“Mirá si estaré mal con mi mujer que hasta le pedí casamiento…” – GENTE Online
 

“Mirá si estaré mal con mi mujer que hasta le pedí casamiento...”

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Justo esa noche estaba solo en casa. Empecé a sentir una molestia acá, en el pecho, y me dije: ‘Esta vez no voy a boludear’. Hice tres llamados a las dos y cuarto de la mañana: a mi médico personal, Alfredo Cahe, a Ester y a Sofía. A todos les dije lo mismo: ‘Vestite y vení para acá’”.

Fue hace 22 días... Ahora, fuera de peligro, Gerardo Sofovich (71) capitanea su embarcación de 53 pies de largo por el canal Vinculación del Delta. Timonear la nave que compró hace 18 años es una de las cosas que más le gustan hacer cuando no hace nada. Y hoy, un viernes de sol, amaneció ideal para disfrutar del río y de un buen asado a bordo. La idea, esta vez, no fue suya, sino de Sofía Oleksak, su novia desde hace seis años, la Sofía del llamado.

–Fue la primera en llegar –recuerda–. Cahe me hizo un electro y me internó a las horas...

–¿Y…?
–Y nada, acá estoy. Hay seis o siete pelotudos que no se dieron el gusto.

–Es tu sexta angioplastia. ¿No llegó la hora de asustarse?
–No, yo no me asusto. No le temo a la muerte. Como siempre digo: cuando me llegue, me tomaré mis años sabáticos, que los tengo bien merecidos... Pero no es mi idea todavía: me encanta la vida.

–¿Cómo sigue? ¿Qué indicaciones te dieron los médicos?
–Debo tomar cuatro medicinas diarias y las tomo: soy muy disciplinado. Tengo que dejar de fumar y estoy tomando pastillas para controlar la ansiedad. No pude abandonar mis Benson & Hedges, pero bajé la cantidad: tres o cuatro al día. Y la indicación mayor es no hacerme mala sangre. Pero tampoco soy de hacerme problemas…

–¿Ni con los afiches que aparecieron por la calle tratándote de “cornudo”?
–Da bronca. Me dan bronca los canallas, los que no tienen límites, los que no tienen códigos. Pero también los hago bailar, eh.

–¿Sabés quién fue?
–Tengo la certeza de quién fue la instigadora, el cómplice y el ejecutor. Tengo a los tres completamente identificados.

–Decís “la instigadora” cuando todas las miradas apuntaron a Nazarena Vélez...
–(Sonrisa)...

–¿Pensás hacer algo?
–Ir a la Justicia. Con los psicópatas y delincuentes no queda otra. Encima son roñosos de alma y de bolsillo. Porque hicieron afiches en blanco y negro y los pegan frente a mis teatros, nada más...

Sofía: Otra muestra de que la maldad no tiene límites… Hace seis años que estamos juntos. Ya me acostumbré. Debe ser el precio que debo pagar por estar a su lado...
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Entre mate y mate, cebados por José, el marinero que cambia timón por termo cuando el jefe embarca, recuerda que la conoció en el ’91, cuando ella tenía 16 años y se presentó para quedar como secretaria en su programa de los domingos. “Lo tenía todo: simpatía, gracia, belleza... Y lo conserva. Es imposible aburrirse con ella”.

–¿Y quién encaró a quién?
Gerardo:
La mujer elige y se hace levantar, siempre. Son tan inteligentes que te hacen creer que te las levantás vos. Igual, admito que hoy cambiaron los códigos y las chicas se te regalan. Es totalmente distinto a lo que era en mi juventud, cuando agarrarle la mano a tu novia te llevaba dos o tres salidas. Ahora las chicas vienen de a dos.

–¿A vos te pasa?
Sofía:
Hacen cada cosa... Eso te lo puedo contar yo. ¿Sabés todo lo que me tengo que bancar? Decí que sé controlar mis celos... Si no, no podría estar con él. Igual, te reconozco que un poco de cosita me da...

–¿En qué notan la diferencia de edad?
Sofía:
¿Pero de qué me hablás? ¡Si tiene más pilas él que yo! Y no sabés lo que me cuesta seguirle el ritmo…
Gerardo: ¿Cuánto le llevo...? ¿38? No creo que se note: todavía puedo bancarme a una vieja como ella. Es de las que siempre se duermen antes, no aguanta, y encima se me apoya acá, en el pecho, del lado derecho, me deja inmovilizado el brazo y termino haciendo malabares con el control remoto para cambiar los canales con la izquierda... Para convivir cuatro veces a la semana nos llevamos fantástico.

–¿Se volverían a casar?
Gerardo:
Yo ya se lo pedí. Mirá si estaré mal con mi mujer que hasta le pedí casamiento... Pero no quiere, todavía no logro convencerla.
Sofía: Si así estamos bien... ¿para qué?
Gerardo: Contále lo que me dijiste. ¿Sabés por qué Sofía no se quiere casar conmigo? Porque sabe que van a aparecer los pelotudos de siempre a decir que lo hace para quedarse con mi plata... Es una grande.

–¿Podrían perdonarse una infidelidad?
Gerardo:
No, ni me lo planteo.
Sofía: Yo tengo plena confianza en él, y le he demostrado que él puede tener confianza en mí. Es un tema que no se discute, para nada.
Gerardo: Es que, inconscientemente, estamos bajo vigilancia permanente. Cuando no estamos juntos, cada quince minutos yo la llamo para decirle que la quiero o ella me llama para contarme lo que está haciendo. Además, de mi parte sería difícil, porque la tengo a Ester, que le cuenta todo. ¿No la conocés? Es la chica que trabaja en casa desde hace 27 años, la que también vino en la madrugada del dolor en el pecho... Ahora terminamos el asado y se vienen para casa, así se las presento...

–Pensé que antes de volver te ibas a animar al jet-ski…
–¿En el río? Ni loco… Sólo con mar picado. Si no, me aburro.

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Ester (40 años, casada, dos hijos) conoce como nadie el loft del tercer piso del Palacio Alcorta. Y más, a su dueño. Sabe que el orden y la pulcritud son para él casi una obsesión, en qué momento debe despertarlo y cuándo no, qué llamados puede pasarle sin consultar y a quiénes retener en línea. También, que debe encender el baño de vapor cuando llega del barco y que su mascota (el gato Wilbur) sólo bebe Glaciar y come melón, sandía y pistacho, además de su balanceado. “Hoy es una secretaria ejecutiva, es como un ama de llaves, es de la familia. Por ahí llego y me dice: ‘Señor, vamos a pintar de nuevo la cocina’, y lo que ella dice, acá se hace”, cuenta el jefe.

–¿Ester también te eligió?
–Sí, pero hay que contar su historia: porque Ester se cría conmigo. Llegó a los 13 años junto a su mamá, que empezó a trabajar en la casa que teníamos con Carmen (Morales, la madre de Gustavo, su único hijo). Y claro, después nosotros tomamos la responsabilidad de educarla, de que estudie. Cuando me separé de Carmen decidió venirse a vivir conmigo. Y cuando se casó, hace quince años, empezó a venir ocho horas al día. Siempre digo: me banco que me deje cualquier mujer, menos ella. Y lo sabe bien. Si casi pare dos veces en este living. Es mi familia. Y hoy sus hijos, Luciana, que ya tiene 9, y Daniela, de 4, son como mis otros nietos…

–¿Y compite con Sofía?
Ester:
Para nada. Al contrario, la adoro. Es la mujer que lo hace feliz a él, imagináte.
Gerardo: Hace un tiempo me puso contento ver lo bien que se llevaban Ester y Sofía. Hoy son como hermanas. Se alcahuetean todo. Ya no tengo intimidad...
Sofía: Hasta me prepara borsh, la sopa rusa de remolacha fría que me fascina.
Ester: La señora Carmen me enseñó...
Gerardo: Y a ella mi vieja. Extrañamente, al contrario de la mayoría de las idishe mames, mamá era muy generosa y le enseñaba a Carmen la verdadera receta de todos los platos que me gustaban. Ahora tengo la cocina de mamá hecha por ella.

–¿Qué materias te quedan pendientes?
–Profesionalmente, todo lo que quise hacer lo concreté. En la tele por ahora sólo voy a lo de Marcelo (preside el jurado de Bailando por un sueño), que si bien son unas cuantas horas a la semana, me divierte, la paso muy bien. Y estoy negociando para volver con un programa propio los domingos. Tengo dos éxitos en la calle Corrientes: Una familia poco normal, que ya festejó los 30 mil espectadores, una cifra espectacular para la sala chica que tenemos, y El champagne las pone mimosas, la comedia de autor nacional de más éxito de la historia. Ahora estoy evaluando volver con No somos santas, que anduvo muy bien, y voy a estrenar dos obras más antes de fin de año.

–¿Y en lo personal, qué te falta?
–Absolutamente nada: mi hijo está muy bien, tengo dos nietos fantásticos, una excelente relación con Carmen, tengo a Ester y tengo a Sofía, la mujer que quiero. El que dice que tiene más, miente.

–¿Nada ni nadie consigue hacerte parar la pelota...?
–Para lo que estaba acostumbrado, estoy trabajando a media máquina. Crear, producir, escribir, es lo que me mantiene así, vital. Yo me sigo sintiendo un pendejo. Acá, guste o no, hay Sofovich para rato.

Se enamoraron hace seis años y conviven cuatro días a la semana. “Imposible aburrirnos juntos”, confían .

Se enamoraron hace seis años y conviven cuatro días a la semana. “Imposible aburrirnos juntos”, confían .

Dicen que como buenos piscianos, el agua los relaja. Pasear por el Delta es uno de los programas que más comparten los fines de semana. Una vez a bordo,  el timón es cosa de Gerardo.  Mientras, Sofía se encarga del resto: desde comprar el asado hasta elegir los pastelitos para la hora del mate.

Dicen que como buenos piscianos, el agua los relaja. Pasear por el Delta es uno de los programas que más comparten los fines de semana. Una vez a bordo, el timón es cosa de Gerardo. Mientras, Sofía se encarga del resto: desde comprar el asado hasta elegir los pastelitos para la hora del mate.

“¿Sabés por qué Sofía no se quiere casar conmigo? Porque sabe que van a aparecer los pelotudos de siempre a decir que lo hace para quedarse con mi plata... Es una grande”

“¿Sabés por qué Sofía no se quiere casar conmigo? Porque sabe que van a aparecer los pelotudos de siempre a decir que lo hace para quedarse con mi plata... Es una grande”

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