“Lograr el amor de las hijas de Pablo terminó de unirnos como familia” – GENTE Online
 

“Lograr el amor de las hijas de Pablo terminó de unirnos como familia”

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Ya visitó Nueva York, ya pasó por Miami y de ahí, escala obligada a Orlando para divertirse en Disneyworld. Justo ella, que se convirtió en una Cenicienta bastante picante, como pensada para el siglo XXI. Está claro que los creativos de Disney no aceptarían un libro con su historia –demaciado transgresora–, pero la vida de Flor de la V (32) bien merece un relato de ficción; por lo pronto, ya está en marcha su biografía. Pero vamos al punto de partida: fue hace diecisiete años, cuando vivía en un pueblito del Chaco y todavía usaba pantalones y remeras de varón. Corría el otoño del ’92 y una noche su cabeza empezó a trabajar muy rápido, porque sentía que iba a tomar una decisión clave en su vida. “A los 15 definí mi sexualidad; eso, para mí, fue avanzar un montón de casilleros. Vivir una vida vestida de hombre hubiese sido cumplir el deseo de mi familia, una vida de gay, pero yo puse en la balanza mi felicidad…”, recuerda. Después, pasó todo muy rápido.

Llegó a Buenos Aires, comenzó a actuar, primero en el under y más tarde en la avenida Corrientes. La gente la aceptó rápido y se ganó un lugar –un lugar grande– en las marquesinas de los teatros porteños, de Mar del Plata y Villa Carlos Paz… “De repente me codeaba con Chiche, Mirtha y Susana como si nada. Yo los trataba como pares…”, cuenta. “Después del éxito, sólo me quedaba construir una familia”, agrega. Y llegó. Primero, la boda soñada junto a Pablo Goycoechea (43) en el Tattersall de Palermo. Ella, de blanco by Jorge Ibáñez con una cola de cinco metros y joyas por cuatro mil dólares. El, de Etiqueta Negra. ¿La luna de miel? En Los Cabos, el paraíso mexicano. Y ahora… ¿Llegó el momento de adoptar? “Para mí la prioridad era consolidar la relación con Martina (18) y Pía (15), las hijas de Pablo. Esa era la prueba que nos faltaba para crecer como familia”, responde sin responder, aunque dentro de un rato no eludirá el tema, como se verá.

–Cuando llegaste a Buenos Aires ni imaginarías esto que estás viviendo…
–Seguro que no. Tampoco hace once años, cuando comenzó mi relación con Pablo. Siempre pensé que para que lo nuestro creciera, primero teníamos que formalizar para toda la vida, y eso me iba a acercar mucho más con las chicas.

–¿Organizaste este viaje a Disney, Nueva York y Miami para afianzar tu relación con Martina y María Pía?
–Totalmente. Como todos los veranos, las chicas vinieron a pasar la temporada a nuestra casa de Villa Carlos Paz. Allí decidimos que nos acompañaran por primera vez en once años de relación. Era un buen momento para ingresar en esta nueva etapa que comenzamos tras nuestra luna de miel en México.

–¿Cómo definirías esta etapa?
–Como una etapa súper familiar. Estamos curtiendo otra onda. Para mí es muy importante estar muy bien con ellas. Lograr su amor en este viaje, terminó de unirnos como familia.

–¿Y la evolución de tu relación con Martina y María Pía?
–Pensá que es muy difícil acercarse a un adolescente. Por eso, nuestra relación fue creciendo con el tiempo. A los cinco años el padre ya les contó que estaba conmigo, y yo ya era conocida. Durante sus años de crecimiento nos veíamos bastante, pero no convivíamos tanto. Y la relación era bastante distante.

–¿Qué papel jugó tu condición sexual?
–Entiendo que para ellas fue difícil. Es algo que nunca hablamos, pero los chicos son crueles y tal vez hasta hayan pasado un mal momento. Al margen de mi condición sexual, ellas tenían a su mamá y de repente aparezco yo, la novia del padre. Pero todo fue creciendo. Incluso, la madre de ellas me recibió en la fiesta de 15 de Martina. Fue especial.

–Además de ser la pareja de su papá, ¿qué figura representás para las chicas?
–En Orlando ellas le comentaron al papá que nuestra relación parecía de hermanas. En Disney hacíamos todo juntas, porque a Pablo lo descomponen las montañas rusas. Yo las acompañaba a todos lados y nos divertimos muchísimo. Para mí fue difícil llegar a ellas, porque soy una persona muy distinta a lo que todos ven en cámara. En este viaje se fortaleció nuestro vínculo. Las pude conocer mucho más.

–¿De alguna manera llegás a ejercer un rol de madre con ellas?
–Está claro que no soy la madre. Este verano nos conocimos mucho más y, sin querer, en el día a día todo se fue alimentando. Pero no lo forzamos. Cuando yo hago milanesas, nos ponemos a conversar y salen las charlas: qué hicieron en el boliche, qué planes tienen, esas cosas… Este verano, en Córdoba, cada vez que salían de noche yo les organizaba todo. En Cebra las cuidaban, porque sabían que eran hijas nuestras.

–¿Llegaste a salir con ellas?
–Muchas veces salimos las tres solas, porque a Pablo no le gusta mucho la noche. Imaginate, ellas están a pleno: una tiene 15, la otra, 18 y yo tampoco soy una abuela, che: ¡me encanta ir a bailar! Nos hacemos la gamba para salir, para ir de compras, para todo. Además, siempre están dispuestas a ir de shopping, igual que yo.

–Pareciera que la única materia pendiente en tu vida es ser madre. ¿Te lo planteás así?
–Es una pregunta que me hacían antes, y de alguna manera me imponían la necesidad de decir que sí. Hasta el año pasado estaba completamente satisfecha con mi vida. Pero este verano, cuando las chicas se fueron de nuestra casa en Villa Carlos Paz, sentí un gran vacío, una ausencia.

–¿Y ahí te diste cuenta de que realmente es una necesidad…?
–El casamiento fue un antes y un después en mi vida. Lo único que me queda es ser madre. Antes sentía que tenía que estar más estabilizada. Me costó mucho lograr esto, y en estos años estoy viendo los frutos. ¿Qué me frena ahora?

–Tal vez el hecho de pensar cómo será para un chico crecer con una mamá de una condición sexual diferente…
–Yo creo que cuando hay sentimientos de por medio, esas cosas pasan a un plano secundario. Incluso la aceptación que tuvieron las chicas hacia mí me pone una ficha más para pensar que no es tan complicado. Somos una familia más normal de lo que la gente cree.

–¿Y qué opina Pablo al respecto?
–Imagino que él debe tener resuelta su situación de padre. Pero si yo decido ser madre, él me va a apoyar y vamos a ir para adelante juntos. Es dar el paso… No sé cuándo será, pero puede pasar en cualquier momento.

–¿Y cómo explicarías, en tu caso, eso que llaman instinto maternal?
–Las mujeres lo tienen, y yo también. Cuando las chicas vienen con amigas les preparo la comida para que más tarde salgan y se diviertan. Y los domingos, después de haberme acostado a cualquier hora por el teatro, me levanto y preparo una salsa para comer pastas. Podría vivir tranquilamente en mi mundo de estrella y tener a alguien que nos haga de comer, pero me sale de adentro, lo disfruto. Martina, Flor, María Pía y Pablo en la tierra de Mickey Mouse. Allí subieron a las montañas rusas, vieron El Rey León y el show de La Sirenita.

Martina, Flor, María Pía y Pablo en la tierra de Mickey Mouse. Allí subieron a las montañas rusas, vieron El Rey León y el show de La Sirenita.

“Para mí era muy importante fortalecer mi relación con las chicas”, cuenta Flor, que decidió realizar este viaje junto a las hijas de Pablo, Martina y María Pía, antes de terminar su temporada de teatro. Primero visitaron Nueva York y la segunda escala fue Orlando. Magic Kingdom fue una de las paradas obligadas en Disneyworld.

“Para mí era muy importante fortalecer mi relación con las chicas”, cuenta Flor, que decidió realizar este viaje junto a las hijas de Pablo, Martina y María Pía, antes de terminar su temporada de teatro. Primero visitaron Nueva York y la segunda escala fue Orlando. Magic Kingdom fue una de las paradas obligadas en Disneyworld.

Orlando fue una de las etapas más divertidas del viaje. “Nos quedamos con ganas de pasar unos días más”, dicen. Martina, la más grande de las hijas de Pablo, quiere seguir los pasos de Flor en el mundo del espectáculo.

Orlando fue una de las etapas más divertidas del viaje. “Nos quedamos con ganas de pasar unos días más”, dicen. Martina, la más grande de las hijas de Pablo, quiere seguir los pasos de Flor en el mundo del espectáculo.

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