«Las mujeres nos animamos a patear el tablero para vivir un gran amor» – GENTE Online
 

"Las mujeres nos animamos a patear el tablero para vivir un gran amor"

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Al costado de un camino secundario, casi mordiendo la banquina de tierra,
frente a una larga hilera de olivos que se hunde, recta, en el fondo del
paisaje, la producción levantó (construyó de la nada, hizo aparecer) un parque
de diversiones. Hay una vuelta al mundo, unas sillas voladoras y un puesto de
tiro al blanco. Unas mesitas de lata y los chorizos en ristra que humean el aire
espeso de la noche mendocina completan el escenario de modestia pueblerina que
Eduardo Mignogna -el director- y Carlos Mentasti -el productor- imaginaron para
rodar la fuga de Cleopatra. En el centro de las luces, Cleopatra baila el primer
baile de su vida. Sandra baila también. Las dos corren. Las dos atropellan a los
extras que no son extras sino gente de pueblo en un parque de pueblo. Las dos,
fugadas de sí mismas, juegan a que ya no son más quienes eran. Las dos,
Cleopatra y Sandra, se quedan en sus lugares cuando la voz de Mignogna corta la
acción. Las dos, Norma Aleandro y Natalia Oreiro, vuelven ahora a camarines.
Todo parece haber salido bien.

-Ultimos días de rodaje Natalia, ¿quién sos ahora que no hayas sido cuando todo
esto estaba empezando?
-Puede sonar vulgar, pero crecí muchísimo en este tiempo. Todo esto fue un
latido muy fuerte, por momentos incontrolable. Yo, tal vez por mi profesión, en
general puedo controlar mis emociones, las cosas que siento, pero la verdad es
que en esta película quedé completamente sobrepasada.

-¿En tu vida privada también creciste?
-Los logros profesionales repercuten mucho en la vida personal. Cuando uno
siente que hizo un buen trabajo. Tiene más experiencia, y eso ayuda a que seas
mejor persona.

-¿Te costó mucho alejarte un mes de tu vida de todos los días ?
-Fue bueno. Estuve sin ver amigos y a la gente de todos los días. No atender el
teléfono me hizo contactar totalmente con el trabajo. Viví en dos lugares
diferentes, en casas en medio de viñedos, en la primera ni siquiera había
teléfono. Todo lo que hacía era concentración y búsqueda del personaje. Aunque
extrañé un poco, mi cama y mis amigos, fue poco tiempo. A mi marido no porque
estuvo casi siempre conmigo. Sí me sirvió para tomar algunas decisiones
profesionales.

-¿Cuáles?

-Siempre fui muy polvorita. Terminaba un cosa y empezaba otra o superponía
trabajos. Ahora tengo ganas de hacer una cosa por vez y meterme ciento por
ciento con eso. Quiero adoptar esto como forma de trabajo para crear y también
para relajar después.

-¿Qué cosas de vos misma tuviste que enfrentar para que esto saliera bien?
-Muchas. Mi ego, por ejemplo. Yo estoy acostumbrada a que me vean como un
personaje simpático, una chica que todo el mundo quiere y es graciosa todo el
tiempo. Esta vez no hago de eso, mi personaje no brilla, pasa inadvertido, se me
ve muy opaca, fea, apagada...

-¿Qué sentiste que te pidió el ego cuando tuviste que apagarte?
-Y, el ego todo el tiempo me juega malas pasadas. Yo lo tengo puesto en un lugar
que a veces me hace sentir mal. Cuando alguien me lastima, no me duele su
agresión, sino pensar ¿cómo alguien me puede lastimar a mí? ¿Si yo soy buena,
cómo pueden hacerme esto? Es una cuestión de ego, como ves.

-¿Y te bajaste del ego?
-El ego es lo peor que tenemos las personas, y los artistas más todavía. Por
suerte tenemos la posibilidad de subirnos a un escenario para mostrarnos. Yo,
cuando me bajo trato de ser lo más normal posible. Los personajes que hago
siempre son el centro de atención, y este personaje no era así, por eso acepté
el desafío. Es una chica superproducida, rubia, de ojos azules y vestida para
matar, y sin embargo tiene que mostrarse totalmente opaca porque lo que le pasa
por dentro es tan triste que tiene que verse en sus ojos. Tuve que hacer una
composición grande. Estar y no estar a la vez.

-¿Qué pasó con tus emociones? Antes dijiste que las controlabas, ¿pudiste?
-Hubo días de euforia, de lágrimas, días más intelectuales y otros donde yo
vivía más siendo mi personaje que yo misma. Me miraba al espejo a la mañana y me
preguntaba ¿y yo... dónde estoy? Porque a quien veía era a Sandra.

-¿Es evitable?
-No. El hecho de estar fuera de mi casa, todo el tiempo rodeada de gente que
sólo tiene que ver con la película, leyendo los textos, ensayando, descansando
sólo para volver a ensayar o filmar... llega un momento en que no pensás en otra
cosa que no sea la película.

-¿Cómo volvés de esa obsesión?
-Después viene todo el trabajo para salir. Todavía no llegó ese momento.

-Dos mujeres huyendo de sus propias vidas por las rutas argentinas. ¿Es una
película femenina?
-Es un película con sensibilidad femenina, habla de las mujeres y de lo que, en
determinadas encrucijadas, somos capaces. Sin caer en un planteo feminista, nos
hacemos más preguntas que los hombres, planteos que tal vez ellos no se animan a
hacerse. Las mujeres somos más decididas para el cambio. Los hombres pueden no
ser felices con una situación y soportarla toda la vida, no se animan a buscar
la felicidad. A nosotras nos cuesta menos decidirnos a patear el tablero.

-¿Por qué les cuesta menos?
-Porque compartimos más lo que nos pasa con nuestras amigas, buscamos opiniones,
escuchamos e internamente tomamos una decisión, y cuando lo hacemos la llevamos
a cabo con más seguridad. El hombre puede estar años sin tomar una decisión.
Tiene el mandato de sustentar la familia, ser el fuerte, el que nunca llora, y
las mujeres no tenemos ese miedo y nos tiramos al vacío para vivir los
sentimientos. Nos cuesta menos equivocarnos. Nos animamos a patear el tablero
para vivir un gran amor y buscar la felicidad.

-También hay mujeres que nunca se tiran a la pileta.
-Esta película muestra a dos mujeres de generaciones diferentes que, en
distintos momentos de sus vidas, no quieren más su pasado, y después de esta
experiencia serán diferentes. A veces uno se ilumina y eso pasa de pronto,
cuando no lo estás esperando. Pero cuando no te interesa cambiar, no te ocurre.
No se trata de esperarlo. Cuando uno tiene ganas de que le ocurra algo diferente
y eso llega ya no podés hacerte la tonta. Algunas se sienten cómodas en la
infelicidad y se hacen cargo del sufrimiento por quedarse en ese estado. Pero no
podés hacer como que no existe la posibilidad de ser feliz. Hay gente que sigue
en la misma pareja o el mismo trabajo por comodidad o miedo, y a los 70 años se
da cuenta que tuvo una vida horrible, y ya es tarde.

-Natalia, fuera del personaje, ¿te animás a patear el tablero?
-Me cuesta como a todo el mundo, pero a medida que crezco y me conozco, sé que
siempre se puede volver a empezar. Yo podría hacerlo de cero en otro lugar.

Adentro. En una carpeta plástica, Natalia tiene el libro original, el segundo
libro corregido, apuntes personales, impresiones de Internet, datos sueltos,
papeles subrayados. Dentro del motor home donde pasa las horas entre una escena
y otra hay un espejo con marco de lamparitas, una estufa de cuarzo encedida,
agua mineral y parte del vestuario. Los platos que Natalia usó para la cena,
milanesa de soja con ensalada de rúcula, ya fueron retirados.

Afuera. Otra vez en filmación. Alberto Moccia entra en el cuadro. Todo se
detiene mientras él retoca su obra más estridente de los últimos tiempos: el
nuevo corte de pelo de Natalia. Moccia saca del bolsillo una tijera pequeña y
empareja: dos mínimos mechones caen sobre el piso de tierra. "Listo", anuncia. Mignogna chequea. Moccia se queda detrás de cámaras. No volverá a intervenir en
el resto de la noche. "Hasta que lo hicimos hubo varias charlas con el director
y Natalia. Todos coincidimos en que tenía que ser un corte que pareciera
amateur, es decir, no hecho por un peluquero, sino por ella misma..
.", dice Moccia y luego relata: "El día del corte ella hizo las escenas como si lo
tijereteaba, y después nos fuimos con Mignogna a la casa de Natalia. Empecé a
los tijeretazos. El primero fue terrible, de por sí un corte de pelo es una
agresión hacia el otro, fue tremendo ver cómo caían esos mechones. Yo lo miraba
a Mignogna y veía que me hacía señas: más, más... Natalia, mientras tanto,
miraba a su marido. Ella veía que los pelos caían y caían, y cuando terminó el
corte lo miró al marido y le dijo
: 'y mi amor... ¿te gusta?' Y él le respondió:
'estás hermosa'".

-Trabajás con tu figura. A partir de tu violento corte de pelo, ¿cómo te llevás
con tu nueva imagen?
-No tenía ni idea cómo me iba a quedar, si me gustaría. No sabía si me iba a
favorecer, pensaba que era demasiado cachetuda para este corte, pero lo que
sentí es que había que darlo todo por el personaje. Bajé cinco kilos. Yo elegí
hacer esta película, y dentro de la elección quedan contenidas muchísimas otras.
El corte es apenas una más de todas ellas.

-El pelo siempre tiene una carga simbólica muy fuerte. ¿Qué significó para vos?
-Fue entregarme del todo, quedarme desnuda. Sentí que para dejar de ser Natalia
y ser un poco más Sandra tenía que perder algunas de mis características más
fuerte: los bucles, el glamour y todo eso... cuando se termine la película, el
pelo es lo que más me va a costar retomar, pero me siento feliz por esta
decisión, más allá de lo que me devuelva el espejo. Estoy cero preocupada por
cómo me veo, es súper cómodo ni siquiera uso champú.

-El pelo tiene un significado muy fuerte para las mujeres.
-Es como un vestido y me dejaron desnuda. Tenía miedo, era un desafío y me daba
adrenalina porque siempre lo tuve largo. El pelo es socialmente bien visto y me
siento más sexy con el pelo largo. Cuando no lo tenés te queda la cara a la
vista. Pero ya va a crecer.

- Norma Aleandro y vos son dos mujeres que pertenecen a universos completamente
diferentes, ¿cómo resolvieron esa distancia?
-Norma es un alma en el camino que encontré. Sé que es una persona que, más allá
de la película, va a estar ahí cuando yo la necesite. Juntas, trabajando, siento
que somos como dos piedras que se frotan y hacen chispas, y después hacen luz.
Aprendimos a querernos y es algo que no siempre te pasa con los compañeros de
trabajo.

-Finalmente, ¿cómo te acompañó Ricardo este mes fuera de casa?
-El viajó para acá todo el tiempo. Hoy, por ejemplo, me sentía mal y tenía miedo
de no poder filmar. Mientras hablábamos por teléfono me dijo: bueno,
traquilizate, no es tan importante... y yo le gritaba: ¡para mí es lo más
importante, lo más importante...! Yo me saco, pero por suerte él está ahí para
evitar que me desborde.

-¿Y vos podés controlar los desbordes de él?
-En una pareja no existe el control. Hay intercambio de amor.

por Alejandro Seselovsky
fotos: Maximiliano Vernazza
(enviados especiales a Mendoza)
fotos: Gabriel Rocca
producción: Inés Azumendi
maquilló: Clara Stornini
agradecemos a: Park Hyatt Mendoza, Cristhian Lacroix, Trosman y Susila Tantrik

Yo estoy acostumbrada a que me vean simpática y graciosa todo el tiempo. Esta vez, mi personaje no brilla, pasa inadvertido..."">

"Yo estoy acostumbrada a que me vean simpática y graciosa todo el tiempo. Esta vez, mi personaje no brilla, pasa inadvertido..."

Las mujeres tenemos decisión para el cambio y los hombres no... pueden no ser felices con una situación y soportarla toda la vida"">

"Las mujeres tenemos decisión para el cambio y los hombres no... pueden no ser felices con una situación y soportarla toda la vida"

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