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Los primeros días sin Kirchner

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No fue un fin de semana más en la Quinta de Olivos. Su rutina de gimnasia y caminatas está suspendida desde el miércoles 27 de octubre, cuando murió su marido. Sin maquillaje, vestida de entrecasa, “tres o cuatro kilos más flaca” –como observó un colaborador– y acompañada únicamente por sus hijos, la presidenta Cristina Fernández ocupó las horas planificando el futuro. Ya no están Kirchner y las reuniones políticas, que él sólo suspendía para mirar fútbol, tiempo que ella aprovechaba para ir al microcine de la Residencia y ver películas, su pasatiempo favorito. El teléfono celular es su compañía permanente: llamó varias veces a sus ministros. Ahora, además de la gestión, el armado político también reposa enteramente sobre sus espaldas.

Quienes están a su lado a diario no quieren arriesgar todavía el rol que va a ocupar Máximo, su hijo. Dudan –cuentan– que Cristina quiera arrojarlo directamente al barro de la política así, casi sin red. Pero sí le otorgan un papel importante para aglutinar a la juventud y, sobre todo, para sostener a su madre. No es un dato menor que no haya subido al avión que el lunes, poco después de las dos de la tarde, llevó a la Presidenta a Corea, rumbo a la reunión del G-20. Máximo se fue a Río Gallegos. Y no pisó la Casa Rosada durante la semana. Sobre Florencia, su hija, auguran que Cristina la animará a regresar pronto a Nueva York para continuar sus estudios de cine, algo que la propia Presidenta alentó siempre. “Cristina estaba muy contenta con el cambio que había tenido su hija. La veía muy entusiasmada, y eso la ponía bien”.

En la Casa Rosada, Cristina sólo pidió una cosa: le encargó a Víctor Bugge, el fotógrafo presidencial, una copia de una foto de ella con Kirchner para poner en su despacho. Hasta su viaje a Corea todavía no la tenía enmarcada. Su lugar de trabajo está lleno de recuerdos. La última vez que Cristina Fernández vio a su marido, a su cuerpo, antes de que cerraran el cajón, fue en la Casa de Gobierno. Más precisamente, en el Salón de los Escudos de la planta baja, donde fue velado en forma privada. Allí, en un rincón, se colocó el féretro. La alfombra color beige aún tiene las marcas. La enorme mesa del salón fue corrida de lugar, para permitir la presencia de la familia. Después de despertar junto a él (durmió esa noche en la habitación contigua, reservada al ministro del Interior), ella misma le puso los mocasines y la camisa favorita, a cuadros celestes y blancos. Lo miró por última vez: al morir, había caído desplomado y se había golpeado en la frente, “justo en el lugar donde se había cortado el día de su asunción”, le detalló a GENTE alguien que vio el cuerpo.

Después llegó la multitud, la emoción de palpar el amor en cada gesto de quienes se acercaron, el ritual final en Río Gallegos, la celosa custodia de una caja colorada con los rosarios que le fue obsequiando la gente. En la vuelta a Olivos, la más dolorosa de todas, ordenó: “No quiero que nadie cambie la agenda, no paren nada”. Su gobierno empezaba una nueva etapa.

Así, después de un mensaje por cadena nacional el lunes 1º de noviembre (“no es mi momento más difícil, sí el más doloroso”, señaló), volvió la rutina. Por ejemplo, a las reuniones con el secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini –invariablemente una a la mañana y otra por la tarde– El martes viajó a Córdoba, a la planta de Renault, y regresó directamente a Olivos. El miércoles estuvo en el laboratorio Bagó, en Garín, una actividad que tenía planeada para el viernes que enterraba a su esposo en Santa Cruz. El jueves cumplió con sendas visitas a Mar del Plata y Berazategui, donde se encontró con los intendentes bonaerenses, y se conmovió con la respuesta de la gente. Tanto como ese mismo día cuando, al salir de la Casa Rosada, un grupo llegado desde Pergamino le entregó una Biblia, gesto que la enterneció hasta las lágrimas. Esa noche, desde el Conurbano, regresó a su despacho de Balcarce 50 y permaneció trabajando hasta las once y media de la noche.

El homenaje de Daniel Scioli, que reunió a los intendentes para aglutinarlos alrededor de Cristina, fue bien recibido por ella. Por su parte, la agenda de Néstor Kirchner ya estaba programada para dos semanas más cuando lo sorprendió el ataque al corazón. La tarea de estar en esos actos Cristina la dejó en manos de los ministros más políticos, como el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo.

Alguien que la frecuenta a diario le dijo a esta revista que “está fuerte, firme, y por supuesto invoca permanentemente a Kirchner. Pero quienes piensen en un cambio de rumbo o estilo, se equivocan: Cristina tiene una carga ideológica más fuerte que la de Néstor. Sin ir más lejos, ella era quien más lo fogoneaba en la guerra con Clarín”.

En Calafate (“mi lugar en el mundo, adonde algún día iré a cultivar mis rosas”, confiaba hace ya demasiado tiempo), está la casa donde Kirchner murió. Frente a su cuerpo, Cristina le dijo: “Ya no te van a poder seguir haciendo daño. Y no te preocupes, yo no te voy a hacer quedar mal”. En el horizonte, pero cada vez más cerca, está la gran decisión política de Cristina. “Ir por la reelección o ser la gran electora”, confían en su entorno. Pero para conocer ese desenlace hace falta que pase el tiempo. Sólo él tiene la respuesta.

Cristina en su visita a Berazategui, el jueves 4. Allí se reunió con parte de su gabinete,  con el gobernador Daniel Scioli y con muchos intendentes bonaerenses.

Cristina en su visita a Berazategui, el jueves 4. Allí se reunió con parte de su gabinete, con el gobernador Daniel Scioli y con muchos intendentes bonaerenses.

El jueves en Berazategui, junto a Florencio Randazzo, ministro del Interior, y Daniel Scioli, gobernador bonaerense. Le entregaron la nueva cédula de ese partido y la nombraron ciudadana honoraria.

El jueves en Berazategui, junto a Florencio Randazzo, ministro del Interior, y Daniel Scioli, gobernador bonaerense. Le entregaron la nueva cédula de ese partido y la nombraron ciudadana honoraria.

“Por supuesto, invoca permanentemente a Kirchner. Pero quienes piensen en un cambio de rumbo se equivocan. Cristina tiene una carga ideológica más fuerte que la de Néstor”.

“Por supuesto, invoca permanentemente a Kirchner. Pero quienes piensen en un cambio de rumbo se equivocan. Cristina tiene una carga ideológica más fuerte que la de Néstor”.

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