Se emociona, sonríe y brilla. Celeste Cid (26) está volviendo a vivir, a ser feliz. Su mamá, Nora, la acaricia orgullosa y deja ver sus ojos llenos de lágrimas cuando los títulos terminan de rodar en la pantalla del cine Gaumont y se encienden las luces. La familia está radiante. El tiempo de angustia y dolor que vivieron en 2009 quedó definitivamente atrás. Sonrientes, juntos, conmovidos, así se mostraron el 13 de mayo, durante el estreno de Eva y Lola, la tercera película que tiene a Celeste como protagonista. “Para mí, filmar es un delirio... ¡Me encanta! Y lloro de emoción siempre que termino de ver esta película”, contó la actriz que interpreta a Eva en el film de Sabrina Farji, mientras se toca las extensiones que se colocó para encarnar a Male, la menor de las tres hermanas de Para vestir santos, la ficción de El Trece.
Lindísima, vestida de negro, con una falda muy corta, Celeste llegó a la première del brazo del actor Willy Lemos, su gran amigo. ¿Y Fito Páez? Está en España, presentando su disco Confía, y por eso no pudo acompañar a su chica.
Ya acomodada en la butaca, eligió sentarse entre Willy, a quien presentaba como “mi papá del corazón”, y Emme (Lola en la película), quien fue su gran sostén en los duros momentos de su recuperación. Muy cerca se ubicaron su mamá, Nora, y sus hermanos, Lucas y Sebastián. “Así me gusta estar: con la gente que quiero. Me hace bien, me llena el alma”, confió.
Llegar a este feliz The End no fue fácil. El rodaje de Eva y Lola la ayudó a superar el cuadro de alcoholexia por el que estuvo internada y medicada durante meses. No era una recuperación fácil, se necesitaban paciencia y mucha voluntad. Hoy confiesa: “Yo pasaba un momento en que precisaba meterme con esta temática. Más allá de la política, está el tema de la identidad, tus padres, tu historial. Estaba bastante convulsionada, muy revolucionada, viendo para dónde disparar, y me hizo bien hacer esta película, que habla de la amistad y del Proceso”.
Cuando los aplausos de la sala se apagaron, el equipo de producción y todo el elenco de Eva y Lola corrieron hasta un colectivo de la línea 168 que habían alquilado para la post fiesta. Juntos, como un grupo de egresados, se fueron directo hacia Las Cañitas, para festejar en el bar Jackie & Jack, donde cenaron y brindaron. Pero ella no se subió al bondi. Tímida, prefirió viajar en el Fiat 147 de unos amigos. “Cuando actúo me gusta meterme con las cosas que están más en carne viva, donde uno está comprometido del todo. El tema de la identidad es clave en la vida”, cuenta y se pierde entre la gente con una sonrisa. Sí, Celeste sonríe. Porque hoy su vida pasa por lo que más ama: su hijo André –a quien cuida y lleva cada mañana al colegio–, su familia –a la que visita los fines de semana– y su trabajo, donde puede mostrar todo su talento.
Eso no es todo. Celeste tiene proyectos. Muchos. En su agenda hay uno subrayado: La muerte lenta de Luciana B., película que dirigirá Adolfo Aristarain, basada en la novela de Guillermo Martínez. “Es como proponerme vivir una nueva aventura”, dice. Y sonríe. Sí, Celeste, hoy brilla. 
Nora y Celeste se abrazan emocionadas después de ver Eva y Lola, que Cid filmó durante uno de los momentos más difíciles de su vida.
Celeste y Emme son amigas desde hace cinco años. Durante la filmación, juran, reforzaron su relación “hasta compartimos los mismos gustos: en estos momentos las dos estamos leyendo a la escritora brasileña Clarice Lispector”.
Celeste, con Lucas, su hermano mayor, se saludan felices después de la proyección de Eva y Lola.
