“No busco tranquilidad, sólo hacer lo que me gusta” – GENTE Online
 

“No busco tranquilidad, sólo hacer lo que me gusta”

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Si alguien se pone a preguntar dónde está Alfredo Casero, la respuesta podría ser: “En todas partes”. Algunos lo vieron el jueves pasado en la discoteca The Roxy, inaugurando la nueva temporada de las legendarias fiestas de Club 69. Unos días antes lo vieron en San Luis, montado en un tractor, cosechando alfalfa. La semana anterior, cuatro mil personas presenciaron dos shows en Uruguay. Y no faltan quienes aseguran que aún vive en Puerto Madryn… ¿Acaso alguien clonó a Casero y ahora hay cuatro dando vueltas por la región?

Nada de eso. Porque, salvo lo de Madryn, el resto es simplemente cierto. Y habría que agregar que tiene su búnker, hogar y centro de operaciones en pleno barrio de Agronomía, en la capital puntana, donde vive con su mujer y su pequeña hija, Minerva. A lo largo de los años, Alfredo Casero (44) desarrolló un singular método para estar siempre activo. Y lo bautizó The Casero Experimendo… “Es un multimedio personal –explica– que voy a mostrar por medio de un blog, entrevistas y shows. Me abandono a perder toda credencial que haya ganado por lo que hice antes. Lo convierto en lo que soy actualmente, y creo que la mejor forma para que quede asentada la comunicación es con la música que se toca en vivo”.

–¿Y cómo aparece esta nueva profesión? Dicen que sos El Rey de la Alfalfa…
–¡No soy el rey de la alfalfa! Soy el pobre tipo que se rompe el alma para que la alfalfa crezca. Y crece, pero el problema es cortarla, dejarla secar y que llegue a un punto exacto...

–¿Pero por qué San Luis y por qué la alfalfa?
–Surgió porque un amigo me vendió un campo en Traslasierra. Estaba seguro de que era en Córdoba… ¡Pero es del otro lado de la sierra, en San Luis! Qué tonto, ¿no? Es que es un lugar muy lindo. Pero no es simplemente un lugar, sino que forma parte del Experimendo.

–¿Qué pasó con tu casa en Madryn?
–Dejé un poco de ir al Sur. Se me llenó de bolsitas de polietileno el corazón. Me cansé un poco, porque es muy caro viajar hasta allá y tenés que pelear una plaza de avión con un europeo. Ya no pasa nada, porque mis amigos están todos ocupados trabajando en turismo.

–¿Qué era lo que te gustaba del Sur? ¿La tranquilidad?
–Nunca busco la tranquilidad, sólo hacer lo que me gusta. Lo que me llevó al Sur fue el mar, esa sensación de sentirse más del mar que de la tierra. Pero ahora hay demasiada gente, y hasta hay maldad en el guía turístico que para el micro en la puerta de mi casa para que saquen fotos. Aparte, lo que pude darle a Madryn, de corazón, ya se lo di.

–¡Pero eras como un ciudadano ilustre!
–¡Nunca fui un ciudadano ilustre! Por el contrario, siempre fui medio eyectado porque conseguía más repercusión para la ciudad que el empleado político que hacía gacetillas de prensa y no le daban bola. Pero ahora han cambiado demasiado las cosas para mi gusto. ¡No puedo terminar mi casa! ¡No consigo gente para trabajar, porque están haciendo hostels! Celebro que les vaya bárbaro, es una zona increíble, pero... me aburro.

–¿Es cierto que vas a volver a formar tu viejo grupo, la Halibour Fiberglass Sereneiders?
–Hay un sello discográfico que quiere que vuelva a hacer eso, pero yo no pretendo armar otra Halibour. Lo que sí me gustaría es poder tocar el último disco, Hiperfinits firulets. Es un álbum excelente, pero pasaron cosas muy raras cuando salió y quedó olvidado... Tengo en el alma un dolor muy grande por lo que hicieron con ese disco.

–Entonces, ¿cómo sigue tu carrera en la música?
–Ahora tengo que hacer un par de shows en un lugar grosso y reventar. Después me voy a Japón y vuelvo para hacer The Casero Experimendo, a partir de abril, los fines de semana en el ND Ateneo. Y a mitad de semana giro por todas las universidades del país, que tienen hermosas salas. Ahí voy a encontrar gente a la que le puedo traspasar la idea que tengo. Puedo equivocarme pero, como artista, tengo la obligación de trabajar por la belleza.

–¿Sigue existiendo el Cha Cha Cha Club en San Telmo?
–Sólo la idea y la esencia. Ahora están hablando de la posibilidad de ponerlo en Montevideo… Pero acá se trataba de echar de noche a los dealers y pelearse con los vecinos que rompían los vidrios. ¡Pero lo peor fue Cromañón! Me destrozó el alma, me mató. ¿Sabés por qué? Cuando tenés un hijo de veinte años, ves de manera diferente a las personas. La visión de lo que es lo humano te cambia totalmente cuando ves que hay doscientos pibes muertos por tirar bengalas en un lugar cerrado.

–Podría haber sido tu hijo...
–¡Son mis hijos! ¡Veían Cha cha cha! Subía Chaban a decirles que no tiren más bengalas y no le daban bola. Pero si subía yo, tal vez sí. Porque alguien le tenía que poner los puntos a la gente. Era diciembre y ese día yo tenía que actuar, pero vi pasar las ambulancias y una médica me contó lo que pasaba, ¡y me morí! Levanté la función.

–Cha cha cha –programa de culto si los hay, del que entre otros surgieron Fabio Alberti, Diego Capusotto, Mex Urtizberea, Pablo Cedrón o Fabio Posca–, ¿es un galardón que te da orgullo o es una carga?

–Es un galón, una cucarda, un orgullo y también motivo de agradecimiento a todo el mundo. El libro (Las memorias del Dr. Vaporeso) es de la época en que estaba haciendo Cha cha cha. Y ahora la idea era corregirlo y aumentarlo, pero me di cuenta de que no podía, porque la biología de ese momento fue muy fuerte, duró tres años increíbles. Hoy tengo que pelear, insistir dentro de lo que hago, para que no me maten los mismos hinchas fanáticos de Cha cha cha, que son los que no me creen cuando entro en un foro de Internet… ¡porque hay muchos que hablan como yo y dicen ser yo!

–Hoy difícilmente un canal sostenga a Cha cha cha en el aire…
–Voy a tratar de meter lo mío en cualquier lado. Si me dan un espacio en un canal de Curuzú Cuatiá, voy a hacer lo que creo sin la presión de que le guste a otro. De lo contrario, me voy a sembrar alfalfa.

–¿El año pasado te dieron carta blanca para hacer lo que quisieras con A todo culorrr?
–No. Yo sabía que no iba a tener futuro porque había que hacerlo en diciembre, en un canal donde todos se van de vacaciones. Primero te prometen todo, pero después ves que te vigilan para ver qué hacés y te revisan las cintas en bruto, sin compaginar. Yo sé cómo hacer mi trabajo, pero si no te sirve, llamá a otro. ¡Y llamaron a Midachi..!

–¿Cómo es esa queja?
–No me puedo quejar: amo al país con todo esto que tiene. No es un verso. ¡Amo totalmente esto! Y sé que esto no es sufrir: es la gente que se enferma o que no puede cambiar su manera de pensar. Yo tuve mucha suerte en la vida, esencialmente haber pasado tan mal mis primeros años de infancia preguntándome “¿Nunca va a parar esto?”, hasta lograr en algunos momentos una felicidad casi escandalosa. Porque acá matan a cualquiera que es feliz para que no sea feliz. Entonces ocurre que andás con un auto lindo, ¡y te lo rayan!

–¿El público no celebra que le vaya bien a un artista?
–¡Claro! Prefiere que lo encuentren en un jarrón con drogas, o que ande con p… Yo ando por la calle y ahora estoy bastante más tolerante si me dicen algo impropio, pero soy un gran mandador al carajo. Y lo hago con una altura que puedo provocarte un daño psicológico severo.

–¿Aceptarías un trabajo muy estructurado, con horarios, como hacer radio o una tira diaria?
–Soy muy disciplinado, muy hinchapelotas. Si me calentara el alma, sí, haría cualquier cosa.

Alfredo Casero posa en su campito puntano junto a su hija, Minerva, y un amiguito. Bien podría cantar aquello de “<i>Tengo un tractor amarillo</i>”…

Alfredo Casero posa en su campito puntano junto a su hija, Minerva, y un amiguito. Bien podría cantar aquello de “Tengo un tractor amarillo”…

Alfredo asegura que su nueva vida es parte de un gran proyecto: The Casero Experimendo. Incluye: blog, canciones, entrevistas… ¡y alfalfa!

Alfredo asegura que su nueva vida es parte de un gran proyecto: The Casero Experimendo. Incluye: blog, canciones, entrevistas… ¡y alfalfa!

“<i>Si me dan un espacio en un canal de Curuzú Cuatiá, voy a hacer lo que creo sin la presión de que le guste a otro. No me sale eso. De lo contrario, me vengo a sembrar alfalfa</i>”

Si me dan un espacio en un canal de Curuzú Cuatiá, voy a hacer lo que creo sin la presión de que le guste a otro. No me sale eso. De lo contrario, me vengo a sembrar alfalfa

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