“Me voy porque ya presté mi servicio y porque no tengo vocación política” – GENTE Online
 

“Me voy porque ya presté mi servicio y porque no tengo vocación política”

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Joaquín Piña (76) acaba de terminar su misa y prepara las valijas con cierta melancolía, que se esfuerza por controlar. “Me voy a la Madre Patria para ver a mis hermanos”, cuenta el español nacionalizado argentino. Aunque en Puerto Iguazú nadie se resigna a que el Padre Obispo –como lo llaman todos aquí– concluya su tarea pastoral al frente de la diócesis y se aleje definitivamente de la política, justo ahora que las cosas empezaban a cambiar para bien. Nadie se resigna, decíamos, y él lo sabe. Pero Piña sabe también que la mejor manera de defender sus palabras es a través de ejemplos. Y ni siquiera se pone a meditar por qué el cielo se pone de acuerdo con el pueblo para llorar su partida. Hablamos de la tormenta que el domingo 19 acompañó su despedida en el santuario de Nuestra Señora de Iguazú, al igual que la acompañaron los aplausos de colaboradores, sacerdotes, diáconos, religiosas, agentes pastorales, misioneros y ciudadanos comunes enfundados en remeras con la figura de San Miguel Arcángel.

–Su triunfo electoral fue un golpe duro para el Gobierno y una bocanada de aire fresco en la política. ¿A qué atribuye ese efecto?
–Llega un momento en que la gente se cansa y dice “basta”. Teníamos un gobierno muy autoritario, que se pensaba que podía hacer lo que se le diera la gana, pero no fue así. Hoy la gente no se deja engañar tan fácilmente. Parto feliz. El pueblo de Misiones demostró que tiene dignidad y que no se lo van a llevar por delante así nomás.

–Muchos dicen que a partir de su triunfo electoral puede surgir una nueva manera de hacer política. ¿Es así?
–Dios quiera, pero hay muchos que se postulan como referentes de la nueva política y siguen haciendo vieja política. Eso sucedía acá en Misiones con el oficialismo. Hoy la gente reclama una democracia más participativa, más transparente. Y creo que esto se va a ir instalando cada vez más. El fin de la perpetuidad en el poder no se debe agotar en el Presidente, en los gobernadores y en los vice, sino que debe abarcar a un amplio sector de la sociedad, porque hay algunos intendentes, legisladores, dirigentes, que están enquistados desde hace años. La alternancia en el poder le hace muy bien a la democracia, en todos los niveles.

–¿Vio algún signo que nos lleve a esta nueva política?
–Sí, creo que el mismo presidente Kirchner, aunque no lo haya explicitado públicamente, tomó nota, porque actuó en consecuencia e impulsó al gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner, y al de Buenos Aires, Felipe Solá, a renunciar a sus ambiciones reeleccionistas. Quien no tomó nota es el gobernador que tenemos aquí. Ese (no lo nombra, pero se refiere a Carlos Rovira) todavía no se ha enterado de que perdió las elecciones. Primero desapareció diez días y luego, en vez de reconocer su derrota, les echó la culpa a los periodistas nacionales. Es más, su prima (Liliana Rovira) terminó su discurso en la Asamblea Constituyente diciendo “¡Hasta la victoria siempre!”.

–Todas las encuestas afirmaban que usted perdía. Intimamente, ¿imaginó este triunfo, lo percibió, lo soñó?
–Siempre estuve convencido de que ganábamos, a menos que hubiese un fraude demasiado grande. Gracias a Dios se pudo evitar parte de ese fraude. Habían preparado 33 mil documentos truchos para tumbar la elección, pero felizmente se pudo parar en gran parte. Por desgracia ésa es una vieja metodología que tienen aquí. Se pudieron evitar muchos fraudes, pero no todos. A pesar de ello, ganamos bien y sin plata. Esta vez el dinero no sirvió para ganar una elección.

–¿Quién ganó: el pueblo que maduró o el que votó a su pastor?
–El pastor sólo colaboró. El pueblo votó con madurez, pero también ayudaron los errores que cometió el oficialismo. Todo eso se volvió en su contra, como prohibirles a los policías que fueran a misa.

–Hoy, la hegemonía de poder contra la que usted tanto ha luchado, parece trasladarse a la Casa Rosada: ya se comenta que tras el gobierno del actual Presidente vendría el de su esposa, Cristina, para luego apostar de nuevo a Néstor Kirchner. ¿Qué similitudes advierte con lo que trataba de imponer Rovira aquí en Misiones?
–Me parece que Kirchner es más inteligente que Rovira. El ha tomado nota de la cosa, y no quiere perder. Aunque si pretende que al término de su gestión lo reemplace su mujer, para luego volver él, pasará lo mismo que sucede con algunos caudillos de provincia.

–¿Cree que en el panorama nacional puede surgir un candidato capaz de frenar la avanzada del kirchnerismo?
–El problema de la Argentina es que la oposición está muy dividida, casi atomizada. Todavía no se ve un líder claro, pero tengo esperanzas de que en el año que falta se pueda ir definiendo. Es esencial en la democracia que exista una oposición fuerte. De lo contrario caemos en gobiernos totalitarios.

–¿Y cómo se construye esa oposición?
–Depende de ambas partes. El pueblo les debe enseñar a los políticos a ser más sinceros, y los políticos deben aprender a ser más generosos, al renunciamiento, a buscar el bien común. Hay mucha mezquindad entre ellos. Si no nos fijamos algunos objetivos comunes, como la defensa de la democracia, es imposible el diálogo. Eso se vive en la familia también: si en un matrimonio ninguno de los dos involucrados es capaz de renunciar a algo, el matrimonio termina mal.

–Pero no hay buenas experiencias con las alianzas en la Argentina. Mire cómo terminó el gobierno de De la Rúa.
–Seguro. Pasa que una alianza entre gente demasiado distinta al final termina mal.

–¿Hoy los candidatos a pelear la presidencia son Mauricio Macri…?
–No, Macri ya se bajó, y me alegré porque no coincido mucho con su proyecto; lo mismo me sucede con López Murphy. En cambio, Lavagna es una persona con más condiciones, pero no sé si tiene suficiente apoyo.

–¿Entonces, Roberto Lavagna es hoy su candidato?
–Sinceramente, me gusta más que los otros. Es un hombre con gran prestigio dentro y fuera de la Argentina.

–¿Y Elisa Carrió? Es una gran militante católica.
–Me resulta interesante, pero a veces se pasa, porque es de esas personas que quieren estar en contra de todo. Es como el hombre que llega a una reunión y dice: “No sé de lo que están hablando pero me opongo”. Así nunca vamos a construir nada.

–¿Es definitivo su alejamiento de la política, monseñor?
–Sí. Lo dije desde el primer día. Ya presté mi servicio en un momento en que debía hacerlo. De ninguna manera voy a aspirar a un cargo público. Hay gente honesta trabajando en política. Es cuestión de que el pueblo la sepa reconocer.

–Pero usted puede hacer cosas buenas desde la política. ¿Por qué va a privar al pueblo de ellas?
–Me agarró un poco viejo y no tengo vocación política. Mi verdadera vocación es otra. La política bien entendida es trabajar y pretender lo mejor para todos, no para un sector. Yo quiero que los católicos comprometidos se metan en la política, porque si no se meten les dejamos todo el lugar a los sinvergüenzas. Hay que lograr que los políticos sean más honestos. Nosotros estamos trabajando bastante con las Escuelas de Ciudadanía, para que los laicos aprendan a hacer política de otra manera.

–¿La Iglesia debe participar en política?
–La Iglesia tiene que defender las causas justas y denunciar todo aquello que se opone al reino de Dios.

–¿Qué va a ser de su vida de aquí en más?
–Voy a seguir trabajando como sacerdote, como predicador del Evangelio, administrando los sacramentos en la diócesis de Misiones. Quiero dejarle las manos libres al obispo que venga (monseñor Marcelo Raúl Martorell). Pero por ahora llegó el momento de descansar un poco. Creo que lo merezco.

La emotiva despedida de sus fieles, en el santuario de Nuestra Señora de Iguazú. “<i>El pueblo debe enseñarles a los políticos a ser más sinceros, y los políticos deben aprender a ser más generosos y a buscar el bien común</i>”, pregona.

La emotiva despedida de sus fieles, en el santuario de Nuestra Señora de Iguazú. “El pueblo debe enseñarles a los políticos a ser más sinceros, y los políticos deben aprender a ser más generosos y a buscar el bien común”, pregona.

En su última misa como obispo en Purto Iguazú, monseñor Piña comulga a los fieles, muchos de ellos, con remeras con la figura de San Miguel Arcángel.

En su última misa como obispo en Purto Iguazú, monseñor Piña comulga a los fieles, muchos de ellos, con remeras con la figura de San Miguel Arcángel.

Besos y abrazos de despedida para el cura.

Besos y abrazos de despedida para el cura.

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