“Llegó mi momento: me caso” – GENTE Online
 

“Llegó mi momento: me caso”

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Soledad se calza unas botas y le da al zapateo tradicional. Medio tímida porque de chiquita, cuando cantaba, lo hacía con un ballet atrás. Y algo, dice, le quedó. Después vino su papá, Omar, alguna vez mecánico, vendiendo sus casetes a mano limpia. O Cosquín cuando fue revelación. O aquella decena de Gran Rex, en el 98, cuando La Sole de Arequito, Santa Fe, revoleaba poncho y reventaba récords de ventas. Esa gurisa de sólo 17 años, fresca, simpática, tan distinta... Después la explosión se acabó. Y, con el tiempo, también fue el poncho. Hubiera sido fácil hacerlo todo de vuelta, mantener el truco. A la gallina de los huevos de oro, básicamente, no daba para acogotarla. Pero se acabó. Se tenía que acabar. Hay que crecer de una buena vez. Otros ritmos, otros discos, otras cosas.

Hoy, a los 25, Soledad Pastorutti está más mujer, más bonita, y ese punch de antes, realmente, no lo perdió ni a palos. En vivo es fiesta popular. Dos millones de discos vendidos, dos millones de cartas de fans agrupados en 80 clubes, 26 discos de platino, un disco doble tipo greatest hits, fresquito en la calle, que se llama Diez años de Soledad. Y en el interior, tan princesa, o reina, cosa que desde acá no vemos de tan porteños que somos. La General Paz bloquea la vista. Además, se casa el año próximo, sin fecha definida, con Jeremías Audoglio, su chico desde hace seis años y road manager. Y este 7 y 8 de octubre pisa el Gran Rex con la misma fuerza de siempre. Después de eso, stop, por primera vez en su carrera. Hay una boda para planear.

–Y ya no sos una nena de 17.
–Es que hay mayor responsabilidad. Yo, a los 17, no registraba nada. De un día para otro caí acá en Capital y me convertí en un personaje. Fue todo muy fuerte. No era consciente, pero tampoco se me voló la cabeza. Hay más responsabilidad, decía, de demostrar que crecimos, y que vamos a seguir creciendo. Hoy, te digo, estoy en mi mejor momento.

–Parece fácil decirlo. ¿Por qué?

–Es un momento de reconocimiento, y el cariño con la gente sigue intacto. La otra vez fui a tocar a Formosa, en un festival. Había metido treinta mil personas en el 98, cuando La Sole era un boom.

–¿Y cuánto metiste esta vez?
–¡Cincuenta mil! No se perdió ese cariño. Siempre me preocupé por innovar, no quedarme en la misma.

–Las revoleadas de poncho ya no se extrañan, me imagino.
–Cuando yo aparecí, el poncho era todo y parecía lo único que podía hacer. Por eso me preocupé por cambiar. Empecé a tocar mis propias canciones, a buscar otros ritmos…

–¡Pago por verte en Creamfields!
–¿Ves? A Creamfields nunca fui. Tengo un amigo que es loco por la electrónica. Algún día, seguro, voy a ir. Soy una mina que experimenta.

–Es raro ver a La Sole de Arequito dándole al techno. Como que en algún punto te construiste ese personaje, al parecer, inquebrantable.
–Yo nunca fui consciente de haber sido un personaje, pero me ayudó esa receta.

–Un día, el boom y la receta se agotaron. Habrá sido duro, me imagino.
–Me generó inseguridades. Y no renunciar al poncho hubiese sido parte de la inseguridad. A mí cualquier cambio me hubiese dado miedo. Lo que hice, gracias a consejos de gente como mi viejo, Afo Verde u Horacio Guarany, fue seguir a mi corazón, y no fallé. Y mientras el público esté, bien.

–Estar, está.
–El otro día fui a tocar a un pueblo de Entre Ríos que tiene 2 mil habitantes. Fueron 22 mil personas, porque en el interior el respeto y la humildad valen más que una nota desafinada. Me va a ver mucho la familia. La gente me vio como la nieta, la hermana, la hija…

–Y… ahora es otra cosa. Digamos que La Sole se puso linda.
–¡Ja, ja! Es que siempre es importante que ocurra. El escenario genera una cosa de atracción en general. Por ahí, la misma persona que me mira, después no da dos pesos por mí.

–¡Che! ¡Pero cómo te tirás abajo!
–Es que está la fantasía que genera el personaje público. Pero no soy ninguna nena, y lo asumo. Aunque, te digo la verdad, nunca medité en eso de ponerme más sexy. Con un escote no sería yo misma. Y sería contraproducente. A La Sole yo siempre la cuidé. Soledad es distinta.

–No me imagino a Soledad descontrolando la noche.
–Laburo mucho los fines de semana. No salgo mucho. Con el Jere somos más de quedarnos, comer algo y ya fue.

–Participaste en el tributo a Calamaro, con Salud, dinero y amor, y a Andrés le encantó tu versión.
–¿Sabés que ese ritmo me queda cómodo? Es como un valsecito. En el 98, cuando yo hice todos esos Rex, Andrés vuelve para hacer Rex también, y me invitó a cantar con él. Yo soy de la generación que bailó Sin documentos, así que imagináte. Me mandó un ramo de flores con una tarjeta. ¡Yo pensé que era una joda! Pero me gustan los desafíos. Al Gran Rex tengo ganas de que venga Mercedes Sosa. La conocí este 25 de Mayo, cuando cantamos en la Plaza. Nunca había estado antes con ella. Terminé en su casa, donde me contó mil anécdotas.

–La conociste a la Negra, grabaste con Guarany… O sea, es el mismísimo canon del folklore argentino. ¿Te gustaría terminar ahí, en ese lugar?
–¡Uff! Si tuviera el prestigio de Mercedes, y la popularidad de Horacio, sería tocar el cielo con las manos. Eso es construir el verdadero éxito.

–Por lo pronto, más que en el cielo, vas a terminar en el altar. Decidiste casarte con Jeremías.
–Sí, llegó mi momento. Me caso con el Jere, que es el road manager de mi banda. Además voy a parar seis meses por esto de la boda. Nunca paré en toda mi carrera. A él lo conocí en la secundaria nocturna, en Arequito. Yo dejé el colegio por laburo, así que algún día lo iba a terminar. Nos hicimos amigos. Y nos dimos cuenta de que nos queríamos. Hace seis años que estamos juntos. Yo vivo en Recoleta; él vive ahí cerquita.

–Pará… ¿Tantos años juntos y no conviven? Raro…
–¡No es tan raro! Mi familia es muy chapada a la antigua.

–La boda, ¿acá o en Arequito?
–La verdad, no sé si acá o allá. Además, en Arequito no hay hotel. En el pueblo me encantaría. No perdí mi cualidad de vecina.

–¡Pero si la hacés allá te cae todo el pueblo!
–¡Eso estaría buenísimo! Imagináte el momento: ¡cambio el poncho por el vestido de novia que siempre soñé! Ja, ja, ja…

–OK, diez años de Soledad. ¿Qué valió la pena?
–Que hice lo que me gusta, y saber que todo el esfuerzo sirvió para algo. El esfuerzo de mi viejo, por ejemplo. Que si tengo una casa grande en mi pueblo es para que vengan todos a un asado. Y el cariño de la gente. Este país es grande. En serio te lo digo.

Soledad, con sus 25 de edad, 10 de carrera, y dos millones de discos vendidos. Este 7 y 8 de octubre vuelve al Gran Rex. Después, a preparar la boda.

Soledad, con sus 25 de edad, 10 de carrera, y dos millones de discos vendidos. Este 7 y 8 de octubre vuelve al Gran Rex. Después, a preparar la boda.

“<i>Me caso con el Jeremías, que es el road manager de mi banda y mi novio desde hace seis años. Yo vivo en Recoleta; él vive ahí cerquita. No convivimos.¡Y eso no es tan raro! Mi familia es muy chapada a la antigua</i>”.

Me caso con el Jeremías, que es el road manager de mi banda y mi novio desde hace seis años. Yo vivo en Recoleta; él vive ahí cerquita. No convivimos.¡Y eso no es tan raro! Mi familia es muy chapada a la antigua”.

“<i>Está la fantasía que genera mi personaje público. Pero no soy ninguna nena, y lo asumo. Aunque, te digo la verdad, nunca medité en eso de ponerme más sexy. Con un escote no sería yo misma</i>”

Está la fantasía que genera mi personaje público. Pero no soy ninguna nena, y lo asumo. Aunque, te digo la verdad, nunca medité en eso de ponerme más sexy. Con un escote no sería yo misma

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