«Mi discapacidad no me impidió ser feliz» – GENTE Online
 

"Mi discapacidad no me impidió ser feliz"

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La pista de alto rendimiento del CENARD es la cocina de los mejore
s atletas de la República. Y ahí pasan, perfectos, veloces y sin pausa. Campeones, se los llama. Pero quedan atrás, bien atrás. Carlos Alberto Rodríguez -39 años, de Escobar, maratonista, casado, dos hijas- es más campeón que todos ellos. Corre a su par, orgulloso. Reconocen su coraje, sus agallas de acero. Lo saludan: "¿Qué tal, campeón?", y Carlos Alberto -"poné Beto", pide y Beto será de aquí en más-, responde:

"Mejor que nunca, tigre, mejor que nunca". Al mando de su silla de ruedas dio la vuelta al mundo, desde su pago chico hasta Osaka, Japón. Dieciocho años de atletismo, 150 victorias. El dice: "Es que los rengos somos así: locos, mucho espíritu. De parar, ni hablar".

Y Beto no para. Se monta a la silla, y arremete: "Siento que tengo que darle con todo. Cuando sos disca (su manera de abreviar discapacitado),
todo te cuesta el doble, pero doble es la satisfacción". Y esa audaz filosofía lo llevó por toda su vida a romper paredes. Desde que perdió el uso de sus piernas a los 6 meses, consecuencia de la poliomielitis, no las ha dejado de romperlas. Paredes de discriminación o simple y cruel ignorancia. "Cuando era chico, en el barrio, la discapacidad era solo un apodo. Hasta que salís de él. Y te enfrentás al mundo -cuenta-.
Hace unos años, el disca era un extraterrestre. Pero la peleamos, nos ganamos el respeto". Y reflexiona: "A la gente le hace falta tener más contacto con nosotros. Todos tienen un discapacitado en su entorno, de cualquier tipo. Deben superar sus miedos"

No todo es entrenamiento. Además, Beto trabaja como empleado administrativo en el Parque Sarmiento. Estudia para convertirse en entrenador. Su meta: fundar una escuela integrada. Alfonsina, su esposa desde hace diez años y madre de sus dos hijas, María Laura (10) y Alfonsinita (7), es una maratonista convencional. Y los mejores del deporte argentino se sacan el sombrero ante él.

Logros no escasean: dos bronces en el Panamericano de Caracas en 1990, Mención Especial en los Konex de 2000, una miríada de copas en su estantería. Sobre sus ocho victorias en San Silvestre, bromea:
"Voy allá hace quince años, creo que gano por hincha". Y sobre la famosa maratón de Maranello -celebrada en honor de Enzo Ferrari, padre de la mítica escudería, corrida cerca de Milán y su más reciente blasón- cuenta: "La preparé por mucho tiempo. Empezó siendo un objetivo. Fue muy duro llegar. Y cuando gané, me di cuenta de que era un sueño cumplido". Y el sueño se concretó con el apoyo de la
Secretaría de Deporte y Turismo de la Nación, que a travéz de Daniel Scioli se hizo cargo de los pasajes y de todo el largo etcétera que conlleva tamaña empresa y, en este momento, organiza el Mundial de Natación para deportistas especiales este diciembre en Mar del Plata.

Tantas medallas, tantas loas, pero el verdadero triunfo es solo uno: "Y ese es el fruto de mi voluntad, es haber llegado a ser atleta". Y concluye el hombre de Escobar, cabeza en alto: "No huyo de la palabra discapacidad. Es un desafío, me insta a ser valiente. Me seduce mucho abrir caminos. Pasar por donde ningún disca pasó. Mi discapacidad no me impidió tener una familia, ser atleta, ser feliz".

Beto Rodríguez en la pista del CENARD, sobre su silla de ruedas. Dieciocho años de atletismo, y más de cien victorias contra viento, prejuicio y marea.

Beto Rodríguez en la pista del CENARD, sobre su silla de ruedas. Dieciocho años de atletismo, y más de cien victorias contra viento, prejuicio y marea.

Rodríguez corta la banda de llegada en la última maratón de San Silvestre el último año. Ganó la tradicional competencia ocho veces.

Rodríguez corta la banda de llegada en la última maratón de San Silvestre el último año. Ganó la tradicional competencia ocho veces.

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