“Mis hijos hacen todo lo posible para que vuelva a reír” – GENTE Online
 

“Mis hijos hacen todo lo posible para que vuelva a reír”

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Facundo Solá nació el 5 de marzo en la Clínica de los Arcos y murió en la madrugada del domingo 21 de septiembre, mientras dormía. Causa: síndrome de muerte súbita del lactante, un enigma que desvela a los neonatólogos, ya que se produce de modo inesperado y sin causa aparente. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio Memorial de Pilar”. Así pudo ser el obituario del sexto hijo de Maru Botana. Palabras frías, precisas, exactas. Pero el viernes 17 de octubre, por primera vez frente a las cámaras desde esa terrible madrugada, pálida y por tramos quebrada por las lágrimas, ella alcanzó, también con palabras, la cumbre del dolor. Apenas se encendió la pequeña luz roja de En el aire, dijo: “Es algo inexplicable… Cuando me enteré de la noticia, me imaginé que Dios se había equivocado. Por eso en estos días, y todos los días, busqué refugio en la religión y en el resto de mis hijos. Agradezco toda la energía que me mandaron, y aunque no me imaginé volver a la televisión, estoy aquí por toda la buena onda de la gente… Nosotros nos fuimos con los chicos y Berni, mi marido, a San Martín de los Andes, y dejamos a Facu con mi mamá. El día antes de venir fue mágico. Mi mamá cuidaba mucho a Facundo, y yo llamaba tres veces por día, para ver cómo estaba. Esa noche acostó a su nieto. A la madrugada sonó el teléfono del hotel donde estábamos. Berni atendió, y unos minutos después me dijo: ‘Vas a escuchar la noticia más triste de tu vida’. Sentí que una ola se me venía encima, y que no iba a poder salir”.

DIAS DE SOLEDAD. Sin Facundo, la vida de Maru fue una sombra de su sombra. Salir de su casa le pareció una aventura imposible. Se refugió en su familia, en la religión, en los mensajes de apoyo de su público: más de treinta mil en su blog www.fuerzamaru.blogspot.com. Su suegra viajó a Salta y puso en sus manos medallas y estampitas de la Virgen del Milagro. Una semana después, a duras penas, volvió a trabajar unas pocas horas en su negocio de tortas del barrio de Belgrano, y llevó a sus hijos a la escuela. Los gerentes de Telefe la llamaron: “Estamos dispuestos a esperarte todo el tiempo que necesites”. Amanecido octubre, armó una cena en su casa. Invitados, Diego Pérez, su coequiper del programa Sabor a mí, el equipo de producción, y los técnicos. Les contó cómo fue la muerte de Facundo. “Esa noche, en la casa, el silencio era profundo: ni siquiera se oía a los chicos”, recordó alguien del equipo. Maru empezaba, lenta y dolorosamente, a preparar su vuelta…

DE CARA A LA VIDA. El viernes 17, a la mañana, llevó a los chicos al colegio, volvió a su casa, le pidió a su peluquera que le iluminara las puntas, y llegó, sola, a Telefe. Abrazos en silencio. Después le dijo a Diego Pérez: “Si me quiebro, ayudáme, pero necesito hablar con mi público y agradecerle todo su apoyo”. Se secó las lágrimas con un pañuelo que mantuvo apretado en la mano, y retornó a esa otra mitad de su mundo. “Mi mamá me contó lo que había pasado con Facundo, y yo no lo podía creer. Después pensé: ‘Dios se equivocó, tocó otra puerta’. Entonces empezamos a llamar al conserje del hotel, empacamos todo, despertamos a los chicos, levantamos campamento y emprendimos la vuelta. Los chicos no decían nada. El viaje se me hizo interminable. Pensaba que podría despertar a Facundo cuando lo viera. No podía creer que pudiera dejarme… Al llegar a casa se lo contamos a los chicos. Se desplomaron, lloraron un montón… Mis padres estaban destrozados y yo no podía permitir que a los mejores abuelos les pasara eso. Porque ellos son los mejores abuelos del mundo. El entierro, en la mañana del lunes 22, fue el momento más triste de mi vida, pero a la vez fue lindo. Pensamos que Agus, porque era el mayor, tenía que estar. El resto de los chicos saben que Facu sigue siendo una luz, que sigue estando en casa. Estuvieron mal, pero poco a poco están volviendo a vivir su vida, y lo recuerdan con humor y cariño. Están haciendo todo lo posible para que yo vuelva a reír. No me dejan caer, no quieren que lea mi blog, para que no llore. Porque extraño mucho a Facu, y me pongo mal. Mis hijos son seres maravillosos, me cuidan todo el tiempo, y tengo que pensar que debo seguir y salir, porque tengo cinco soles que me esperan todos los días. El sufrimiento de Facu provocó una apertura de corazones que nunca me imaginé. La energía y la buena onda de la gente es como una cama elástica, porque muchas veces me caigo, pero la buena onda me ayuda a levantarme. Berni, mi marido, me dice siempre: ‘Pensá en mí y en tus hijos, que te adoramos’, y eso me ayuda. Yo soy católica, pero a raíz de esto me apoyé en el catolicismo, en el judaísmo, y me encontré hablando de la muerte de una forma madura y amplia, para poder salir. Siento que Facu está con nosotros. Me da mucha energía, lo veo en todos lados. Está conmigo, extraño tocarlo, lo extraño mucho, mucho… Pero empecé a sentir otra cosa por la muerte. Mi ignorancia me hacía pensar que la muerte era lo peor, pero ahora pienso que Facu está muy bien, y feliz. Sofi, mi hija, dice que Facu está contento, con Jesús, y que cada virgen lo tiene en sus brazos. Mi marido quiere poner en casa un cuadro con la foto de nuestro hijo, pero yo no puedo, porque lo veo y me mata. Pero tengo bien claro que tengo que levantarme, por mis hijos. Quiero que sigan siendo felices y que no sientan que el día en que Facu se fue su mamá cambió. Siempre que estoy con ellos intento que no se me derrame ni una lágrima, porque ellos son mi motor”.

LA VUELTA OFICIAL. El lunes 20, después del Día de la Madre, Maru volvió a la tele, ya para hacer su programa. Antes dijo: “Era muy difícil pensar en volver, porque se cumple un mes de su muerte y ayer, domingo, fue el Día de la Madre. Hubiera borrado este día, pero cuando quiero borrarlo aparecen los otros cinco besándome, abrazándome, se me tiran uno arriba del otro, y no puedo borrarlo… En mi corazón siempre van a estar los seis. Facu es ahora un angelito de la guarda de cada uno. Todas las noches rezamos por él, y por eso siento que está bien. Este dolor es muy profundo, muy mío. No puedo ayudar a nadie, no puedo explicar nada de la muerte súbita, pero hoy estoy hablando por el gran apoyo y cariño que me dieron. Quiero agradecerle a todo el mundo. Hoy, si me tocaran el timbre para darme un chico, lo recibiría feliz de la vida. Me encanta ser mamá, y disfruto a mis hijos con todo el amor del mundo. La muerte de un hijo es terrible, no tiene nombre. Pero por algo Dios me eligió. Quiero solidarizarme con todas las madres que pasaron por este dolor”.

UN DIA MAS. Todos –Bernardo y sus cinco hijos– urdieron un Día de la Madre que, aunque doloroso, pareciera un día más. Bernardo cocinó, porque ese día las madres que cocinan todo el año deben descansar. Agus, el hijo mayor, que por la muerte de Facundo creció de golpe, ya tenía preparados los regalos que eligió y compró, como el segundo hombre de la casa: un juego de aceitera y vinagrera, una manopla para sacar del horno hirvientes asaderas, y hasta un toque romántico: velas aromatizadas… Al otro día, ya en Sabor a mí y con todas las luces del set sobre ella, Maru sonrió levemente y con esfuerzo, y desplegó su primera receta después de un largo y sombrío mes: pasta frola de batata y membrillo.

La herida está y seguirá abierta por todos los días que a Maru le sean concedidos sobre la Tierra. Facundo, que se fue demasiado pronto, casi antes de vivir, estará siempre. Algún día, Maru podrá volver a mirar sus fotos con nostalgia: apenas un tenue filtro del dolor. Pero las voces de sus otros cinco hijos romperán el hechizo y la vida continuará. Como siempre, jamás como siempre, pero continuará.

El domingo fue el Día de la Madre más triste de su vida. <i>“Pero tengo que seguir adelante, por mis hijos”</i>, dice. Salió a caminar cerca del colegio de los chicos, en Pilar. Después, su marido cocinó y Agustín, el mayor, repartió los regalos.

El domingo fue el Día de la Madre más triste de su vida. “Pero tengo que seguir adelante, por mis hijos”, dice. Salió a caminar cerca del colegio de los chicos, en Pilar. Después, su marido cocinó y Agustín, el mayor, repartió los regalos.

Todas las mañanas, Maru lleva a sus hijos a la escuela. Hace cinta en el gimnasio. Va a su negocio de tortas en el barrio de Belgrano. Y el viernes 17, emocionada hasta las lágrimas, enfrentó las cámaras por primera vez desde la muerte de Facundo. Susana, su madre, es un apoyo constante, triplicado después de la muerte del pequeño. <i>“Siempre está presente como madre y como abuela. Es una genia…”</i>, dice Maru.

Todas las mañanas, Maru lleva a sus hijos a la escuela. Hace cinta en el gimnasio. Va a su negocio de tortas en el barrio de Belgrano. Y el viernes 17, emocionada hasta las lágrimas, enfrentó las cámaras por primera vez desde la muerte de Facundo. Susana, su madre, es un apoyo constante, triplicado después de la muerte del pequeño. “Siempre está presente como madre y como abuela. Es una genia…”, dice Maru.

El lunes 20 Maru llegó a Telefe para ponerse al frente de <i>Sabor a mí</i>, su programa. Con dolor, pero sonriente –y con el gran apoyo de Diego Pérez– salió adelante. Y pasado el mediodía ya estaba rumbo a su casa para reunirse con su familia.

El lunes 20 Maru llegó a Telefe para ponerse al frente de Sabor a mí, su programa. Con dolor, pero sonriente –y con el gran apoyo de Diego Pérez– salió adelante. Y pasado el mediodía ya estaba rumbo a su casa para reunirse con su familia.

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