«Nada me haría sentir más plena que volver a ser mamá» – GENTE Online
 

"Nada me haría sentir más plena que volver a ser mamá"

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Andrea Milchestein abre la puerta blanca de su casa blanca. El pasillo blanco, lleva hasta su cuarto blanco. Sobre su acolchado blanco posa la ropa que usará en las fotos. Se prueba una blusa fucsia de Benito Fernández, se mira frente al espejo enmarcado en madera y hace su primera confesión: “¿Sabés que ya no me miro tanto? Es como que no me importa la imagen que me devuelve el espejo. Lo uso para arreglarme a la hora de trabajar, pero nada más…

–¿Seguridad femenina?
–Quizá. Puede ser. Me parece que hoy estoy atenta a otras cosas. Si tengo que salir con mi familia, soy capaz de vestirme, peinarme y maquillarme sin necesidad de mirarme. Hoy me importan el cuerpo y la estética, porque sé que gracias a mi aspecto trabajo en la televisión y hago teatro. Pero la verdad es que cada día uso menos el espejo.

–¿En qué te reflejás entonces?
–En mis afectos…

Sebastián Correa termina de maquillarla. Elvio Casciano de hacerle el brushing. Está lista. En minutos más, se enfrentará a la cámara, posará y se transformará en Andrea Frigerio, la mujer que todos conocen: la famosa, esa que fue modelo, conductora y que hoy vive de la actuación.

Con 44 años recién cumplidos consigue seducir como lo hacía a los 20, en sus épocas de top model. Además, conserva las mismas y exuberantes curvas. A saber: 90-63-92, muy bien repartidos en su metro setenta y dos de altura. Cuatro cambios de ropa. Quinientas fotos. Mil poses. Y la frase del cierre: “Andre, ¿estás? Ya es la una…”, le indica su marido-manager, Lucas Bocchino. “Vení Luqui. ¿Te gustan?”, lo consulta frente a la cámara digital. Tras el okey, casi una huida en la 4x4 familiar hasta Pilar. Allá, a 30 kilómetros de su casa, la esperan para una presentación. En el camino, a unos 120 kilómetros por hora, la nota.

–Hoy es sábado. ¿Siempre estás a las corridas?
–(Risas) Sí, y si te cuento mi día de ayer, fue igual. Y si te cuento mi agenda de mañana, es peor. Hacer televisión y teatro a la vez resulta mortal. De chica me quejaba porque me encerraban en mi cuarto, me bajaban la persiana y me obligaban a dormir la siesta. Hoy pagaría por tener 20 minutos libres para descansar. Además de todos los compromisos, está lo más importante: la familia. Algo que no pienso descuidar.

–Dicen que estás con ganas de cambiar pañales otra vez.
–¡Y es cierto!

–¿Cómo pensás hacer?
–Bajando un poco las revoluciones, obviamente. El año que viene, si sale algún trabajo más tranquilo, lo haré. Pero para el 2006 tengo otras prioridades.

–¿No te da miedo la edad?
–No me da miedo la edad, me dan miedo otras cosas, como el parto. Pero mis hijos, Tomás (que tuvo hace 21 años con Eduardo Frigerio) y Josefina (que nació hace 8, fruto de su relación con Bocchino), me piden a gritos otro hermanito, y yo voy a hacer lo posible por cumplirles el deseo. Lucas siempre quiso tener otro hijo; me lo dijo ni bien nació la gorda. Y hoy es el tema preferido de Josefina cada vez que nos sentamos a la mesa: “¿Cuándo voy a tener un hermanito?”. Lleva cuatro años haciéndome esa pregunta todos los días.

–¿Por qué esperaste tanto?
–Te lo conté: miedo. La pasé pésimo el día que tuve a Josefina. Fui a parto normal, se complicó porque la gorda tenía el cordón umbilical alrededor del cuello, y el monitor empezó a marcar que había sufrimiento fetal. Me dieron la peridural, lo sacaron a Lucas de la sala de partos y me hicieron la cesárea de urgencia, y ni me había prendido la anestesia. Fue espantoso. Es más, estoy decidida: antes de fin de año voy a ir a un psicólogo para que me ayude con este tema. Porque tengo que quitarme ese fantasma de una vez. Por ahora estoy relajada, porque todavía no lo estoy buscando. Va a ser después del casamiento, para el año que viene.

–¿Después de qué casamiento?
–Del mío. Ah, no te dije. Ayer lo decidimos. Nos casamos en diciembre (Bocchino mira por el retrovisor mientras acelera por la Panamericana y acota: “También la convencí de eso…”). No tenemos fecha todavía, pero será a fin de año. Es la época en que termino las grabaciones, voy a estar más relajada.

–¿Y cómo fue la propuesta?
–Hace un año que veníamos hablando de casarnos por segunda vez. Y cuando me animé a ser madre otra vez, me dijo: “Entonces casémonos de una vez”. Y dale, ¿por qué no?

–Generalmente, a esa altura del matrimonio las parejas se inclinan más al divorcio que a la boda…
–(Risas) Que nos volvamos a casar no significa que no hayamos pasado por peleas, distanciamientos y reconciliaciones. Tuvimos nuestras crisis y las seguiremos teniendo. Mirá, justo el otro día leí que la mayoría de los hombres no se bancan estar al lado de una mujer exitosa, independiente, que casi todos prefieren a la mujer subordinada, para sentirse más seguros. Y bueno, yo, que económicamente no dependo de Lucas, que podría vivir perfectamente sin él, me siento una dependiente total. Dependo afectivamente de mi marido. Ya no me imagino la vida sin él. Creo en la frase que dice: “Uno sólo conserva lo que no amarra”. Ahora me doy cuenta de que llevamos 14 años juntos porque somos seres libres. Sabemos que no tenemos la obligación de estar uno al lado del otro, e igual nos elegimos todo el tiempo.

–¿Qué cosas te sacan del hombre que vas a elegir dos veces en una sola vida?
–Que no me ayude a sacar a Josefina de nuestra cama (Risas). No, mentira. Eso es culpa de los dos.

–¿Todavía duerme con ustedes?
–¿Cómo…? Le vamos a mandar una carta documento para que se retire. Sí, un horror. Ella tiene un pegoteo tremendo con nosotros. Se duerme en nuestra cama, amanece en nuestra cama, de tanto transitarlos los pasillos arden por la noche. Se mete en el medio y se te pega. A veces nos atrincheramos con almohadas para que no entre, pero siempre se sale con la suya.

–¿Todavía no sacaste a la de ocho y ya estás pensando en meter otro? ¿No será mucha invasión para la pareja?
–¡Nos encanta!

–¿Y la intimidad?
–Ese es nuestro gran desafío. Pero igual nos las ingeniamos, ¿no amor?

–Contáme cómo soñás esta boda.
–Diferente a la anterior. Nos casamos el 23 de febrero de 1996 en una playa de México, él y yo, los dos solos, sin nadie. Es más, todavía hoy tengo que escuchar los reproches y planteos de nuestras familias. Nunca les dijimos nada, se enteraron a la vuelta. Por eso, esta vez será en casa, con nuestros hijos, con nuestros padres y hermanos, algo muy íntimo también, pero rodeado de la gente que se quedó con las ganas de estar a nuestro lado años atrás.

–A todo esto, ¿cómo imaginás tu tercer embarazo?
–Mirá, el cambio físico es lo que menos me importa. Mis dos embarazos fueron espectaculares: me sentí ágil, linda, no aumenté un gramo más de lo que debía y la recuperación después de tenerlos fue inmediata. Mi único miedo, vuelvo a insistir, es el parto. No sé, hoy creo que la solución frente a esto sería programar la cesárea, así sabés que tal día a tal hora va a nacer, que está todo controlado y calculado…

–Y sería otra crianza, muy distinta de la que le diste a Tomás o a Josefina…
–Seguro. Te cuento que disfruté mucho a los dos. Es una felicidad ver el crecimiento de tus hijos. Tomás ya se recibe de licenciado en Ciencias Políticas. ¿Sabés la emoción que es eso para una madre? Ya vive solo, tiene sus amigas… ¡es un hombre! Con Josefina estamos en otra etapa muy distinta: la del colegio, las tareas, llevarla y traerla de la casa de sus amigas. Además, con ella se nos fue un poco la mano, porque es el ombligo de la casa. Ayer, sin ir más lejos, Lucas gritó desde su escritorio: “¡Mi amor! ¡Vení a ver esto!”. Y cuando estoy entrando, me choco con la gorda que me dice: “Andá, no era para vos. Me llamó a mí…” Esas cosas me las hace siempre. Es un personaje, ella es la reinita: está como de novia con su papá, y yo disfruto un montón esa relación. Adoro que se lleven así.

–¿Cómo te ves mamá hoy?
–Creo que a medida que pasan los años te ponés cada vez más babosa. Si Josefina se siente el ombligo de la casa, el hijo que llegue será el centro de todo el mundo. Me veo perfecta: veo que cerraremos una etapa familiar muy importante, veo felicidad, plenitud total. Hoy siento que lo tengo todo: casa, trabajo, familia. Un hijo más sería el broche de oro en mi vida.

–Sin embargo, resulta difícil imaginar a un chico recorriendo tu casa, tan albina y pulcra…
–Manchará las paredes, como lo hacen todos, y tendremos que volver a pintar. Pero hoy nada me haría sentir más plena que volver a ser mamá.

Espléndida después de los 40, Andrea se juega por agrandar la familia. Para el 2006 quiere dar a luz a su tercer hijo.

Espléndida después de los 40, Andrea se juega por agrandar la familia. Para el 2006 quiere dar a luz a su tercer hijo.

No me da miedo la edad, me dan miedo otras cosas, como el parto. Pero mis hijos, Tomás y Josefina, me piden a gritos otro hermanito y yo voy a hacer lo posible por cumplirles el deseo"">

"No me da miedo la edad, me dan miedo otras cosas, como el parto. Pero mis hijos, Tomás y Josefina, me piden a gritos otro hermanito y yo voy a hacer lo posible por cumplirles el deseo"

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