“No creo que la felicidad esté en el matrimonio” – GENTE Online
 

“No creo que la felicidad esté en el matrimonio”

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Quizás sea porque hace terapia desde su adolescencia. “Me mandaron a un psicólogo a los doce años”, define. O tal vez se deba a que tuvo un buen maestro que le marcó el camino correcto. “Dejá de sufrir, porque no es por ahí”, le dijo Julio Chávez en una clase de teatro, y ella extendió la lección más allá del escenario. A lo mejor, la causa es que vivió momentos realmente muy malos. “Ya pasó la etapa en que me moría de hambre y aceptaba cualquier laburo para comprarme comida”, dice sin dramatismo. O el motivo sea que adoptó el humor como forma de vida: “Con los años, descubrí que nada es tan grave, y que siempre hay un costado del que uno puede reírse”. Debe ser por todo eso que Maju (María José Lozano, 37 años), un día dio rienda suelta a su desfachatez, y al ver que el camino se allanaba, cultivó, sin dudarlo, todo su desparpajo hasta convertirlo en estandarte. “Soy mandada y bocona. Frente a cámaras me muestro tal como soy en la vida”, reconoce.

Actriz y conductora, aterrizó en la televisión burlándose de las convenciones de comportamiento y vocabulario establecidos como correctos: “Mi mamá muchas veces opinó que me zafé demasiado”. Pateó con fuerza los estándares mediáticos de la belleza femenina, con la suficiente comicidad como para basar un chiste en su propia celulitis y, así y todo, triunfar. Antidiva, independiente, espontánea, frontal, simpática y siempre bien intencionada, Maju está a punto de estrenar un nuevo programa, el primero pensado especialmente para ella como única conductora. Desde abril estará al frente de Amores ciegos (miércoles a las 22.30 por América), un ciclo que buscará formar parejas con un método fuera de molde. Curiosamente, antes de debutar en su nuevo rol de celestina, confiesa: “¿Mi estado civil actual? Separada. Estoy sola. Por eso armamos este programa, que en realidad es una mentira: es todo para mi propio beneficio. Voy a sentar a tres candidatos y elegir el mejor para mí”, bromea.

–¿Volviste al mercado de las solteras?
–(Ríe) Estoy en góndola y, por ahora, no en oferta. Volver a estar sola, luego de siete años de pareja, está buenísimo. Es muy distinto que a los veintipico… La adultez trae muchas cosas. Entre ellas, la calma. No soy del tipo de chicas que creen que la felicidad está en el matrimonio. Vivo relajada mi soltería. Y bueno, vendrá. Y si no, vendrán otras cosas. Descreo absolutamente del matrimonio. Soy hija de padres separados.

–¿Irías a un programa de televisión para buscar un candidato?
–Sí. Te digo más: tuve mil citas a ciegas, pero me fue mal en todas. Siempre fue por recomendación. “Tengo un amigo que te va a encantar”, me decían. Pero volvía con un “¿cómo es que pensaste que eso era para mí?”. Excepto una vez, que no estuvo mal, y terminé metida en una relación de tres meses con un señor separado.

–¿Cuál sería tu consejo frente a una cita a ciegas?
–Primero: siempre tener referencias de alguien que realmente lo conozca. Luego, pensar: “¿Qué es lo peor que me puede pasar? ¿Aburrirme? ¡Y bueno!”. Recordá siempre que en la primera salida es mejor no ir a cenar. Aceptás un café, o decís que tenés un cumpleaños y debés irte temprano. Una cena incluye charla, y entre la entrada, el plato principal, el postre y el café, puede llevarte dos horas… ¿Y si el tipo es un fiasco, qué hacés?

–¿Sos de las que creen que los cinco primeros minutos son definitorios para la conquista?
–Más allá de lo físico, que me tiene sin cuidado, enseguida una se da cuenta si hay algo o no. La primera charla y el primer contacto es lo que te queda y te refresca la calentura cada tanto: “Ah! Ya sé por qué me había gustado este chico” (ríe).

–¿Qué es lo más osado que hiciste para conquistar a un hombre?
–Una vez llamé por teléfono a uno diciendo que era otra persona. Me lo habían recomendado: tenía un currículum vitae herrrrmoso. Hice la típica confusión del número equivocado: “Yo marco bien, pero me atendés vos… No sé qué pasa”. Lo volví a llamar el mismo día, más tarde, pero me empecé a reír y él me reconoció enseguida. Hablamos comos dos horas. Me enganché y estuvimos un año sólo con charlas telefónicas.

–¿Un año? ¿Tanto tardó en animarse al encuentro?
–No, es que él estaba en pareja. ¡Resulté una patea nidos! (ríe). Una vez me dijo: “Si no nos vamos a conocer, no me llames más. ¡Hace un año que estamos hablando!”.

–¿Y se encontraron?
–El no me conocía físicamente. No sabía con qué podía encontrarse. Me senté y le dije: “No te asustes, pero no soy quien dije ser. No me llamo así, ni vivo en Santa Fe”. Para no pisarme, me había armado una historia paralela en un cuaderno con mi nombre: dónde vivía, nombres de hermanos, dónde había estudiado, nombres de calles y boliches de Santa Fe. Salí un par de veces más… Ahora somos amigos, porque una amiga mía se casó con su hermano.

–¿La fama atrae o espanta?
–Ahora me miran más. No por linda ni por fea, sino por conocida. No estoy buscando. Salgo a bailar para pasarla bien, no para ver si engancho algo.

–¿En el verano te fuiste sola de vacaciones?
–No, fui con Luciano (su ex), aunque la decisión de separarnos la tomamos en diciembre. Hicimos un intento y compartimos un hermoso viaje de separación a Tulum, Méjico. Hay mucho amor, sólo que por ahora no estábamos queriendo lo mismo.

–¿Qué querías vos?
–Hijos. Pero no era un deseo de los dos, y para mí la pareja estaba necesitando un paso más.

–¿En tu historia amorosa hay más rechazos o conquistas?
–Siempre reboté. El amor me costó mucho. Muy pocas veces me eligieron. Soy como una trabajadora del amor. Pero las cosas que cuestan mucho después se disfrutan el doble. E insisto, eh: hasta que no me doy la cabeza contra la pared no largo los remos.

–Si participaras en Amores ciegos, ¿qué voz te gustaría escuchar?
–La voz es importante... (piensa)... Ya que estamos, armemos un mix: la voz de Jorge Marrale, el cuerpo de Gonzalo Heredia, el humor de Fernando Peña… ¡Sería un monstruo! Tendría algo de Darío Grandinetti, un poco de Diego Peretti, otro tanto de Ricardo Darín y una dosis de Mex Urtizberea.

–¿Qué parte de Grandinetti?
–(Ríe) No hace falta aclarar más... Aunque si no podemos hacer el mix, con Marrale entero estaría bien. Desvergonzada, sin tapujos y sin novio que la cele, se anima a mostrarse más. Cambió el color de su cabello (lo aclaró bastante) y dice: “Volver a estar sola está buenísimo; es muy diferente que a los veintipico”.

Desvergonzada, sin tapujos y sin novio que la cele, se anima a mostrarse más. Cambió el color de su cabello (lo aclaró bastante) y dice: “Volver a estar sola está buenísimo; es muy diferente que a los veintipico”.

“¿Mi estado civil actual? Separada. Estoy sola. Por eso armamos este programa… En realidad, hicimos todo esto para beneficio mío: voy a sentar a tres candidatos y elegir el mejor para mí”.

“¿Mi estado civil actual? Separada. Estoy sola. Por eso armamos este programa… En realidad, hicimos todo esto para beneficio mío: voy a sentar a tres candidatos y elegir el mejor para mí”.

“Siempre reboté. El amor me costó mucho: muy pocas veces me eligieron. Soy como una trabajadora del amor. Pero las cosas que cuestan mucho después se disfrutan el doble...”.

“Siempre reboté. El amor me costó mucho: muy pocas veces me eligieron. Soy como una trabajadora del amor. Pero las cosas que cuestan mucho después se disfrutan el doble...”.

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