«Me salvó la fórmula perfecta: Dios, los médicos, la fe y la paciencia» – GENTE Online
 

"Me salvó la fórmula perfecta: Dios, los médicos, la fe y la paciencia"

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Juan Pablo Juárez (hoy, 42, de la localidad de Simoca, 54 kilómetros
al sur de Tucumán capital), atleta, 13 campeonatos argentinos todo terreno
(pista, calle, maratón), campeón sudamericano, récord criollo
en maratones (de 21 y de 41 kilómetros) y protagonista en Nueva York, Los
Angeles, San Silvestre, Turín, Boston (y siguen las firmas), oyó,
esa tarde de marzo del 98, aquello que más que un diagnóstico le
pareció una ráfaga de metralla:

–Leucemia.
–No puede ser…
–Es. Se trata de una mieloide crónica que…
………………………......................…………………………..

No quiso –o no pudo– oír más. Salió del consultorio
a los tumbos y preguntándose: “¿Cómo puede ser? Vine
a hacerme un control de rutina, y de pronto me dijeron que mi vida estaba terminada…
¿Cómo puede ser?”
.
……………………........……………......................…………
.
–No lo creyó…
–Lo creí, pero no entendí la dimensión del drama. Después,
cuando terminé de repetirme una y mil veces que cáncer es igual
a muerte, traté de afrontar la pesadilla con naturalidad…

–¿Es posible?
–Depende de cada uno. Yo decidí (aunque me engañara) que era
una más de las lesiones que sufrí como atleta, y que –como
esas lesiones– la superaría.

–¿De qué modo? ¿Con qué armas?
–Soy un tipo fuerte. Nunca bajé los brazos ni me entregué.
Me dije: “Si le peleo, le gano”.

–Pero…, ¿dejó una puerta abierta? ¿Pensó
en la posibilidad de perder?

–Sí, claro. Pero no me desesperé. En todo caso, si me llegaba
la hora, que fuera con dignidad.

–¿Cómo fue esa batalla?
–Había un único camino: el trasplante. Me lo hicieron, y aquí
me tiene: cinco años después, vivito y coleando.

–Y con yapa, dicen…
–Y dicen bien, porque fui la estrella del equipo argentino en los 14º
Juegos Mundiales para Trasplantados en Nancy, Francia, realizado hace dos meses.
Gané las pruebas de 400, 800, 1.500 y 5.000 metros. ¡Cuatro medallas
de oro!

–Pero antes de todo eso, tuvo que asumir que, aunque venciera al cáncer,
tal vez su vida como atleta estaba terminada. ¿Fue así?

–Nunca me convencí de que tenía que dejar de correr. Nunca.
Es… ¿cómo explicarlo? Me salvó la fórmula perfecta.
Es una combinación de Dios, la ciencia, la paciencia y la fe. Además,
cuando a uno le dan semejante diagnóstico, ¿qué tiene que
perder? Y entonces, ¿por qué no soñar?

–¿Cómo consiguió los 150 mil dólares para
la operación y el donante de médula compatible? Porque eso es como
correr cuatro maratones…

–Tuve suerte… y amigos. Todos se movieron para conseguir la plata. “Vos
ocupate de estar diez puntos para el quirófano, que de lo demás
nos encargamos nosotros”, me dijeron. ¿De dónde salió
la plata? No sé… Pero gracias a Dios, salió.

–¿Y el donante?
–Después de hacerles muchos análisis a familiares y amigos,
descubrieron que la médula de mi hermano Manuel era compatible con la mía.
Manuel también estuvo entre los que me salvaron la vida…

–¿Cuándo y dónde lo operaron?
–Fue en Buenos Aires, en el Sanatorio Antártida, el 24 de septiembre
del 98. El día en que volví a nacer…

–¿Cómo volvió a correr?
–Eso fue más difícil, porque mental y físicamente estaba
muy deteriorado. Cero defensas. Lenta, muy lentamente, empecé a trabajar
mis músculos, y cuando sentí que escuchaba a mi cuerpo, que mi cuerpo
me hablaba, volví –también de a poco– a correr.

–Dijo que su cuerpo le hablaba… ¿Cómo es eso?
–Fue la clave de mi sistema de recuperación: escuchar al cuerpo. Si
te pide tiempo para mejorar, tenés que dárselo. Porque es como un
motor, pero no se le pueden cambiar los repuestos así nomás…

–Pero todavía faltaba un gran paso. Tal vez el peor. Resignarse
a no volver al atletismo profesional, el de máxima exigencia. ¿Le
costó mucho aceptarlo?

–Después de la operación, y a pesar de la muy buena rehabilitación,
comprendí que jamás podría ser el de antes. Pero el mundo
del deporte es muy amplio y muy noble, y me dio la chance de correr en los campeonatos
para trasplantados.

–¿Cómo sucedió?
–Víctor Frías (trasplantado también) me alentó
a correr en los 12º Juegos Mundiales para Trasplantados de Hungría
99 (Budapest). Pero le dije que no estaba bien…

–¿Era cierto?
–No del todo. En realidad quería ir, pero a ganar. Le pregunté
si tendría otra posibilidad, y me dijo que sí: en Kobe 2001. Entonces
empecé a entrenarme con toda mis fuerzas. Dice el refrán: “Mientras
hay vida, hay esperanza”. Me clasifiqué, fui a Japón, me traje
tres medallas de oro y una de plata, y…

–Y ya no paró. Juan Pablo Juárez, vivo y de pie…
–Más o menos. Juegos de Nancy, cuatro medallas de oro… No está
mal para alguien que se moría, ¿no le parece?

–Pero no luchó solo, me imagino…
–No, claro. Sería injusto si no les diera las gracias a Romina, mi
pareja, y a mis hijos José Pablo, de 15 años, y Silvana, de 17.
Sin el apoyo de ellos y de mis amigos, no sé si estaría vivo.

–Y de ahora en adelante, ¿qué?
–Correr. Seguir corriendo, porque eso es mi vida. Ya me estoy preparando
para los 15º Juegos, que se harán durante el 2005 en London, Canadá.
Y a lo mejor, ¿quién le dice?, me vuelvo con unas medallitas…

por Alfredo Serra
informe y entrevista: Carlos Quiroga
fotos: Julio Carrizo
(desde San Miguel de Tucumán)
Para comunicarse con la Agrupación Juan Pablo Juárez, llamar al
(0381) 156416988.
Así se tomó su recuperación este hombre ejemplar, además director de la agrupación que lleva su nombre y difunde las bondades de una existencia con calidad de vida. En la foto, Juan Pablo corriendo el último fin de semana un maratón organizado por el Colegio de Abogados, en el microcentro tucumano.

Así se tomó su recuperación este hombre ejemplar, además director de la agrupación que lleva su nombre y difunde las bondades de una existencia con calidad de vida. En la foto, Juan Pablo corriendo el último fin de semana un maratón organizado por el Colegio de Abogados, en el microcentro tucumano.

Juárez en el podio del Maratón Adidas 1996, en Buenos Aires.

Juárez en el podio del Maratón Adidas 1996, en Buenos Aires.

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