“Me siento liberada, más conquistable e independiente que nunca” – GENTE Online
 

“Me siento liberada, más conquistable e independiente que nunca”

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Cualquiera (cualquiera menos el redactor que escribe, un hombre de familia, adelantemos), fantasearía con que el siguiente bien podría ser el episodio ideal de ratoneo masculino. Lea, por favor… Araceli González (38) entra distendida al hotel Las Dunas. Luce dos trenzas tipo Pocahontas. Carga una canasta playera de la que sobresalen dos libros, un termo, tuppers, un mate y una lona. Apoya la canasta sobre la alfombra azul de la redacción, instalada en el apartado salón Sur. Consulta dónde queda el baño. La guiamos. Regresa a los cinco minutos. “¿Arrancamos la nota en el restaurante?”, preguntamos. “No. Mejor acá. Está más tranquilo”, contesta. “¿Le pido un capuchino?”, escucha. “Bárbaro –responde–, y alguna medialuna”, agrega. “¿Empezamos?”, dispara de atardecer. Y, descalza (el par de chinelas que trajo descansa a un costado), abrazando sus piernas sobre la silla y delatando la parte superior de un bikini colorado detrás de su camisola transparente, no deja otra opción.

–Dele, empecemos. Afirman los que saben de máquinas (el público en general, damas y caballeros) que la de 2006, la que está delante nuestro, es la mejor versión de Araceli. ¿Qué opina Araceli?

–...Admitamos que hace cuatro años choqué en forma abrupta (ríe, refiriéndose a su separación de Suar). Que estuve en coma cuatro, con posibilidades de muerte. Que aquel auto quedó destruido. Que los repuestos saltaron por doquier. Que fue el peor choque de mi vida. Que sentí que estaba hecha. Que ya me había casado, ya había parido hijos, game over. Que así estaba. Que no sabía si avanzar o retroceder... Y que cambié de taller.

–¿Cambió de taller?

–Para bien. Dejé a mi terapeuta hombre por una mujer. Y comencé a hacerme preguntas en lugar de hacerme la idiota. Una de ellas: “¿Por qué debo resignarme el resto de mi vida a formar una familia, si ya probé dos veces y no me fue bien?”. Lo dejo para la ficción. La segunda: “¿Habrá llegado la hora de enfocarme un poco a mí?”. A los 38 inicio otra vida.

–¿Relátenos qué encontró en el interior de la máquina?
–Una liberación personal, y una liberación laboral que me llena el alma. Tengo más proyectos que un partido político. La diferencia es que pretendo cumplirlos. Desde la puesta en marcha de un film sobre Felicitas Guerrero de Alzaga, la progresista de mediados del siglo XIX (sueño para el cual vengo investigando y reuniéndome con gente especializada, e incluso pedí asesoramiento al Instituto Nacional de Cinematografía), hasta el lanzamiento de mi propia línea de productos de belleza, pasando por el deseo de participar en un musical que me obligaría a tomar clases de canto y baile, y el deseo de estar en la sitcom de Sony, Amas de casa desesperadas, por Canal 13; más la escritura de un libro autobiográfico y publicación en marzo de otro sorpresa, con ilustraciones elegidas por mí y…

–Espere. J.K. Rowling no adelantó tanto de Harry Potter y la piedra filosofal...
–¡Exagerado!

–¿Exageramos si la vislumbramos además fundando una productora tipo Pol-ka pero con el nombre de su abuela de 94 años, Ma-ría?
–Olvidáte… aunque mi consejera de siempre lo merecería. Lo importante es que estoy haciendo de nuevo lo que me gusta, y oculté. Recuperé a la inquieta mina de Haedo que fui. Superé los prejuicios. Estoy empezando a divertirme otra vez, a elegir yo. Aunque me equivoque. Pero me tengo que equivocar yo.

–¿Ese lugar lo había perdido o había quedado escondido bajo la sombra de Adrián Suar?
–Tampoco supe darme mi lugar. Me costó reconocer lo que genero y lo que soy. Esta cosa de que el público se identifique con tu vida desde hace casi dos décadas. Yo antes dormía, no tenía idea. Fui bastante inocente en mi profesión... El choque me ayudó a darme cuenta.

–Habla en pasado. ¿Suar definitivamente “fue” en su existencia?
–Yo compartí con Adrián catorce años en la edad más revolucionaria. Lo amé mucho, lo respeto mucho, pero si hoy viniera y me confesara “Me enamoré de una mujer increíble”, ya no me haría infeliz. Me encantaría que esté con una buena mujer. ¡Con una buena mujer, eh! Adrián sabe que si él se enfermara me moriría. Si me necesitara, me tendría siempre como amiga. Sin embargo, Adrián no sería la persona que elegiría hoy para que sea mi pareja.

–¿Cuántas veces intentaron reconciliarse y los medios no nos enteramos?
–Varias, varias. La última, hace poquísimo... Y volvían a cometerse los mismos errores privados.

–¿Y se siente liberada?
–Como una adolescente que pretende respirar el aire a bocanadas. En general, lo que uno no logra tener es lo que más ansía y lo que más mal hace. No quería llegar a los cincuenta reprochando resentimientos. Igual, me atacan los fantasmas, la ansiedad. En una pintura sería como que estoy caminando y no me dejan avanzar, me tientan. Manejo con temor tras el choque.

–¿Qué dice su psicóloga al respecto?
–“Querida, lo tuyo fue como salir de la muerte”. Duro.

–“Viva la muerte si a partir de ella resurge alguien como usted”, opinaría cualquiera que la descubriese circulando por las playas uruguayas. Ya no hablamos del motor, sino de la carrocería...
–Gracias... Me veo bien después del service... Los cambios y reacondicionamientos internos afloraron.

–¿Suele notarlo en la calle?
–Tal cual. Y me sorprende. Antes no me hacía cargo. Desperté. Disfruté y disfruto una barbaridad estas vacaciones. Yo me encerré mucho, por distintos miedos. Y ahora salgo a tomar algo, a bailar. Me gusta gustar, lucir mi 1.71, mi escote de 95…

–Perdón, todavía no llegamos a... los neumáticos… Vamos por la carrocería.
–Sorry.. (resopla). Decía, mi escote de 95, mis casi 70 de cintura y mis noventa y pico de cadera, mis 59 kilos. Gané en confianza corporal. Hasta con mis piernas, que siempre odié. Me siento como más entregada. Me siento más conquistable e independiente que nunca.

–Imaginemos que Ben Affleck le hubiese prestado aquel aparatito en el que clickea las insinuaciones femeninas durante la publicidad de desodorante. ¿Qué cantidad de caballeros hubiera reclutado usted?
–Mis allegados me informan que un número importante.

–¿Se le resistiría a Araceli si fuera hombre y Araceli le guiñara un ojo?
–Supongo que me daría miedo Araceli. Pero también me resultaría interesante. Lo interesante no es lo obvio. Lo obvio, quizá, era aceptar la propuesta de posar desnuda para Playboy. Yo no tenía ganas. El desnudo completo, por el momento, queda para la ducha y el dormitorio. ¡Si el hombre supiera cuánto más interesante es reservado que taladrándole la cabeza a una mujer..!

–Debe ser bastante difícil encararla...

–Por el mito que generan los medios y porque, tal vez, el tipo cree que al encararte apunta al póster que colgó en la pared de su habitación. Y nada que ver. Soy una mina común, con difusión poco común.

–Cuéntenos qué le miran más cuando pasa delante de ellos.
–Observan mis ojos…

–…
–Bueno, también otras cosas. Sucede que los inquieto. “No me mires así”, ruegan. Yo miro a los ojos. Los ojos delatan cuando te mienten. Y las posturas. El cuerpo habla. Antes se me acercaban los hombres y yo cruzaba los brazos, delatando una postura cerrada. Ya no.

–¿Qué dice su psicóloga al respecto?
–“Querida, no pierdas el tiempo. Concentráte en lo que vale”. Y trato de cumplir.

–¿Quiénes son las personas que la protegen dentro de su ámbito, su gente de confianza?
–Justamente mi psicóloga es una de ellas. A ella le confío mis miserias, lo que me ocurre, le lloro. Ella me permite liberarme.

–Liberarse, reitera. ¿Y cuándo fue su última vez, Araceli?
–¡Epa! ¡Qué c... te importa!

–¿No es el uruguayo Roberto Behrens (36) quien maneja la máquina?
–Nadie. A la máquina no la maneja nadie (frunce el ceño).

–¿El viene a ser su jardinero (en Amas de casa desesperadas, Ara personificaría a la bella Gabrielle, una ex modelo morena que engaña a su marido latino con el jardinero, menor que ella)?
–Muy buena la pregunta (emite una carcajada), pero no.

–Okay. ¿Y usted está enamorada o empezando a enamorarse?
–Estoy más abierta a que me pase algo, y me doy mis tiempos. Mentiría si admitiese que ando en pareja, y sería deshonesta conmigo. Estoy con un amigo que me hace sentir bien, al que llamo cuando quiero, con el que salgo cuando quiero. Punto.

–Punto seguido. No le creemos lo de “amigo”…
–Nadie me cree. Lo conocí cuando recién me estaba recuperando del choque. Incluso lo mantuve tres meses en stand by. A veces me privo de verlo. Si me encuentran el viernes cenando con un amigo y el sábado yendo al cine con otro, voy a tener un montón de novios. Y yo no voy a acelerar mis decisiones por el periodismo. Pertenezco a un medio hipócrita. El ladrón sale como si nada en un Jaguar. Y yo no quiero manejarme así, ni tengo nada que blanquear. El vive en su casa, yo en la mía. Lo vi en Punta del Este, lo saludé, pero, por el momento, ando sola y sin intenciones de ponerme de novia.

–¿Mira a los ojos Behrens?
–Claro. Y es un hombre para enamorarse...

–¿Entonces la realidad es que usted está en un proceso de enamoramiento?
–Hmmm... No lo sé. No tengo certezas. O sí. Lo único que sé es que el tema noviazgo jamás lo viviría de manera clandestina.

–¿Y qué dice su psicóloga al respecto?
–“Querida, permitíte conocer gente, permitite hacer lo que hace cualquier mujer”. Y le estoy haciendo caso.

Sostiene que en otra vida fue esa clase de mujer. “<i>Y algo me quedó</i>”, parafrasea Ara, fanática del autor y psiquiatra estadounidense Brian Weiss, especialista en regresión.

Sostiene que en otra vida fue esa clase de mujer. “Y algo me quedó”, parafrasea Ara, fanática del autor y psiquiatra estadounidense Brian Weiss, especialista en regresión.

“<i>Estoy haciendo de nuevo lo que me gusta y oculté. Recuperé a la inquieta mina de Haedo que fui. Estoy empezando a divertirme otra vez, a elegir yo misma. Aunque me equivoque. Pero me tengo que equivocar yo</i>”

Estoy haciendo de nuevo lo que me gusta y oculté. Recuperé a la inquieta mina de Haedo que fui. Estoy empezando a divertirme otra vez, a elegir yo misma. Aunque me equivoque. Pero me tengo que equivocar yo

“<i>Antes no me hacía cargo. Desperté. Disfruté y disfruto una barbaridad estas vacaciones. Yo me encerré mucho, por distintos miedos. Y ahora salgo a tomar algo, a bailar. Me gusta gustar, lucir mi 1.71, mi escote de 95…</i>”

Antes no me hacía cargo. Desperté. Disfruté y disfruto una barbaridad estas vacaciones. Yo me encerré mucho, por distintos miedos. Y ahora salgo a tomar algo, a bailar. Me gusta gustar, lucir mi 1.71, mi escote de 95…

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