«Me voy porque es tiempo de que Las Leonas tengan otro conductor» – GENTE Online
 

"Me voy porque es tiempo de que Las Leonas tengan otro conductor"

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"Tenía 12 años, estaba mirando el entrenamiento de un equipo de hockey
femenino, y mientras todos se reían y las cargaban porque apenas tenían un par
de bochas para la práctica, yo pensé
: 'Un día las voy a dirigir y no sólo van a
ser campeonas, sino que se van a ganar el respeto de todos'".

Pasaron 27 años de aquella premonición y aquel chico cumplió su sueño. Hoy, el
hockey femenino argentino se codea con los mejores del planeta y, lo que es más
importante, se ganó el respeto y la admiración de todos. Y sin dudas, Sergio
Roberto Vigil (39) -por más que él no quiera acreditarse ningún mérito- es el
responsable de esta hazaña, ya que diseñó un plan de trabajo, eligió los mejores
elementos para llevarlo a cabo y lo plasmó en un campo de juego con Las Leonas.
Pero por sobre todas las cosas, a sus dirigidas les inculcó valores de vida.
Hoy, más allá de los resultados, Las Leonas son reconocidas por su humildad,
respeto y honestidad. Y ellas lo retribuyen asegurando que Cachito Vigil es "su
segundo padre"
. Segundo padre de Las Leonas y primero de su gran debilidad: Thiago, el hijo de un año, que cuando ve entrar por al DT por la puerta de su
casa de Vicente López, salta del regazo de su abuela para abrazarlo. Thiago
todavía no camina ni habla, pero sus ojitos celestes lo dicen todo. Entonces,
los de Vigil padre se humedecen. Igual que se humedecieron en Rosario, ante seis
mil personas, el día que les dijo adiós a Las Leonas, después de ganar en apenas
cinco años dos medallas olímpicas -plata en Sydney 2000 y bronce en Atenas
2004-, un campeonato Mundial -Perth 2002-, un Champions Trophy -Amsterdan 2001-
y dos Panamericanos -Winnipeg 1999 y Santo Domingo 2003-.

-Vigil, ¿por qué se va?
-Porque entendí que era el momento para que este equipo tenga otro conductor. Si
fuera por mí dirigiría toda mi vida a Las Leonas, pero también tengo otros
sueños, como que el hockey sea cada vez más grande. Y para eso, debe haber
cambios, ciclos que empiecen y terminen.

-No queda muy claro, ¿podría explicarlo mejor?
-A ver… (piensa unos segundos), me voy porque yo soy sólo un eslabón de la
cadena y porque tras ocho años muy intensos, donde uno estuvo muy involucrado,
es importante tomar distancia y ganar en perspectiva. Tengo ganas de seguir
capacitándome y ver cosas que cuando uno está adentro no puede hacer. Yo deseo
devolverle al hockey todo lo que me dio.

-Es decir que usted no quiere que se vincule el éxito de este equipo con el
simple hecho de que Cachito esté en el banco.
-Por supuesto, ya que el éxito mayor fue la planificación a largo plazo. Cada
persona que pasó dejó una huella: cada jugador, cada integrante del cuerpo
técnico, cada dirigente, hasta el público que se volcó a este deporte.

-Recién dijo que le quería devolver al hockey algo de todo lo que le dio... ¿De
qué manera?
-Puede ser recorriendo el interior del país para enseñarles a los chicos a ser
los futuros Leones o Leonas. Pero no de una selección sino de la vida. El
semillero es importante, es la fuente misma del deporte. Aunque, claro está,
tampoco descarto la posibilidad de dirigir un equipo de alto rendimiento.

-¿Tiene propuestas del exterior?
-Sí, tengo algunas ofertas para dirigir en Europa. Propuestas que son
estimulantes en el aspecto profesional. Pero todavía es muy fuerte y muy cercano
el sentimiento por Las Leonas, que no me permite evaluar con objetividad esas
propuestas. Además, me encantaría seguir dirigiendo en la Argentina.

A los 14 años Sergio Vigil entró en las divisiones inferiores del Club Ciudad de
Buenos Aires. Cuatro años después debutó en primera y a lo largo de su carrera
como jugador consiguió siete títulos. Las dos últimas temporadas antes del
retiro -desde 1997 hasta 1999-, jugó y dirigió a su equipo. Su capacidad como
coach fue reconocida de inmediato, al punto de que también le ofrecieron el
cargo de entrenador del seleccionado femenino de hockey: "Esos años hice las
tres cosas: jugar y entrenar dos equipos. Pero en el año 2000 dije basta y me
dediqué de lleno a la Selección
-recuerda Cachito-. Lo primero que les dije a
las chicas era que si queríamos competir a nivel europeo debíamos entrenar el
doble. Si las grandes selecciones lo hacían cinco meses al año, nosotros
debíamos hacerlo diez. Así, con mucho esfuerzo y sacrificio, logramos ponernos a
su altura".


-¿Fue complicado empezar a dirigir a mujeres?
-Para nada, porque generalmente en el hockey a los equipos femeninos los entrena
un hombre. A los 15 años, y a modo de changuita, empecé con juveniles de
mujeres, y a los 20 ya dirigía la primera. Aprendí muchísimo, porque la mujer le
exige al conductor no sólo capacidad, sino también buenas formas de abordaje a
las personas, creatividad y sensibilidad.

-¿Y esa sensibilidad le sirvió para entender más a Marcela, su esposa?
-Seguro, porque me hizo comprender la naturaleza de la mujer y, sin darme
cuenta, en mi vida cotidiana con ella -que es bibliotecaria- apliqué cosas que
había aprendido como técnico, por ejemplo, a ser más sensible y a escuchar sus
problemas.

-¿Qué sueños tenía en 1997 cuando se hizo cargo de la Selección?
-Tenía tres sueños: que fuera el equipo más unido del planeta, el de mayor
pasión y el más inteligente. Por suerte, se cumplieron los tres.

-¿Y por qué cree que estas jugadoras se ganaron el apodo de Leonas?
-Porque, tanto desde adentro como desde afuera de la cancha, se juntó un grupo
de gente apasionada con mucho amor para entregar y con un gran talento. Una vez
el profesor Luis Barrionuevo -un maestro, el místico de este equipo- lo resumió
así: "Acá se unió capacidad con oportunidad". Pero además, las chicas no
vivieron la alta competencia como una selva en la que se debe ganar a cualquier
precio.

-¿Alguna vez tuvo que desafectar a una jugadora de la Selección porque se había
enamorado de usted?
-No, siempre tuvimos una relación muy cercana, y si se generaron vínculos de
amor, fueron esos amores platónicos deportivos. Yo amo a cada una de las Leonas
y ellas también me aman a mí, pero es el afecto que tiene un padre hacia un
hijo.

-Otra cosa muy comentada es la homosexualidad en el hockey…
-Este es un tema delicado y privado… (hace un largo silencio). Pero lo que sí
puedo decir es que siempre este equipo valoró a las personas por la grandeza y
la pureza de su alma, más allá de su condición sexual.

-¿Y llegó a llorar después de dar una lista, por haber dejado afuera a una
jugadora?
-Siempre. Por ejemplo, en la primera que hice como técnico de la Selección tuve
que dejar afuera a una amiga de la vida, María Paula Castelli, y desde ese
momento siempre sentí angustia.

-¿El error que nunca se va a perdonar?
-Hubo muchos, pero lo peor fue no haberme dado cuenta cuando una chica se fue
mal de un entrenamiento por algo que yo dije.

-¿Está bien que Luciana Aymar haya sido elegida la mejor del mundo?
-Sí, para mí es la número uno, incluyendo hombres y mujeres. Porque conjuga
capacidad y talento natural, con esfuerzo e inteligencia para vivir el deporte.
Nunca en mi vida vi a nadie con semejante talento que se entrene tanto. Y a eso
le agrega una increíble humildad y sencillez.

-Y después de esta etapa que comienza, ¿le gustaría volver a dirigir a Las
Leonas?
-Seguro, ojalá Dios me dé la posibilidad de dirigirlas nuevamente. Trabajaré
mucho para seguir capacitándome y para que, si me dan una nueva oportunidad, me
encuentre mejor preparado que ahora.

Cachito Vigil en la costa de Vicente López, barrio donde nació, se crió, jugó al hockey y hoy vive con su esposa y su hijo. A la izquierda, su máximo logro: la medalla dorada en el Mundial de Perth 2002.

Cachito Vigil en la costa de Vicente López, barrio donde nació, se crió, jugó al hockey y hoy vive con su esposa y su hijo. A la izquierda, su máximo logro: la medalla dorada en el Mundial de Perth 2002.

En su casa junto a Thiago, su hijo de un año. El domingo 14, en la despedida de los dos, el técnico y Vanina Oneto dieron la vuelta olímpica con sus bebés a caballito.

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