmente, y a partir de entonces la sociedad se tornó muy agresiva contra ellas.

–Ya que nombró a la Presidenta, y en este contexto, ¿qué espera de ella?
–Que en materia de poder no cambie de sexo. Que no lo masculinice, que lo feminice aun más…

–¿Qué otra sorpresa sexual nos regala el pasado?
–Ciertas cosas que no se explican por lo que sucedió, sino por lo que pudo haber sucedido. En una carta, Sarmiento cuenta que una tarde, mientras conversaba con Mariquita Sánchez de Thompson, dejó de oírla, empezó a mirar su cuerpo… y tuvo una erección que su pantalón, muy ajustado, no podía disimular. Y al final de la carta confiesa: “Estuve cerca de violarla”. No lo hizo, pero, ¿qué hubiera pasado si lo hacía? A todo esto, Mariquita tenía setenta y cinco años, y Sarmiento andaba por los sesenta. Como se ve, Sarmiento no era sólo la espada, la pluma y la palabra…

–Saltemos unos años. Hablemos de hoy. Híper sexismo, híper exposición pública de confesiones de sábanas, de tamaños de pene, de frecuencias de cama, de cuernos… ¿Qué significa?
–Puro show…

–Como dice el refrán, “Dime de que alardeas y te diré de qué careces”.
–Absolutamente cierto. En el fondo, nada cambió. No hay nada nuevo. En la Colonia, e incluso antes de la conquista, había travestis, y pasión por ellos. Las pampayrunas eran unas sacerdotisas que brindaban servicios sexuales. Sin embargo, para espanto de los españoles, debajo de sus ropas, aquellas damas de anatomía tan femenina… tenían inequívocos atributos sexuales masculinos. Y hay más…

–¡Epa!
–El delivery de juguetes sexuales, hoy tan en boga, estaba vigente en la Colonia. Excavando en lo que fueron las casas de algunas familias porteñas tradicionales, aparecieron unas porcelanas francesas que, miradas a contraluz, mostraban escenas pornográficas, consoladores de porcelana que se llenaban con agua caliente, y otros, de madera, hechos por un carpintero de San Telmo, y por encargo. No había pizza, pero sí delivery. Nada nuevo bajo el sol…

–Para novedades, los clásicos.
–Ni más ni menos. Si creemos que el exhibicionismo sexual de hoy es una etapa superior a la sexualidad de los griegos o de los pueblos precolombinos, estamos equivocadísimos. En realidad, cuando tanto se muestra… no se hace más que ocultar otras cosas. Y el exceso de exhibición, lejos de erotizar, es la negación del erotismo.

–¿Cómo juzga el monstruoso crecimiento de las violaciones? ¿Qué significa?
–Violación es violencia. Hay un altísimo grado de violencia en el modo de operar. Pero no sólo en materia de sexo. Existe en el fútbol, en las peleas callejeras por problemas de tránsito, en casi todo.

–¿La marca de una sociedad exasperada?
–Absolutamente, sí. Pero tampoco es nuevo. La diferencia es que antes las violaciones no se denunciaban, y si se denunciaban, a la mujer violada nadie le creía. Es más: había violación dentro del matrimonio; el hombre usaba a su mujer cuando se le antojaba, y no se consideraba delito. Incluso había casos de violación de hombres contra hombres. De todo eso casi no hay registros. Un hombre tenía que ser muy valiente para admitir que lo habían violado.

–Bien. Ya es de noche. Podemos dejar de pecar. Aunque en realidad, deberíamos empezar ahora. Noche y sexo se llevan mejor.
–No crea. Nuestros antepasados también aprovechaban el día…

“<i>El delivery de juguetes sexuales estaba vigente en la Colonia. Excavando en lo que fueron las casas de algunas familias porteñas, aparecieron consoladores de porcelana que se llenaban con agua caliente</i>”, asegura Andahazi.

El delivery de juguetes sexuales estaba vigente en la Colonia. Excavando en lo que fueron las casas de algunas familias porteñas, aparecieron consoladores de porcelana que se llenaban con agua caliente”, asegura Andahazi.

Blas, de un año y medio; el pater familiis; Aída, su mujer, artista plástica, y Vera, la primogénita. “<i>Pecar como Dios manda es artesanal y familiar: investigué, escribí, y Aída eligió la imagen de tapa y me sacó la foto de la solapa</i>”.

Blas, de un año y medio; el pater familiis; Aída, su mujer, artista plástica, y Vera, la primogénita. “Pecar como Dios manda es artesanal y familiar: investigué, escribí, y Aída eligió la imagen de tapa y me sacó la foto de la solapa”.

Andahazi, y al fondo, decenas de tapas de todos sus libros traducidos en el extranjero. Algunos, a treinta idiomas, como El anatomista.

Andahazi, y al fondo, decenas de tapas de todos sus libros traducidos en el extranjero. Algunos, a treinta idiomas, como El anatomista.

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