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"No sé cómo pagarles todo esto"

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Y ahí estaba el Diego, con toda su ilusión a cuestas, al volante de una 4x4 negra, camino del estadio. El, justamente él, se hacía una pregunta: ¿Saldrá todo bien? ¿Se llenará la cancha?

-Vas a ver que sí -le contestó Guillermo Cóppola, sentado a su lado. Atrás, el doctor Alfredo Cahe asintió. Como Carlos, el custodio, que no abrió la boca pero soltó una breve sonrisa. 

Eran las 15:05 del sábado 10 de noviembre y sonaba Tambó Tambó en la camioneta. El hombre de las mil batallas, el que arrancó las alegrías más genuinas de un país que respira fútbol, el héroe de las multitudes, el que es más famoso que el Papa, el que genera la pasión que sólo pueden provocar un puñado de elegidos, el mejor futbolista de la historia según el veredicto de hinchas de todo el mundo, manejaba por Puerto Madero rumbo a La Bombonera y se preguntaba cómo le respondería la gente. Por la televisión, había visto claros en las tribunas y eso lo había preocupado. 

Ya en el estadio, se encontró con Claudia, Dalma y Gianinna. Besos y abrazos, rápido ingreso al vestuario local. El DT Marcelo Bielsa permitió que sólo entrara Diego, así que la comitiva se quedó en la antesala. Entonces, retumbó el grito:

-Olé, olé, ole, olé/Diegooo/Diegoooo.

Era la bienvenida de los jugadores de la selección. Enseguida, el Diez salió del vestuario.
"Dalma, sacame los ojos", pidió. Entonces su hija mayor le quitó los lentes de contacto celestes. Después, se cambió y fue con sus compañeros al túnel. Ahí se encontró con sus amigos del equipo de las estrellas, que se le tiraron encima. "Vamos, Diego", "Fuerza, Diego", le decían. En tanto, Dalma y Gianinna le colocaron la cinta de capitán. Y salió a la cancha.

Lo que siguió fue la más memorable fiesta que haya transcurrido en un estadio argentino. El Diego, más que nunca, fue de la gente. Poco importó el partido, que terminó 6-3 a favor de la selección. Lo que de verdad importaba era el homenaje. Que nació, como debía ser, de la multitud. Y que llegó al punto culminante cuando desde la Doce partieron los fuegos artificiales que hicieron que Maradona se acercara caminando desde la mitad del campo, en una escena que ya se ganó su lugar en la historia: el llanto de Diego mientras se lleva la mano derecha al corazón, el llanto de miles de almas en la cancha y el de millones que lo veían por televisión. 

Luego, vinieron las inolvidables palabras de Diego:"Esto es demasiado, es mucho más de lo que uno puede esperar. A la hinchada de Boca, a todos los argentinos, no sé con qué pagarles. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y hacerlos felices a ustedes. Ojalá no se termine nunca este amor que tengo por el fútbol… Esperé tanto este partido y ya se terminó. Pero yo quería que no se terminara nunca. El fútbol es el deporte más lindo del mundo.
Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha… Por último, quiero dedicarles estas emociones a Dalma y a Gianinna, que son mis ojos, mi alma. Les pido por favor: que este amor no se termine nunca. Los quiero muchísimo”

El último acto fue la vuelta olímpica a paso lento y pura emoción. Ya otra vez en el túnel, Diego abrazó a Dalma y a Gianinna. “Esto lo hice por ustedes”, les dijo. Los tres lloraron abrazados. El
Diez, muy cansado, se apoyó en sus hijas hasta llegar al vestuario. 

Maradona le regaló los botines al Turco Omar Asad, y las medias, las canilleras y el pantalón a Fernando Pandolfi, también jugador de Vélez, que le envió una camiseta de su club junto a una carta cuando Diego estuvo internado con riesgo de muerte en enero del año 2000. La de la selección se la había obsequiado a Guillermo Cóppola en pleno partido. “Por su incondicional
amistad”
, explicaría después. Y es el propio Cóppola quien cuenta: “En estos 22 meses que pasamos en Cuba
nuestra relación se ha hecho más fuerte. Y a algunos que dudan de si a Maradona le hace bien o no que yo esté a su lado, les digo que subestiman a
Diego”

¿Cuál era el sentido profundo de la fiesta de La Bombonera? Acaso, nadie mejor que los jugadores, ex jugadores, técnicos y dirigentes para responderlo. Esto escribieron en el libro de firmas que abrieron los editores del ejemplar Homenaje a Diego A. Maradona en la cena del sábado en el
Hilton Hotel:

“En nombre de la FIFA quiero manifestarte nuestro agradecimiento por todo lo que has hecho por el fútbol y por todo lo que les diste a los niños” (El francés Michel
Platini)

“Diego, los dioses nunca mueren. Tú eres un dios vivo que palpitas en nuestros corazones. Gracias en nombre de Colombia y del mundo” (René
Higuita).

“Al más grande del mundo y mejor amigo” (Américo Gallego).

“El sueño colectivo de los argentinos parió al jugador perfecto y yo tuve la suerte de verlo de cerca. Fue hermoso, fue emocionante, fue grande, fue Diego” (Jorge Valdano).

“Estoy muy a gusto en la Argentina, en tu casa. Y no olvidaré tu fútbol nunca en mi vida. Diego Armando Maradona Nº 1”
(el croata Davor Suker).

Gracias por la magia y por hacernos soñar despiertos” (Juampi Sorín).

“Nunca imagine este momento, pero siempre seguirás en mi mente como el más grande en lo que más disfruté” (José
Pekerman).

Por si faltaran reconocimientos, esto le decían otros jugadores a GENTE:

“Diego se merecía una fiesta como la que se vivió aquí” (el alemán Lothar
Matthaus).

“Me siento un privilegiado por poder compartir esta fiesta con el mejor del mundo” (el búlgaro Hristo
Stoichkov).

“Estoy contento porque pude estar presente en el momento más importante en la vida de un amigo. Verlo caminar con sus hijas tomados de la mano es algo que quedará grabado en mi mente” (Enzo
Francescoli).

Si quienes mejor interpretan lo sucedido son sus compañeros del fútbol, los que más gozaron de la fiesta son
los 55 mil hinchas que pudieron decirle gracias en una Bombonera repleta. Por eso, otra vez en la 4x4, de regreso al
Hilton, relajado, feliz, la confesión de Diego a GENTE: “Necesitaba sentir otra vez el amor de los
argentinos”
.

por Javier Avena, Alejandro Sangenis y Sergio Oviedo
fotos: Jorge Luengo, Maximiliano Vernazza, 
Diego Soldini, Fernando Arias, Carlos Alfano, 
Armando Rivas y Alejandro SantiagoY un día, como había prometido, Diego volvió a su templo, <i>La Bombonera</i>. Celeste y blanco, inmaculado y celestial, el más grande de todos los tiempos elevó sus brazos hacia la multitud de fieles. Luego vino el tiempo de derramar magia y emoción, risas y lágrimas, a las que no escaparon ni los más duros de <i>La Doce</i>.

Y un día, como había prometido, Diego volvió a su templo, La Bombonera. Celeste y blanco, inmaculado y celestial, el más grande de todos los tiempos elevó sus brazos hacia la multitud de fieles. Luego vino el tiempo de derramar magia y emoción, risas y lágrimas, a las que no escaparon ni los más duros de La Doce.

Ahí están, como siempre. Son, claro, Dalma y Gianinna. O Las Nenas. Las que nunca, sin importar de qué lado caiga la moneda, lo van a traicionar, porque su amor -el de hijas- es el más puro que cualquier hombre puede conocer.

Ahí están, como siempre. Son, claro, Dalma y Gianinna. O Las Nenas. Las que nunca, sin importar de qué lado caiga la moneda, lo van a traicionar, porque su amor -el de hijas- es el más puro que cualquier hombre puede conocer.

Nube de humo, nube de gente, nube de fotógrafos. Maradona, junto a sus hijas, emerge desde el túnel para su homenaje y <i>La Bombonera</i>, que late como siempre, se emociona como nunca.

Nube de humo, nube de gente, nube de fotógrafos. Maradona, junto a sus hijas, emerge desde el túnel para su homenaje y La Bombonera, que late como siempre, se emociona como nunca.

Diego, conmovido, se acerca a la hinchada de Boca.

Diego, conmovido, se acerca a la hinchada de Boca.

En medio de la vuelta olímpica, Diego se lleva la mano al corazón. Ese mismo que lo empujó a tantas hazañas. Llora Diego, lloran los hinchas. Es amor.

En medio de la vuelta olímpica, Diego se lleva la mano al corazón. Ese mismo que lo empujó a tantas hazañas. Llora Diego, lloran los hinchas. Es amor.

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