“Mi amor por Jorge sigue vivo en los ideales que siempre compartimos” – GENTE Online
 

“Mi amor por Jorge sigue vivo en los ideales que siempre compartimos”

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Andrea Stivel (46) se muestra entera. Se la ve delgada, bien bronceada y con el ánimo repuesto. Llega puntual sin disimular algo de nerviosismo, ya que a diez meses de la partida de Jorge Guinzburg, su compañero durante 22 años, por primera vez habla de cómo sigue su vida sin él. Son las seis de la tarde del día siguiente a una noche larga “Ayer nos fuimos a cenar con Hugo y con el Bicho (Hugo Varela y Marcos “el Bicho” Gómez, dos de los protagonistas de Revista Latina, el espectáculo que Andrea produce junto a Daniel Comba en Carlos Paz) y me acosté a las cinco de la mañana”, cuenta aquí, en Villa Carlos Paz, adonde viaja una vez por semana. Frente al grabador sólo esquiva los detalles que aún le duelen. Hace largos silencios y retiene miradas quietas que transparentan su interior más hondo. Las pausas manifiestan su franqueza, las usa para acomodar cada palabra en un relato que desbordará serenidad. “No fue fácil; al principio ni salía de casa”, confiesa.

Con Jorge vivió un amor grande, que dejó como principal legado a sus dos hijos: Sacha de 21 e Ian de 19, (que se sumaron a Soledad y Malena, las dos hijas del primer matrimonio de Guinzburg) y que, fuera del ámbito personal, la impulsó a desarrollar con marca propia su carrera como productora televisiva. Fiel al talento que heredó en sus genes (es hija del productor y director David Stivel, creador entre otros éxitos de Cosa juzgada), sigue tal como el mismo Guinzburg la definió: “Idishe mame y la mejor productora que conozco”.

Tras el dolor y como fórmula para seguir avanzando, Andrea arremete y la lucha sin desmayo para alcanzar una objetivo que parece sencillo: “Quiero estar bien”.

–¿Cuánto habías pensado o conversado de lo que iba a ocurrir con tu vida sin Jorge?
–Nada. Cero.

–¿Te hubiera gustado haberlo hecho?
–No, para nada.

–¿Cómo resulta tu vida a partir de su muerte?
–(Pausa) Es un aprendizaje diario, es una nueva manera de vivir cada minuto que pasa. Es enfrentarme a situaciones nuevas todo el tiempo, a algunas buenas y a otras no tanto.

–¿Quiénes te ayudan a enfrentar las situaciones dolorosas?
–Mis hijos Sacha (21) e Ian (19), y mi hermano Alejo (49, productor musical que vive en Madrid y que acaba de regresar a los escenarios con su grupo, Tequila) y también mis amigos, que estuvieron al pie del cañón. También me ayudó el consenso del público, sobre todo porque fue un año laboral muy importante.

–¿Redescubriste en este tiempo un lazo que antes no tenías tan presente?
–Con amigos, sí. Con mis hijos y mi hermano ya estaban como ahora. No sabía que mis amigos me apreciaban tanto: me sentí absolutamente querida y cuidada. Y no sólo en el primer momento, con el dolor fresco, cuando uno puede obviamente esperar que estén cerca. Hoy me pasa lo mismo; entonces, siento que esos vínculos son muy fuertes y muy importantes.

–¿El dolor pasa?
–No. El dolor no pasa nunca, ocupa lugares más profundos y a veces, cuando aparecen determinadas situaciones, te puede sorprender desprevenida. Frente a fechas importantes, por ejemplo, me preparo para armarme un poco más y enfrentar lo que pasa. De golpe me puede ir bien o no, pero cuando el dolor aparece lo transito.

–¿En la vida cotidiana qué cambió?
–Todo.

–A Jorge y a vos se los veía simbióticos…
–Absolutamente simbióticos.

–¿De pronto te encontraste sola?
–Sí.

–¿Habías conocido antes una soledad tan profunda?
–No. Nunca en mi vida. A los 23 años me fui de la casa de mi mamá a vivir con Jorge.

–¿Nunca habías vivido sola?
–Nunca.

–¿Los silencios con qué los ocupás?
–Trabajo mucho y me muevo mucho. Los silencios están, pero trato de que no sean demasiados. Disparo para adelante, siento que arremeto con todo y la verdad, me hace bien hacerlo así. No los niego, me sirven como nueva forma de ir adelante con todo.

–¿Qué es lo que más te costó de la nueva vida?
–Enfrentarme sola a determinadas cosas. Antes era todo compartido con Jorge (la familia, la casa, el trabajo) y ahora mi realidad es otra. No hay algo que sea particularmente difícil: todo lleva un proceso de acomodamiento.

–¿Todo, desde que te levantás hasta que te vas a dormir?
–Absolutamente todo. Es así, pero voy remándola: sacaré brazos de tanto remarla. Supongo que donde más me siento vulnerable es en lo que tiene que ver con mis dos hijos. Sé que puedo, pero cuando hay una situación en relación a ellos me siento particularmente sensible. (Silencio) No me muestro vulnerable ante ellos, porque creo que verme bien los tranquiliza.

–Estás más delgada. ¿Hubo una intención de buscar una imagen coherente con el proceso interno que viviste durante el 2008?
–No lo pensé así, pero podría ser. Me parece que fundamentalmente responde a mis ganas de cuidarme… ¡y camino muchísimo por los bosques de Palermo! Empecé a sentirme cómoda así y sigo de ese modo.

–¿Te sabías una mujer fuerte?
–No, no sabía para dónde iba a disparar, cómo iba a reaccionar. No me gusta analizarlo. Sé que tengo fuerza, porque si no no podría haberlo sostenido. Pero no lo vivo como valor: lo vivo más como una exigencia que como una virtud.

–¿Una exigencia que antes no veías?
–Que no tenía tanto, tal vez.

–¿Qué reconocés como tu primer paso de recuperación?
–Mmm… Fue laboral.

–¿El primer programa de Mañanas informales?
–Sí.

–¿En el control, lloraste cómo ocurrió delante de cámara?
–Cuando terminó el programa. No antes.

–Otra exigencia: como productora responsable hay que sostener el aire ante todo…
–Totalmente. Ernestina (Pais) cuenta que frente a los momentos en que ella se quebraba le decía: “Vamos, falta poco, ya termina”.

–¿Y al final del último programa, el mes pasado, también hubo lágrimas?
–No. Uno trata de cuidar más los momentos de afloje para que los tristes sean muy íntimos.

–¿Eso significa llorar sola?
–No, no pasa eso. Intento manejarlos, para que queden en mi intimidad.

–¿A nivel profesional no crees que se podían buscar alternativas para que Mañanas informales siguiera en Canal 13?
–Se podía; pero a la vez entiendo que si el presupuesto no cierra, lo más factible es que no se haga el mismo producto. En un canal mandan los presupuestos. Acá no hubo una propuesta de hacer un programa más barato, sino la decisión de cerrar la mañana.

–¿Esperabas una contrapropuesta?
–Sí.

–¿Entonces la decisión del canal dolió?
–Sí, duele, porque el programa es un producto que tiene con qué continuar, y aparte porque posee un significado personal para mí. Está tan instalado, lo que no es fácil de lograr: entonces da pena cortarlo, pero bueno…

–Como conclusión, ¿cuál sería tu autodefinición de la Andrea que sos hoy?
–Fundamentalmente que trabajo mucho y la peleo para estar bien. Eso es lo que busco hoy: poner todo lo que puedo para seguir adelante.

–¿Eso podría incluir nuevo amor?
–Ni me lo planteo; aún no es el momento.

–¿Creés que para Jorge hubiera sido más duro seguir su vida sin vos?
–Los dos fuimos favorecidos en la relación que vivimos; no hubo uno que tuviera que complementar al otro por ser débil y el otro fuerte. En ese sentido, los dos salimos ganando con creces. Si hay algo que me habría gustado –de haber sido la situación al revés– es que Jorge siguiera disfrutando la vida de la manera que él decidiera.

–Pura demostración de que el amor sigue…
–Sí, sigue. Sigue desde otro lugar, porque también tiene que ver con los objetivos de vida que nos unían. Mi amor por Jorge sigue vivo en los ideales que siempre compartimos. Sí, definitivamente, me habría encantado que frente al dolor de la pérdida de su gran compañera, él hubiera podido pelearla, seguir adelante, encontrar otra persona, disfrutar la vida y pasarla bien. En Córdoba, adonde viaja una vez por semana, Andrea cuenta que para no estancarse, la pelea a diario. Sus hijos, su hermano y el trabajo la ayudan a lograrlo.

En Córdoba, adonde viaja una vez por semana, Andrea cuenta que para no estancarse, la pelea a diario. Sus hijos, su hermano y el trabajo la ayudan a lograrlo.

Andrea y Jorge se casaron el once de noviembre del 2001, exactamente el día en que cumplían quince años de convivencia.

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A modo de homenaje, la sala del teatro Candilejas I en Carlos Paz, donde se presentan, lleva ahora el nombre del genial periodista, humorista y empresario teatral, que muriera a los 59 años.

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