De verdad, creo que somos buenos. No voy a ser modesto”, asegura Marcos Mundstock (74), emblema del célebre grupo de música y humor Les Luthiers –que integra junto a Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés, Jorge Maronna, Horacio Turano y Martín O’Connor–, que tras cinco décadas de hacer reír acaba de obtener el premio Princesa de Asturias 2017, la distinción internacional más importante después del Nobel y que sólo tres argentinos habían recibido: el filósofo Mario Bunge, Quino y Patricio Lorente, presidente de la Fundación Wikipedia.“Ya nos habían postulado un par de veces y era un premio que soñábamos ganar”, reconoce Mundstock recién llegado de Rosario, donde estrenaron Gran Reserva, el show que debutará en Buenos Aires el 19 de mayo en el teatro Gran Rex. “Y pensar que entre las veintiocho candidaturas en la categoría Comunicación y Humanidades hasta estaba Martín Scorsese. Y que en otros años lo recibieron Al Gore, Francis Ford Coppola, Bob Dyal o Michael Schumacher”.
–¿Qué significa lograr este premio?
–Algo tan grande que todavía no aterricé. Creo que ya no nos darán un premio de este nivel en el futuro... Entre nosotros, bromeamos que lo único que nos queda el Nobel de Física. Mi compañero López Puccio dice que aunque cumplimos cincuenta años, ésta no es una compensación para estos viejitos, porque nos queda mucho por delante y estamos con energía y polenta.
–El 20 de octubre recibirán la distinción en la ciudad de Oviedo, nada menos que de parte de uno de sus fanáticos, el rey Felipe VI.
–Tengo toda una historia con este rey. Estuve con él hace una década, en una cena de la embajada junto a otras diez personas, como uno de los representantes de la Argentina. También lo encontramos con Laura, mi mujer, y algunos compañeros de Les Luthiers en Barcelona, a la salida del teatro. Como príncipe heredero había ido a ver nuestro show con sus hermanas, las infantas. Es declarado fan nuestro, pero no tuvo nada que ver con el premio, ya que el jurado es cerrado y prestigioso. Lo aclaro porque algunos podrían pensar que le pedí: “Oiga, Majestad, ¿no nos daría una manito?”. Ja, ja, ja.
–El 4 de septiembre cumplen medio siglo con Les Luthiers. ¿Cuál es el balance?
–Es una bendición habernos encontrado. Nos complementamos bárbaro y armamos un organismo, con las virtudes de cada uno y sin sus defectos... ¡porque los demás no te los dejan prosperar! Pero también es una bendición porque hay mucha gente que hace cosas buenas y no tiene la permanencia que tuvimos nosotros.
–¿Existe la fórmula para un buen chiste?
–No, ojalá. A veces probamos algunos que nos gustan y fracasan, y otras veces escribís algo al pasar y queda. Medimos nuestro éxito en términos de carcajadas.
–¿Qué sentís cuando escuchás reír al público?
–¡Pura felicidad! Cada carcajada del público me genera una gran potencia, sobre todo porque después de unas cuantas funciones ya sabés en qué momento va a llegar. Hacés un gesto y al instante comienzan las risotadas de las tres mil personas en toda la sala.
–En una entrevista contaste que los chicos también los siguen. ¿Qué les atrae del show a las nuevas generaciones?
–No lo sabemos exactamente... Suponemos que vienen de familias que nos siguen: en la casa nos escucharon y aprendieron a degustarnos. Con los jóvenes, Les Luthiers produce un acercamiento gradual. Lo sé porque mi hija Lucía venía al teatro desde muy chica y se reía con el show, pero sólo al crecer comenzó a entender bien los chistes. Creo que les divierte ver a semejantes grandulones jugando como nenes y haciendo un poco el ridículo, rodeados de risas.
–¿Les queda algún sueño por concretar?
–El premio no nos encuentra en el ocaso de la carrera, sino en plena actividad, así que podríamos decir que soñamos con seguir trabajando y provocando risa en nuestro público por muchos años más. Ese es el desafío que tenemos por delante
Fotos: Andrés Macera.
Fotos: Andrés Macera.
