Nai Awada: la posibilidad del Bailando, la reconciliación de su padre con la primera dama y bullying – GENTE Online
 

Nai Awada: la posibilidad del Bailando, la reconciliación de su padre con la primera dama y bullying

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Sólo Dios sabe qué hubiera sido de Nai Awada (22) si no fuera por el teatro. “Un grupito de chicos se ensañó conmigo. Me cantaban canciones hirientes. Me decían ‘puro esqueleto’, ‘fea’ y mucho más... Me cambié de colegio tres veces. Quedé libre. Perdí un año. Y terminé en un instituto acelerado. Lo más triste es que me creía lo que me decían... Me salvó la escuela de teatro de Julio Chávez. Ahora sé quién soy”, asegura la actriz y agrega: “También me ayudó hacer terapia. Empecé justo antes de la crisis”.

–¿Crisis...?

–Tuve ataques de pánico por culpa del bullying. No podía ni pisar el colegio. En el primario la pasé bárbaro, pero me cambié y el secundario fue horrible. Ni viaje ni fiesta de egresados, nada. Mis viejos estaban muy preocupados. Por eso le debo mucho a mi profesión. Fue mi refugio. Me dio grandes amigos. Y tuve el privilegio de saber que desde siempre quería ser actriz.

DE PREJUICIOS, MEDIACION Y BAILE. Naiara Awada cumple 23 años el 11 de febrero. Su nombre significa “Princesa de la Luna” en mapuche. Creció como la única hija del genial actor Alejandro Awada y la bailarina de danzas contemporáneas Melanie Alfie. Sus padres se separaron cuando tenía dos años y “hoy se quieren como hermanos”. Es, además, sobrina de la primera dama, Juliana Awada, y miembro de uno de los clanes más emblemáticos de nuestro país. Nieta de Abraham, el experto textil que llegó del Líbano y fundó un emporio que sus hijos siguieron con marcas como Awada y Cheeky.

Nai se crió en Palermo, donde todavía vive con su madre. No está de novia porque “me cuesta enamorarme”. Viaja mucho con su mamá, que se gana la vida dando seminarios por el mundo. Y, al igual que ella, toma clases de danza. Aunque lo suyo son los estilos urbanos. “Mi vieja es mi cable a tierra. Después de un día de filmación, me recibe con una pila de platos para lavar. Este medio puede ser muy bestial. Es fácil irte para cualquier lado. Ella me tiene cortita. No está de acuerdo con que entre al Bailando”, cuenta definida y segura, convencida de quién es. “Antes era ‘la hija de Alejandro Awada’. Ahora soy ‘la sobrina de Juliana’. Ya dirán que papá es ‘el padre de Nai Awada’. Y Juliana, ‘la tía de...’”, apuesta entre risas, y toma un trago de cerveza en el patio del Novotel Buenos Aires.

–Así que desde chica tenías definido que querías ser actriz...

–Nunca fue un hobby. Iba al colegio Gascón, que tenía orientación artística. Cuando salía siempre estaba en el teatro o en los camarines de Pol-ka con mi papá. Empecé a tomar clases a los ocho años y nunca paré de formarme. Desde entonces me siento actriz. Arranqué a estudiar con Silvana Amaro. Seguí con Nora Moseinco. Y después, con Julio Chávez. Tuve grandes maestros.

–Y en tu casa, a uno de los actores de culto de nuestro país.

–Mi viejo es mi héroe. Me enamoré de la profesión porque lo vi arriba de un escenario. Tenemos un vínculo hermoso. Compartimos la calle Corrientes, comer en Lalo, el Cervantes, las librerías... El me dejó descubrir sola los conflictos de un texto o de un personaje. Y no me dijo cómo resolverlos. Así aprendí. Empecé yendo a castings de cine a los 16 y filmé mi primera película, Dulce de leche. Después hice Ultimas vacaciones en familia, 20.000 besos, Onix –gané el premio a Mejor Actriz del Festival Internacional de Chelsea, Estados Unidos–. Y el año pasado hice Corralón e Hipersomia –mi primer desnudo–. Me gusta mucho el cine. También estuve en Nafta súper, una serie que dieron por Space. Además, hice bolos en unitarios de Pol-ka.

–Mucho cine independiente. ¿Tenés prejuicios con lo popular?

–Los tuve durante muchos años. Ya no. No iba a castings de tele. ¡Tal vez hoy estaría en Disney! Con los años me di cuenta que, hagas lo que hagas, salís limpio si lo hacés con formación, pasión y compromiso. ¡Era un prejuicio tonto!

–Y llegó la posibilidad del Bailando... ¿Cómo surgió?

–Empezó como un rumor, el año pasado: “La sobrina del presidente al Bailando”. El Chato Prada me tanteó... ¡pero me asusté! Mi viejo estaba mal con mi tía y Mauricio había asumido hacía poco. Yo estaba muy revolucionada por dentro, tratando de detener el conflicto familiar. Más adelante, en noviembre, me llamó Fede Bal –que es un amigo– para que me sume a bailar de a tres. Le dije que no, porque tenía que ir al Festival de Cine de Mar del Plata. Pero la verdad es que fue una excusa. Me asusté una vez más. Y cuando vi el programa, me arrepentí. Ahora estamos en tratativas. Nos reunimos en estos días. Sé dónde me estoy metiendo. Me lo dice todo el mundo. Pero puedo mostrarme como soy: desfachatada y alegre, además de respetuosa. Sé que me van a pinchar para que hable de política y me incomoda. Pero trataré de capitalizar la experiencia, para que ser la sobrina del Presidente no sea sólo padecimiento.

–¿Tenés una relación cercana con Juliana?

–Sí. La veo poco, pero siempre fuimos muy cercanas. La quiero mucho. Con Valentina tengo mucho vínculo. Y a Antonia la adoro. De chica, Ju era mi tía favorita. ¡Estaba siempre impecable! A mí siempre me gustó la moda.

–¿Fuiste mediadora en su acercamiento con tu papá?

–Mirá, lo que te puedo decir es que lo que pasó entre mi viejo y mi tía es un ejemplo de la grieta. Me parece triste que una diferencia ideológica separe a una familia. Por eso traté de hacer todo para que se termine. Por un lado, Juliana me llamaba llorando y me decía: “¿Qué le pasa a tu papá? Me está lastimando”, por las cosas que él decía en la tele. Y por el otro mi papá –que es actor hace muchos años y militante, con una ideología muy marcada– decía lo que pensaba. Muchas veces lo agarraban en caliente. Yo los entendía a los dos. ¡Parecía un drama de Shakespeare! Quería que no lastimara a Juliana, que estaba recién de novia con Mauricio y enamorada hasta las bolas. Y le decía: “Da tu opinión... ¡pero no trates a Macri de Mussolini!”. Mi viejo estaba cegado. Dejó de ir a los asados familiares. Y por ende, yo también. Así fue al principio...

–¿Fuiste al casamiento de tu tía?

–Sí. Y fue bisagra. Papá no pensaba ir. Yo tenía 16 años e hice lo que sentía, que es como mejor me salen las cosas. Fui a apoyar a mi tía junto a mis primas. Y Ju se acuerda de eso hasta el día de hoy. Sabe que aunque yo no tenga la ideología de Mauricio, puedo separar las cosas y darle un abrazo al padre de mi prima.

–¿Hoy tu papá esta mejor con ella? –Sí. Están recontra bien. Sirvió mi mediación. Mi viejo es una persona que siempre quiere mejorar. No es orgulloso. Está arrepentido de muchas cosas que dijo. Y viste como es la política... No hay que poner las manos en el fuego por nadie.

–¿Nadie del Gobierno te llamó para pedirte que no entres al Bailando?

–¡No! Al contario. Cuando empezó el rumor, le escribí a Ju atajándome y me contestó con un mensaje amoroso. Decía, entre otras cosas: “Nai, deseo que hagas lo que te haga feliz”. Así que, si entro al Bailando, lo voy a hacer por mí. Ya se lo expliqué a mi mamá y mi papá. Y lo entendieron. Porque como soy hija única, tenemos un vínculo muy simbiótico. Sé que va a ser difícil... Pero cuando estreno una película, también me preguntan por mi tía. Así que si la hacemos, ¡la hacemos bien!

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