«No sabemos si la separación es definitiva» – GENTE Online
 

"No sabemos si la separación es definitiva"

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La escena, unos meses atrás. El lugar, la chacra Yellow Rose, Barra de
Maldonado, camino a San Carlos, Punta del Este. El campo es grande: hay perros
galgos, weimaraners, comunes cuzcos, caballos. Hay arbustos, plantas, flores.
Hay rosas, sobre todo. El casco de la chacra, estilo Ranch (colonial
californiano) tiene una galería, y detrás, a manera de pared frontal, una
ventana gigantesca: un vidrio fijo que une casa y campo y cielo y horizonte. La
cama de la pareja, inmensa (king king size), mira hacia esa ventana, ese campo,
ese cielo, ese horizonte, y eso es lo que ve la pareja cuando despierta. El baño
de ella, la mujer, fue diseñado por el hombre a imagen y semejanza del baño de
una diva: espejado de piso a techo, para que ella vea multiplicada su imagen.
Como si cien cámaras la filmaran. Como una versión femenina de Jim Carrey en The
Truman Show. Algo más allá, su vestidor. Algo más allá del vestidor, una
antesala dominada por un cuadro. El cuadro, encargado por él a un pintor
uruguayo y urdido al estilo de Florencio Molina Campos, muestra a un polista de
prominente mentón, a caballo, y en ancas, una chinita: ella y él, claro… El
casco tiene más de un living, más de una chimenea, bodega -sólo vinos de alta
marca-, piscina. Afuera, un granero. Rústico por fuera, confortable por dentro,
para albergar a los hijos de él -adolescentes de 14 y 15 años- y uno que otro
huésped de los que nunca faltan. Lejos, al fondo, una tranquera eléctrica,
límite entre el refugio y la intimidad, y la nada. De día, ella, la diva, Susana
Giménez, descalza, cara lavada, simples jeans y blusa, ambula entre los perros y
las plantas, poda, fumiga, juzga la textura de las rosas. De noche, si el frío
aprieta, hay fuego, vino, copones para escanciarlo, y el hombre, también
descalzo, rasguea alguna melodía con su guitarra. No hay testigos: en noches
como esas, para quedarse solos, invitan a los peones a rumbear para el pueblo.

EL ADIOS. De pronto, hace poco más de treinta días, ella y él -Jorge Rodríguez-
decidieron el no va más, jurando que no hubo pelea, terceras personas,
traiciones, desencanto. Sólo un ambiguo conflicto que -explicaron- tenía que ver
con caminos diferentes, proyectos diferentes, crecimiento diferente, y que era
mejor un adiós inteligente de los dos -como reza cierto inteligente tango-, que
una larga agonía que acaso los llevaría a herirse. Después, ella habló desde su
casa de Barrio Parque y él desde Miami, pero sin agravios, sin facturas a
cobrar, sin sombra de rencor. Ni siquiera dijeron que ya no se querían:
prefirieron recordar cuánto les había costado construir su historia, qué
brillantes fueron esos seis años, y qué solos estaban desde el día en que ella,
por televisión -su mundo público- y ante millones, dijo: "La relación entre el
señor Jorge Rodríguez y yo está terminada
". Algo que tuvo mucho de frío
comunicado (del que ella, luego, se arrepintió), y que él prefirió trasladar a
la prensa con palabras muy diferentes: "Cuiden a la rubia. Yo me banco todo,
pero ella es muy vulnerable…".

POCO A POCO… Para ella, los primeros días en soledad fueron durísimos. "La gente
se me acerca, y con pocas palabras o ciertos gestos, parece estar dándome el
pésame",
dijo. Cada día, de ocho a nueve de la noche, en pantalla, fue la Susana Giménez de siempre. Pero después, y sobre todo de noche, y en su casona, y sin
más compañía que Jazmín, el vacío se le tornó insoportable. Eso, hasta hace unos
días, en que empezó a remontar la cuesta. Traducción: a encontrarse con sus
amigas de siempre. Teresa Calandra, Carmen Yazalde, Silvina Chediek, Lucía
Galán, Marcela Tinayre. Con ellas, ya en Four Seasons, ya en La Rosa Negra, su
discurso no cambió: "Odio que me miren con cara de 'bueno, así es la
vida'. Odio que me remuevan los recuerdos. Odio explicar cada vez que con
Jorge nunca hablamos, al separarnos, de amor ni de desamor. Odio insistir en lo
mismo: la nuestra fue una historia que siempre creció, que no abrió heridas, que
estuvo llena de detalles, de complicidad, de códigos, y que hay cosas que
seguimos compartiendo, aun a la distancia".


CRONICA DE UN WEEK END.
"La inspiración de la chacra, de Yelow Rose, es la
rubia
". La frase, de Corcho Rodríguez, muchas veces repetida, fue acaso el
primer paso para romper el pacto de no hablarse ni escribirse. Se sabe -GENTE lo
consignó en su nota anterior- que se cruzaron e-mails, y que en uno de ellos (el
más reciente), él incluyó la foto de un perro. Ella, al verla, lloró a toda
lágrima y le dijo: "Esto es un golpe bajo". El se defendió: "No. Esa foto
representa algo que los dos amamos, y las cosas que amamos vamos a compartirlas
siempre".
Y hubo más. Por ejemplo, este diálogo, en parte por e-mail y en parte
por teléfono:

Susana: -¿Vas a pasar a buscar tus cosas y tus trajes? (todo cuanto quedó en la
casa de Barrio Parque).
Jorge: -No quiero llevarme nada de tu casa. Odio a los tipos que van a la casa
de su ex a buscar sus cosas. Me parece una actitud de revancha, algo indigno. ¡Quemá
los trajes!
Susana: -¿Cómo voy a quemarlos? ¡Son veinte trajes de Armani! ¿Querés que los
ponga en unas valijas?
Jorge: -No quiero nada…

Segunda charla:
Susana: -¿Querés que me lleve la ropa mía que está en la chacra de Punta del
Este?
Jorge: -Como quieras. Pero esa casa está siempre a tu disposición.

(Nota: no mucho antes, Corcho le dijo a un amigo: "La rubia es la inspiración de
ese lugar. Jamás se me ocurriría ir allí con otra persona. Sin la rubia, la
chacra no tiene sentido…
").

Pero ahora, la historia se instala en el sábado 8 de noviembre. A las diez y
media de la mañana, Susana llegó al aeropuerto de Punta del Este, y una hora
después, tras un más que frugal desayuno -un jugo de frutas- se calzó un cup
negro, alzó a Jazmín y controló junto a un arquitecto las refacciones de la
cocina, caminando entre escombros y desplegando sugerencias. Luego volvió a la
casa, pidió un par de botas y se montó en un tractor para cortar el césped: el
mismo tractor cuya mitad de costo ella le regaló a Corcho para el último
cumpleaños. No fue todo: mientras avanzaba a campo traviesa imitaba el ruido del
motor con la boca, como los chicos cuando imaginan ser Michael Schumacher… Al
mediodía, descanso, almuerzo dietético y baño de sol al borde de la piscina, lo
más lejos posible de los fotógrafos que velaban sus armas desde el alba. Más
tarde, siempre con Jazmín a cuestas, le dio de comer a la docena de galgos y
atendió las plantas del vivero con mano digna de un floricultor nipón. Y ya al
caer el sol, luego de una larga y solitaria caminata, volvió a la casa para
esperar a Jorge, todavía en viaje desde Buenos Aires en su 4x4.
Ese mismo sábado, Rodríguez se levantó muy temprano y fue a Ezeiza para esperar
a su hermana menor, que vive en Manhattan hace dieciocho años y estará de visita
unas pocas semanas. Almorzaron en la casa de un familiar "porque no quiero que
un fotógrafo nos sorprenda, y después publiquen que me vieron con una chica.
Hasta en eso quiero preservar a la rubia
", le dijo a un amigo. Pero a las tres
de la tarde, en pleno café de sobremesa, Susana lo llamó por teléfono:

-Estoy en Yellow Rose. ¿Podemos vernos?
El le dijo a su hermana, recién llegada:
-Yo hago cualquier cosa que ella me pida.

Y montó en su camioneta. Buenos Aires-Colonia-Punta del Este. Llegó a
medianoche. Ella lo estaba esperando. Se abrazaron muy fuerte. ("Me emocioné
mucho al verla",
le confesó él a un amigo el lunes siguiente, ya en Buenos
Aires). En la mesa del comedor, claro, había un ramo de rosas amarillas: el
escudo de armas de la pareja.

Susana: -Son las de acá, de la chacra.
Jorge: -Seguro. Las cultivamos juntos, y me pediste que jamás faltara un ramo en
la mesa, ¿te acordás?

No fue el único "¿Te acordás?". Evocaron sus primeros días, los safaris
africanos (Susana le confesó que había estado mirando las fotos del viaje en su
casa), los restaurantes abiertos para ellos solos y explotando de rosas
amarillas, las complejas gambetas para eludir a los fotógrafos, los viajes a
Miami, los tours de compras… Y pasaron la noche juntos. ¿Con leños ardiendo y
copones de vino? Tal vez…

CONFESIONES DE IDA Y VUELTA. El lunes, frente a un amigo, él desgranó: "Fue un
encuentro conmovedor, sí. Realmente conmovedor. La inteligencia de Susana me
sigue asombrando. Y también su generosidad: está más preocupada por mí que por
ella. Me preguntó qué va a pasar con mi vida y cómo voy a crecer de ahora en
adelante… ¿Te das cuenta? Coincidimos en que extrañamos el humor, las largas
charlas, la complicidad que teníamos, todo. Los dos sentimos que el amor y el
respeto están intactos, pero que atravesamos una etapa de caminos diferentes, y
que no podemos seguir juntos porque corremos el riesgo de lastimarnos y
lastimar, justamente, lo que nos une. No discutimos si nos queremos o no:
discutimos el futuro y el camino de cada uno en ese futuro. No me preguntes si
hubo reconciliación: no necesitamos reconciliarnos, porque nos queremos".

El lunes, frente a una amiga, ella desgranó: "Hablamos, ante todo, de la
maravillosa relación que construimos, y en ningún momento planteamos cuestiones
de amor o de desamor: nos queremos, eso no se discute. Lo que está en discusión
es qué clase de futuro necesita cada uno. Jorge fue un hombre al que amé mucho,
quiero mucho todavía, y que me hizo muy feliz. Durante la semana, como los dos
tenemos nuestros rollos, obligaciones y trabajos, el tiempo pasa rápido. Pero
los fines de semana me parecen interminables, es vital estar con él, y a él le
pasa lo mismo. La presión de la prensa me obligó a decir por televisión algo que
no sentía: que la relación estaba terminada. Pero esto es un proceso, ahora
estamos viviendo una etapa de ese proceso, y no sabemos si la separación es
definitiva. En la chacra, esa medianoche, al verlo, me conmoví. Sentí que el
suelo temblaba bajo mis pies. Porque ese lugar es tan nuestro, tan nosotros dos,
que es muy difícil estar de a uno. Más que difícil: imposible…"
.

El lunes, él se quedó en la chacra, y ella, a las once de la mañana, tomó un
avión rumbo a Buenos Aires. Lunes. Los malditos lunes. Esos a los que aludió el
poeta César Lenzi, con música de Edgardo Donato: "De tarde, té con masitas / de
noche, tango y champán / los domingos té danzante / los lunes, desolación"
. Los
desolados lunes de los amantes.

por Alfredo Serra
desde Punta del Este: Miguel Braillard y Alejandro Barbieri
fotos: Leandro Montini y Maximiliano Vernazza
(enviados especiales a Punta del Este)

Susana en un cuatriciclón y Jorge a pie recorren el parque de la chacra y reviven, en larguísima y emocionada charla, los años que pasaron juntos. Cuando lo vi, me tembló el piso", confesó ella. "Me emocioné al abrazarla", confesó él.">

Susana en un cuatriciclón y Jorge a pie recorren el parque de la chacra y reviven, en larguísima y emocionada charla, los años que pasaron juntos. "Cuando lo vi, me tembló el piso", confesó ella. "Me emocioné al abrazarla", confesó él.

Al comando del tractor que le regaló a Jorge para el último cumpleaños, Susana recorrió el parque palmo a palmo y no dejó una brizna de césped más larga que otra. Sin maquillaje, lejos de las cámaras y vestida casi de paisana, se reencontró con la vida natural.

Al comando del tractor que le regaló a Jorge para el último cumpleaños, Susana recorrió el parque palmo a palmo y no dejó una brizna de césped más larga que otra. Sin maquillaje, lejos de las cámaras y vestida casi de paisana, se reencontró con la vida natural.

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