“Las barras bravas son un brazo de la violencia de la sociedad” – GENTE Online
 

“Las barras bravas son un brazo de la violencia de la sociedad”

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Desde un piso 28 de Puerto Madero se recorta el verde de la Reserva Ecológica y, más allá, el marrón del Río de la Plata. El día es gris, y por eso no se adivina –como es habitual en los días claros– la costa uruguaya. Sin embargo, a Víctor Hugo Morales (59 años, nacido en Cardona, departamento de Soriano) no parece conmoverlo esa parte del paisaje. Prefiere, en cambio, girar para que las fotografías tengan como fondo los edificios de Buenos Aires. Raro: los uruguayos, más que los habitantes de esta orilla, siempre privilegiaron la relación con el río. “Yo me aporteñé –cuenta–; prefiero el cemento a la naturaleza...”, dice quien llegó –para quedarse– a la Argentina en 1981. El año pasado, aquí nació su primer nieto –Benicio–, quien amplió la familia integrada por Beatriz (su esposa desde hace 37 años) y sus tres hijos: Paula, Matías y Camila.
Este año, alejado de la tevé, empieza sus días algo más tarde: de 9 a 13 su voz lidera La mañana de radio Continental. Por la tarde, de 19 a 21, vuelve al edificio de Rivadavia al 800 con un clásico: Competencia. Los domingos, como siempre, su inconfundible “¡ta-ta-tá!” y el fútbol, terreno en el que lleva relatados más de 3200 partidos. “A mí no me satura –señala–, y espero que tampoco a la gente. Actúa como un multiplicador de ideas, de amor por la profesión, y estoy muy entusiasmado con el equipo que armamos en La mañana. Por ejemplo estoy con Daniel López, un valor extraordinario, uno de los periodistas que manejan más información”.

–¿Extraña Desayuno, hacer tele a diario...?

–No al programa. Extraño lo masivo de ese medio. Y su penetración en todo el país. Pero la radio es más noble. En la tevé ya no se evalúa la calidad.

–¿Mira televisión?
–No.

–¿No sabe lo que es Gran Hermano, por ejemplo?
–Sé qué es y qué significa, pero nunca lo vi. Creo que no lo resistiría ni 30 segundos. En realidad, haciendo zapping los encontré en un canal de cable, pero como siempre los pesco tirados en un sillón, no me quedé más de diez segundos. Pero además va a la hora en que tengo 25 películas que me interesan, no menos de cuatro conciertos y 35 obras de teatro atrasadas... No me dan los tiempos. Mire, yo he visto una sola vez a Tinelli, nunca a Susana en la Argentina –una sola vez agarré su programa en Miami–, jamás una novela top como Montecristo. No sé nada de eso...

–¿No siente que se pierde algo?
–Me privo de un mundo que no sé si me generaría aprobación o crítica, pero no tengo cómo prestarme a él.

–¿Y fútbol tampoco mira?
–Los domingos, cuando termino de relatar los partidos, quiero meterme de cabeza en un cine o en un concierto; ése es mi descanso. Si veo tres veces por año Fútbol de Primera es una exageración. Y de esas tres veces, no más de veinte minutos cada una.

–Cuando relata, ¿siente alrededor la violencia de las canchas argentinas, o está muy concentrado en el juego?
–La violencia se detecta permanentemente, en el fútbol y también en la sociedad. En la cabina se siente el insulto constante de las tribunas. Hay una agresividad muy grande. Pero el fútbol está hecho de incomodidad, malos baños, falta de rampas y escaleras apretadas. Yo no me animaría a ir con un hijo a la cancha de Boca, por ejemplo. Y todo eso también es violencia. La gente es tratada como manada, pero se deja tratar así.

–¿Y los barrabravas, que son el vértice de esa violencia?
–Sí, pero nos estamos mintiendo en algo: la gente participa de ellas. No son 50 loquitos. Entra la hinchada de River y, demagógicamente, todo el estadio los aplaude, los legitima. Cantan lo que quieren ellos. Si se encontraran con un gran silencio o una gran silbatina cuando hacen algo negativo, sería distinto. Finalmente, las barras bravas son un brazo de la violencia de la sociedad.

–Sin embargo, las responsabilidades no son todas iguales: el papel de los dirigentes en la existencia de los violentos es distinto al de un hincha común.
–Por supuesto. Cuando la barra recibe dinero y protección, cuando están legalizados desde adentro del club, la participación de los dirigentes en la violencia es equivalente al envión para que vayan más allá. El juez Mariano Bergés, que investigó al fútbol, dice que sintió que, excepto Raúl Gámez (ex presidente de Vélez Sarsfield), todos los dirigentes, incluido Grondona, le tomaron el pelo. Yo tengo grabaciones donde Grondona dijo “no a la quita de puntos”. Y ahora, suelto de cuerpo, dice que está de acuerdo con la quita, porque está presionado. Entonces, ante ese caradurismo, los barras –que no tienen nada para perder, muchos andan drogados y son vagos, violentos y tienen chantajeados a los dirigentes por lo que les han dado– siguen actuando, porque así no hay solución.

–¿No la hay?
–En realidad, creo que este año la violencia va a estar más acorralada, porque el agua nos tapó. El Estado se va a meter con más energía y los clubes no se van a poder hacer los distraídos.

–El Estado no puede mirar para otro lado: Rafael Di Zeo –jefe de la barra de Boca– y Adrián Rousseau –líder de la de River– trabajaban en la administración pública.
–Cuando el Estado detecta a Rousseau lo hace para pasar facturas políticas, nunca como un acto que brille por su pureza. Lo echan a Rousseau y lo culpan a Bravo (Nota: Daniel Bravo, ex secretario de Deportes porteño, socio de River, a quien sindicaron como quien llevó al barrabrava a trabajar a la Guardia Urbana y, anteriormente, llevó al supuesto arrepentido en las coimas del Senado, Mario Pontaquarto, al despacho del jefe de Gabinete, Alberto Fernández)... Y Bravo, a su vez, ¡es el mismo que denunció a Olivera, avalado por el Gobierno! (Nota: la denuncia por supuestas cuentas en el exterior de Enrique Olivera, candidato del ARI en las últimas elecciones legislativas, resultó ser falsa). Cuando uno llega a esos límites, se da cuenta de que todo lo que sucede en el fútbol se reproduce en la alta política. Entonces, el drama es el abuso del poder y la mentira constante para mantenerlo.

–Con ese panorama es muy difícil no caer en la resignación...
–Pero es una batalla que hay que dar, aunque se empiece desde una gran derrota. El fútbol puede minimizar la violencia que genera él mismo a partir de dirigentes que no aplican reglamentos, como Grondona, que está pendiente del manejo político que le permita seguir al frente de la AFA. Si pensamos en la persona más repudiada que hay en el país, Grondona compite cabeza a cabeza con el mejor que pongas. Quizá, se podría sacar algún espécimen similar de los sindicatos...

–O de la política, que suele mezclarse con el fútbol. Fíjese, si no, en que José María Aguilar, el presidente de River, le dijo a Mauricio Macri, como una ofensa, que es el representante de la derecha. ¿Cómo repercutirá este River-Boca dirigencial en un año electoral?
–Bueno, pero Aguilar cayó en el más rápido descrédito que un hombre supo ganar en años. Lo de River es, para mí, el mayor escándalo en una institución que vi en toda mi vida. En el manejo económico, en el de la barra brava, y en la facilidad de decir verdaderos mamarrachos con la mayor soltura. Dijo que River “es el club más seguro del mundo” cuando arrecia la violencia; cuando sucedió el negocio inaudito e incalificable de Gonzalo Higuaín, en el que un grupo inversor ganó cuatro millones de dólares, dijo que “es el negocio más transparente de la historia del fútbol”. Sí, transparentó un escándalo… Y cuando se hablaba de los problemas económicos de su club, señaló que “es la institución más sólida de la Argentina”. Es decir, al acabóse, a la situación límite, le respondió no yéndose ni encontrando una solución, sino protegido por medios cómplices que tienen cautivo al negocio del fútbol.

–Al decir aquello, Aguilar –quien tiene excelente relación con el mismo Bravo– se recostó en el Gobierno. ¿Seguirá en esa posición?
–Diría que si hoy alguien quiere caminar más o menos bien, debe esquivar a Aguilar. Si en algún momento fue parte del poder en alguna acusación a Macri, flaco favor le hizo, porque en este momento, con todo lo que puede tener el dirigente de Boca en contra, su imagen es diez veces mejor que la de él. Si está designado para perturbar la imagen de Macri desde el fútbol, no va a poder hacer bien su trabajo, porque no es creíble.

Víctor Hugo ataca al poder que maneja el fútbol, pero también responsabiliza al público en la formación de las barras: “<i>No son cincuenta locos sueltos. Entra la hinchada de River y, demagógicamente, todo el estadio los aplaude, los legitima. Si se encontraran con un gran silencio sería distinto</i>”

Víctor Hugo ataca al poder que maneja el fútbol, pero también responsabiliza al público en la formación de las barras: “No son cincuenta locos sueltos. Entra la hinchada de River y, demagógicamente, todo el estadio los aplaude, los legitima. Si se encontraran con un gran silencio sería distinto

Víctor Hugo en su piso 28 de Puerto Madero, con la ciudad y el río de fondo. Se declara “aporteñado” y prefiere “el cemento a la naturaleza”.

Víctor Hugo en su piso 28 de Puerto Madero, con la ciudad y el río de fondo. Se declara “aporteñado” y prefiere “el cemento a la naturaleza”.

Haciendo La mañana de Continental, que va diariamente de 9 a 13.

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