“Me voy feliz del rugby: no tengo cuentas pendientes” – GENTE Online
 

“Me voy feliz del rugby: no tengo cuentas pendientes”

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Adiós”, dice entre lágrimas. Y da paso a los últimos instantes de su carrera como deportista: un pasillo hecho por los jugadores que lo acompañaron siempre, una platea dispuesta a ofrecerle otra ovación (¿la última?), el número nueve estampado en todas las camisetas y la luz diáfana de un remoto reflector que se apaga. Entra a la cancha, atraviesa la pasarela hacia el último encuentro y toma la pelota ovalada entre sus manos. Una vez más suena un silbato: es el partido del adiós.

Agustín Pichot (34) eligió despedirse en el Club Atlético San Isidro. En la cancha número uno, donde jugó por primera vez al rugby cuando tenía cuatro años. “Donde todo empezó”, imprimió en la invitación. Allí se formó como jugador y sacó chapa de crack en 1995, cuando ganó el Campeonato Nacional. Después partió rumbo a Inglaterra, para jugar en el Richmond (del ’97 al ’99). Más tarde pasó al Bristol (del ’99 al 2003), donde se convirtió en el primer capitán extranjero del equipo. En 2003 desembarcó en Francia y se hizo ídolo del Stade Français. Los periodistas lo bautizaron “le petit Napoléon”. En el 2007 tuvo un paso fugaz por el Racing 92, como jugador y manager del club más tradicional de París. Y este 2009 volvió al Stade Français, para devolverle algo de mística al equipo. Al mismo tiempo desarrolló su carrera en Los Pumas, por supuesto.

El sábado 27 de junio estuvieron todos los que lo acompañaron a lo largo de su carrera. Los grandes del CASI que lo bautizaron “Ficha” cuando Agustín pasaba horas en Sacoa jugando a los fichines. Y los amigos de la camada ’74, privilegiados testigos de los albores de un crack. También hubo muchos pumas: Juan Martín Hernández, Mario Ledesma, los gemelos Felipe y Manuel Contepomi, los hermanos Nacho y Juan Fernández Lobbe, el Pato Albacete, Juan Leguizamón, Mauricio Reggiardo, Gonzalo Tiesi… Pero fueron sus hijas, Valentina (8) y Joaquina (4), las que recibieron el abrazo más sentido. Su mujer, Florencia, no hizo más que retener el llanto. A orillas de la cancha estuvo su madre, Cristina. Y sus hermanos, Bárbara, Enrique y Joaquín. Realmente todos: los entrenadores de su juventud, Jorge O’Reilly y Pipo Larrubia; el neozelandés Alex Wyllie, gran entrenador de Los Pumas en la generación gloriosa del ’99; Marcelo Loffreda y Daniel Baetti, responsables de la Selección en la gesta de Francia ’07. Todos, incluido Diego Armando Maradona, que lo visitó antes del partido despedida y le dijo: “Realmente, honraste a la camiseta argentina”. Y estuvo también GENTE, claro.

–Agustín, ¿qué más podés pedir?
–Nada, absolutamente nada. Fue el final perfecto, y no tengo más que felicidad por esta despedida. Di todo lo que tenía para dar, y el rugby me dio muchísimo.

–¿Te quedó algo por hacer?
–En el rugby, nada. Disfruté todo lo que tenía que disfrutar. No me guardé nada ni me queda ninguna cuenta pendiente. Fueron muchas emociones, me voy muy tranquilo. Y muy contento con lo que viví en mi partido despedida.

–¿Nunca más un entrenamiento?
–No más entrenamientos, no más partidos, nada. Y te juro que es pura felicidad y conformidad. Claro que tristezas tengo, porque no voy a volver a jugar al rugby y eso genera nostalgia. Pero después de vivir catorce años jugando a un nivel increíble, de haber viajado por el mundo y enfrentado a los mejores, terminando hoy acá con mis amigos y en mi club, me cierra todo perfecto.

–Pero estuviste más de una hora en el vestuario después del último partido. No querías abandonarlo…
–Y… es difícil. Además, siempre salgo último. Me quedo hablando con Juan (Hernández), que es un gran amigo y alguien con quien compartí muchos vestuarios, tanto en Los Pumas como en el Stade Français. El vestuario es emocionante y las charlas son para extrañar.

–¿Qué sensaciones te deja la despedida, con tanta gente homenajeándote?
–La gente que me vino a acompañar fue increíble. Haber recibido la visita de Maradona en el hotel fue una gran sorpresa. Que Felipe (Contepomi) haya venido desde Irlanda y que Alex Wyllie lo haya hecho desde Nueva Zelanda, que son veinte horas de vuelo, es impagable.

–¿Y ahora qué sigue? ¿Proyectos en la política?
–No sé si llamarlo política. Sí te digo que voy a trabajar en algo comprometido con lo social. Es una faceta que ya tengo patente con mi fundación. Hay una idea de apoyar, por ejemplo, al gobernador de Chubut Mario Das Neves, porque me parece un gran tipo y creo que quiere hacer las cosas bien. También estoy comprometido con la UAR para ayudar en todo lo posible.

–Final y despedida: ¿se les puede sumar algo a las lágrimas que vimos todos?
–Es una mezcla de emociones. No lloro casi nunca, pero te juro que desde el momento en que supe que era mi último partido no paré de llorar. Pero bueno... Se acabó el rugby para mí, y hay que aceptarlo.

Será tarea del rugby aceptarlo, tarea de Los Pumas. Aceptar que, tal como dijo Felipe Contepomi, “cuelga los botines el mejor jugador argentino de toda la historia y uno de los mejores medio scrums que tuvo el mundo”. Aceptar que se imponga la polémica sobre quién fue más importante: Hugo Porta o Agustín Pichot. El “Ficha” fue un revolucionario del rugby. Aun sus detractores (todos los ídolos lo tienen) lo reconocen. Durante el Mundial de 2007, el prestigioso diario español El País lo presentó como “el Che Guevara del rugby”. El título resultó exagerado, por supuesto. Pero Agustín Pichot fue un líder natural, rebelde y provocador. Dentro de las canchas y frente a los dirigentes. Atravesó mil barreras durante toda su carrera. Le dio la primera patada al tablero cuando se hizo jugador profesional. Entonces muchos dinosaurios del rugby pensaron excluirlo para siempre de la Selección nacional. ¡Ignorantes!

Más tarde alentó la profesionalización de Los Pumas. “Ya no nos podemos conformar con jugar contra las potencias y perder por poco”, repetía. Y, como capitán, condujo al equipo hacia el hito más importante de su historia: el tercer puesto en el Mundial de Francia ’07. Carismático, trascendió el mundo del deporte. Protagonizó comerciales, condujo su propio programa de televisión, tuvo una participación especial en una novela y la marca deportiva Nike le dedicó una línea exclusiva. Demasiado rosa, hay que decirlo. Allí cambió su nombre por una sigla: AP9. ¿Hace falta explicarlo? Fue león y zorro, un animal del deporte y un líder de grupo. Agustín Pichot tuvo su momento postrero. Levantó los brazos , recibió el aplauso de todos y dijo lo que las lágrimas anunciaban: “Chau, gracias, adiós”. En 1994 Agustín debutó en esta misma cancha como medio scrum del CASI. Ahora, en el 2009, volvió a ese primer escenario para finalizar su carrera. “Fue un final perfecto”, dijo.

En 1994 Agustín debutó en esta misma cancha como medio scrum del CASI. Ahora, en el 2009, volvió a ese primer escenario para finalizar su carrera. “Fue un final perfecto”, dijo.

“No más entrenamientos, no más partidos, nada. Y te juro que es pura felicidad y conformidad. Claro que tristezas tengo, porque no voy a volver a jugar al rugby y eso genera nostalgia”

“No más entrenamientos, no más partidos, nada. Y te juro que es pura felicidad y conformidad. Claro que tristezas tengo, porque no voy a volver a jugar al rugby y eso genera nostalgia”

Agustín se despidió del rugby como siempre lo soñó: entre amigos. Hubo muchos pumas (actuales y veteranos) y estuvieron también sus compañeros de la camada 74 del CASI. La entrada fue gratuita y, si bien no hubo promoción, las plateas estuvieron colmadas. No habrá ninguno igual...­­

Agustín se despidió del rugby como siempre lo soñó: entre amigos. Hubo muchos pumas (actuales y veteranos) y estuvieron también sus compañeros de la camada 74 del CASI. La entrada fue gratuita y, si bien no hubo promoción, las plateas estuvieron colmadas. No habrá ninguno igual...­­

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