A los 12 años, cuando se enteró de que no había sido elegido para jugar en la selección juvenil de básquet de Bahía Blanca, se tiró en la cama y lloró durante dos h
oras. Pero ante su primer gran fracaso, se hizo fuerte y se juró ante el espejo de su habitación que les iba a demostrar a todos cómo se habían equivocado al excluirlo del plantel. Y Emanuel, el chico que nació con una pelota naranja en sus manos y que pasaba casi todo el día jugando con sus dos hermanos mayores -Leandro y Sebastián- en el club
Bahiense, se convirtió en el aluvión Ginóbili. En 1995 debutó en la Liga Nacional con Andino, pero sus primeros destellos de talento llegaron en 1997, cuando formó parte del equipo que jugó el mundial
Sub 22. Y ni hablar cuando se consolidó en su ciudad como la estrella del equipo de
Estudiantes. Sus destacadas actuaciones hicieron que varios clubes europeos se detuvieran en él, pero fue el italiano de Reggio Calabria quien en 1998 le realizó un contrato de 750 mil dólares por tres temporadas. Después, en 2000 pasó al Kinder de Bolonia, donde consiguió tres títulos en un año -la Euroliga, la Liga local y la Copa Italia- y fue considerado como el mejor jugador de Italia por dos años consecutivos.
Hoy, a los 25 años y a sólo dos días del inicio del Mundial en Indianápolis, Estados Unidos, este monstruo de 91 kilos y 1,98 metros, ostenta su flamante incorporación a los
Spurs de San Antonio por dos temporadas, una transferencia que engrosará su cuenta bancaria en casi tres millones de dólares y lo convierte en el tercer argentino en firmar un contrato garantizado con un equipo de la NBA. Esto le valió el elogio del
Secretario de Turismo y Deporte de la Nación, Daniel Scioli, quien destacó:
"Es muy importante el ejemplo de Emanuel porque hace que los chicos se inclinen por este deporte de gran importancia para el desarrollo físico. Así moviliza a miles de jóvenes en todo el país que a través del básquet comienzan a educarse en el ámbito
deportivo".
-Emanuel, te destacaste como el mejor jugador de Europa, hace apenas unas semanas firmaste para un equipo de la NBA y sos figura en la Selección. ¿Cómo hacés para controlar tantas emociones juntas?
-El secreto es no desesperarse, pero admito que es muy difícil. Por ejemplo, yo sabía que estaba todo arreglado para jugar en la NBA, pero cuando llegó el momento de firmar y de la presentación con la camiseta en el lomo, sentí el impacto de haber conseguido algo grande. Tal vez, lo más importante de mi vida. En un momento abracé a mi novia y le dije: "¡Primer objetivo cumplido!". Pero a las pocas horas ya estaba volando a la Argentina para incorporarme a la selección.
- Mostraron un espectacular desempeño en la gira, ya que ganaron 10 de los 11 partidos y conquistaron el cuadrangular de Detroit con un triunfo ante un combinado de los Estados Unidos. La pregunta es: ¿con qué expectativas llegan a la fase final?
-Estamos jugando muy bien, y cuando a eso lo acompañan los resultados, todo se simplifica. Pero un Mundial es otra cosa, porque todos salen y se juegan la vida. Por eso es importante estar concentrados y salir a ganar todos los partidos.
-¿Sos consciente de que por tus destacadas actuaciones todos los ojos están puestos en vos?
-Sé que eso es inevitable, pero no creo que las chances del equipo sólo dependan de mi juego. Tenemos un equipo donde son muchos los que pueden marcar la diferencia.
-La última: en 1967, en el mundial de Montevideo, la selección consiguió el sexto puesto, la mejor ubicación como visitante en la historia. ¿Este año se puede superar?
-Yo siempre dije que para estar contentos hay que meterse dentro de los seis, pero sé que cuando salgamos a la cancha vamos a pensar en el podio. No es imposible soñar con el título.
Su arribo al aeropuerto de Ezeiza después de firmar contrato con los Spurs.
Toda la delegación que intentará la hazaña en Indianápolis
