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Sólo de una manera se les puede seguir el ritmo a los Rolling Stones: sin dormir. Pues bien, acompáñenos, que desde su llegada a Buenos Aires pocos lo hicieron… Satisfaction en B.A. Al filo de las 20 horas del domingo, el micro 4015 de Chevallier se apuesta en la puerta de la mansión del Four Seasons, con 60 policías de las 53 comisarías porteñas, custodiando: los Stones, sin Mick, están de vuelta. El que menos lo puede creer es Guillermo Ferradini, marplatense, que con un cuarto de siglo en la empresa fue el chofer. “Mirá –confesaría luego–, yo ya llevé a la Bersuit, a Los Piojos, y al Seleccionado, pero nada parecido a lo de hoy. Richards me palmeó la espalda, Wood me saludó lo más bien, Watts, un caballero. Estos, no sé, ¡son grossos en serio!”, agrega. Baja Keith Richards (62), baja Ronald David Wood (57), baja Charles Robert Watts (64). Bajan la ex modelo Patti Hansen y Alexandra, la mujer y una hija de Richards. Baja Josephine Howard, la esposa de Wood. Baja Shirley Ann Shepherd, la señora de Watts. Agradecen. La frase más escuchada: “Contentos, ¡pero cansados! Preparen el room service”. A las 11 de la noche, Richards y Wood surgen en la ventana. A las 2 de la mañana, los dos otra vez, con copa de vino y guitarrita infantil. El otro show de los Stones había empezado.

Avanzada de lujo. Después de una noche de charla y tragos con Ronnie y Charlie, Keith se despierta a las 10:30 en la Suite Mozart y sale al balcón en pijama. Mira alrededor con el pelo hecho un campo de batalla y se apresta a un día de relax. Lógico, Río de Janeiro fue un trecho agotador. En la terraza toma sol casi todo el día, como un rey lagarto. Por momentos se suman su mujer y su hija menor, que tira un avioncito de papel con la leyenda “Long live Boca Juniors! Te amo!”. Por la tarde pasan sus dos compañeros. Afuera, cerca de doscientos fanáticos no paran de delirar. Entradas las 17, con tanto cantito a su favor afuera, sale Keith. Después, Ron. Más tarde Charlie. ¿Y Mick?… Porque todavía no explicamos su ausencia: llegará en algunas horas, ya que el domingo, luego del multitudinario show en Copacabana, voló a San Pablo para visitar a su hijo Lucas de seis años, fruto de un breve amorío con la modelo brasileña Luciana Giménez. ¿Y Mick? Repetimos: ya viene…

¡Llegó el rey! ¡Viva el rey!La verdad, esto no pasa en ningún lugar del mundo –lanza al pasar Jim Callaghan, el jefe de seguridad de la banda–. Me encanta la atmósfera que hay acá, la buena onda de los fans. Esperemos que todo esto no se desmadre”, comenta-previene el rubio, británico, fornido, con pinta de pulverizarle el cráneo a quien se pase de pillo, mientras monta el operativo. Porque, claro, a las 21 llega el gran Michael Philip Jagger (62) desde Aeroparque. Y lo hace dentro de una van plateada, filmando y escoltado por un patrullero y un policía motorizado. El malón stone corre en picada. Va, golpea la ventana polarizada. “¿Lo viste, loco? ¿Lo viste?”. Todos cantan en alabanza. Mick baja, saluda, vuelve a filmar con su camarita. Después, al onceavo piso, a la Suite Presidencial. Ninguno de sus compañeros de banda bajó a recibirlo. Jagger, se sabe, suele hacer rancho aparte. Le preguntan si necesita algo, si quiere algo de comer. Dice que no, que por el momento todo OK. Cierra la puerta. Mick ha arribado.

Huéspedes vip-vip. Para su estadía de cinco días, la crew stone –que entre músicos, familiares, custodios y asistentes supera las 50 personas– alquiló las siete habitaciones de la mansión del Four Seasons y otras 30 en la torre del hotel. Richards, Watts, Wood y sus familias ocupan la primera planta, mientras que la planta baja funciona como un gran living y sala de estar, con frutas, bebidas, agua mineral, televisores y, enfrente, la piscina. Mick –el único que viaja sin familia– tiene dos pisos en lo más alto del hotel. En general, los requerimientos de la banda no han sido excéntricos. A la hora de la comida, carne argentina, pastas, ensaladas, vino nacional y sí, y en esto son intransigentes, agua Perrier. La seguridad está dividida en tres anillos: los agentes de la Policía Federal, los custodios del hotel y los custodios propios: una brigada de veinte muchachotes australianos rubios y musculosos que, aun en la vía pública, no dudan en arrancarles la cámara a quienes pretendan una foto de los Stones sin autorización o en hacer lo imposible para que las motos cargadas con fotógrafos no puedan acercarse a alguna de las tres vans Mercedes Benz Viano en las que circulan las stars.

Wood, very Wood. Lunes, 23 horas, mientras el ejército de fans se aprieta contra las rejas sobre la calle Cerrito, Ron Wood y su mujer, Jo Howard, aprovechan que la puerta principal del hotel permanece despejada para animarse a la primera salida stone. Ronnie Wood, aburrido de andar encerrado, sale a comer junto a su mujer, la mujer de Keith, y Jane Rose, manager de Keith y que desde hace unas tres décadas es como el nexo del grupo con el mundo real. ¿Parrillada completa sobre leños? ¿Legítimo bife pampeano? No, cocina española: Plaza Mayor, en La Recova, a metros del Four Seasons. Apenas llega, Ronnie elige algo rápido, porque sabe que su excursión no puede durar demasiado. Pide mejillones a la provenzal y vodka (¡!), como para acompañarlos. Afuera, cuatro policías y seis custodios controlan a los rolingas, que se van acumulando. Pequeño revuelo. Al salir, una fan traspone el muro humano y le da la mano a su ídolo, que le retruca con un abrazo. Dicen que esa chica aún no pudo dormir.

Cenando con Jagger. Mientras tanto Mick, que había quedado con su amigo Federico Gastaldi –productor artístico y hermano de Marcos– en que apenas pisara suelo argentino se juntarían a comer un asado, prefiere quedarse en su habitación y aguardar a que se calmen las repercusiones de su llegada. A las 21, escondido, parte hacia la casa de Marcela Tinayre y Marcos Gastaldi, en Barrio Parque. Juanita Viale se ocupó de decorar la gran mesa que se armó en el patio trasero, adornándola con velas blancas y ambientando con música suave. Los invitados son diez, entre ellos Flavia Palmiero, Daniel Hadad, Juan Navarro y Teresa Garbesi. El menú: asado, achuras, pollo y mollejas, ensaladas y papas y batatas asadas o “papas dulces”, como las llama el músico. De postre, como no hay dulce de leche –un antojo que tenía– le piden helado de ese sabor. Jagger se mostró amable y simpático. Dijo que no encontró demasiado cambiada a Buenos Aires y que esta gira lo pone muy feliz. “Los espero esta noche en el show”, lanza de partida, a las 00:35.

No llores por mí, Argentina.
Durante la madrugada previa al primer River, 60 fanáticos hacen el “aguante” en la puerta del Four Seasons. Llama la atención Betina (27), una rubia delgada y de ojos verdes, que a las tres de la mañana, vencida por el sueño, decide tirarse a dormir en el piso de la Avenida Alvear. Luce un corto vestido negro de seda, sandalias al tono y un look que hace dudar de su condición de chica stone. Sin embargo, cuando abre los ojos cerca de las nueve de la mañana, respira: “Gracias a Dios falta poco para ver de cerca a Mick, mi único ídolo”. A esa hora, las 60 personas ya son 200, el termómetro marca 33 grados y los fanáticos, con sus flequillos al viento y sus zapatillas blancas y rojas, saltan y cantan sin parar: “¡Mamá yo quiero/ mamá, yo quiero/ mamá, yo quiero, mamá/ que salga Jagger/ que salga Jagger/ que salga Jagger/ y todo el año es Carnaval!”. Hasta que a las dos de la tarde, tras el almuerzo, Richards sale en cuero a tomar un poco de sol. Aunque como ese balcón no da a la calle, los únicos espectadores son los vecinos de los edificios más altos.

Cara a cara con una leyenda. A las 16:45, la policía comienza a vallar las inmediaciones. Al instante, dos micros se colocan sobre la calle donde están los fanáticos. Un vallado policial y otro de metal impiden que la gente se acerque. A las 17:08, la puerta blanca se abre de par en par y los músicos complementarios de la banda suben al primer colectivo. Media hora más tarde salen los hombres más esperados. Primero asoma Charlie Watts, luego Ron Wood, tercero Richards y por último Mick Jagger. El líder de los Stones viste un sombrero de cowboy color marrón claro y carga en su mano izquierda la famosa mini-filmadora. Graba cada escena que transcurre a su alrededor. Saluda y sube al ómnibus en busca de sus compañeros. Una nueva doble parada de A bigger bang, el tour que los trae a nuestras tierras sureñas, empieza a palpitarse.

Martes 20, 17.38. Jagger atraviesa las rejas de la mansión del Four Seasons antes de enfilar hacia la cancha de River y saluda a sus fans mientras los filma con su video-cámara.

Martes 20, 17.38. Jagger atraviesa las rejas de la mansión del Four Seasons antes de enfilar hacia la cancha de River y saluda a sus fans mientras los filma con su video-cámara.

Camisa abierta, jeans de color negro y sombrero haciendo juego, Richards sale de la mansión con su andar canchero y su presencia incomparable, y el público estalla.  El hombre que transpira rock disfruta de una estadía tranquila junto a su mujer y su hija.

Camisa abierta, jeans de color negro y sombrero haciendo juego, Richards sale de la mansión con su andar canchero y su presencia incomparable, y el público estalla. El hombre que transpira rock disfruta de una estadía tranquila junto a su mujer y su hija.

Ronnie Wood a bordo del micro que los traslada hacia el estadio, y en un clásico cada vez que visita la Argentina: abrir las cortinas y tomarse un buen trago a la vista de todos, al lado de su mujer, Josephine Howard. Derecha: Nunca protagonizó un escándalo, nunca fue preso, nunca pareció un stone, pero lo es y con todas las letras. Los compañeros aseguran que su tranquila personalidad ha sido fundamental en la historia del grupo. Señoras y señores, Charlie Watts.

Ronnie Wood a bordo del micro que los traslada hacia el estadio, y en un clásico cada vez que visita la Argentina: abrir las cortinas y tomarse un buen trago a la vista de todos, al lado de su mujer, Josephine Howard. Derecha: Nunca protagonizó un escándalo, nunca fue preso, nunca pareció un stone, pero lo es y con todas las letras. Los compañeros aseguran que su tranquila personalidad ha sido fundamental en la historia del grupo. Señoras y señores, Charlie Watts.

Keith y Ron, las almas gemelas del grupo, salen y regalan un mini-concierto exclusivo para… los fans que esperaban su saludo abajo del balcón de la mansión. Fue la primera aparición en público, el día de la llegada.

Keith y Ron, las almas gemelas del grupo, salen y regalan un mini-concierto exclusivo para… los fans que esperaban su saludo abajo del balcón de la mansión. Fue la primera aparición en público, el día de la llegada.

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