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La viuda de Puccio hoy

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A 34 años de la detención de la banda que se dedicaba a secuestrar y matar, Maguila, el hijo mayor –que eludió una condena a 13 años de prisión y pidió perdón a través de una carta–, fue detenido en Brasil con documentos falsos. Su madre, quien fuera la esposa del temido Arquímedes –jefe de la gavilla–, se interesó por su hijo preso y llamó personalmente al Consulado argentino en ese país. A los 87, sigue siendo el sostén espiritual de lo que resta del clan.

Lunes 23 a las 10:30. Apoyada en su bastón, Epifanía sale de su departamento de San Telmo para tomar el colectivo 126

La anciana que se sostiene con un bastón mientras espera el colectivo 126 en San Telmo es la misma que preparaba la comida con la que se alimentaban en su tristemente famosa residencia de San Isidro los secuestrados por la banda que lideraba su marido, Arquímedes Puccio –muerto en 2013, a los 83 años, en General Pico, La Pampa–, allá por los años 80’, de la que formaban parte sus hijos Alejandro –también fallecido– y Daniel, alias Maguila –hoy preso en Brasil–. Vale aclarar que Epifanía Calvo (87), cuando declaró en la causa por los raptos y asesinatos de Eduardo Manoukian (1982), el ingeniero industrial Eduardo Aulet (1983) y el empresario Emilio Naum (1984), dijo desconocer el accionar macabro de su marido, pero igual pasó casi dos años a la sombra, en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Lo que no se puede discutir es que era ella la dueña de casa donde alojaban a las víctimas –en el baño que compartía la familia y en un sótano–, y quien cocinaba los alimentos para todos los que allí habitaban: marido, hijos y secuestrados.

El clan completo. De pie, Alejandro (muerto), Silvia (muerta). Daniel “Maguila” (preso en Brasil). Sentados, Guillermo (vive en Australia), Epifanía, Arquímedes (muerto) y Adriana (vive con su madre).

En aquella oportunidad, la única que pudo salvar su vida gracias al accionar de los investigadores fue la empresaria Nélida Bollini de Prado, rescatada en 1985 en un estado lamentable, cuando terminó cayendo la banda. A ella le pidió perdón Maguila Puccio en una carta fechada el 28 de junio de 1996, que le hizo llegar a través del abogado de la víctima, Héctor Jorge Rodríguez, y que en sus párrafos más destacados, reza: 

• “Fue una actitud cobarde, irresponsable y criminal”. 

• “Sé que usted sufrió, lo mismo que sus hijos. Siento un profundo dolor por lo ocurrido”.

• “A veces no sabemos lo que hacemos. Por eso le vuelvo a pedir perdón”.

• “No fui el ideólogo de los secuestros. Participé de manera inconsciente”.

• “Fue muy difícil enfrentar un hecho tan vergonzoso: no tuve el valor”.

La viuda de Puccio, recorre su barrio como una vecina más.

Precisamente a Maguila lo acaban de detener en Brasil, portando documentos falsos y con cinco mil dólares en su poder, en circunstancias que se están investigando. Está en el penal de Pinheiros, en San Pablo, mientras en la Justicia de ese país se sustancia el debido proceso y se decide si lo extraditan. No se entiende por qué exhibió documentación apócrifa, ya que tenía su pasaporte argentino y hasta la licencia de conducir. Además, aquí ya no tiene causas en trámite. Desde el 23 de agosto de 1985, cuando los integrantes de la banda fueron presos, Maguila permaneció en prisión hasta que en febrero del ’88 salió de la cárcel por el tiempo que había transcurrido sin recibir condena. Recién en 1998 lo sentenciaron a 13 años de prisión, pero como estaba en la calle desapareció definitivamente.

En la historia policial argentina es uno de los pocos que lograron –en calidad de prófugos– eludir la pena que la Justicia les impuso. La extinción de su sentencia se produjo en agosto de 2011. Dos años más tarde él mismo pasó en persona a retirar de los Tribunales la constancia de prescripción de una condena que nunca cumplió. 

Maguila Puccio, detenido en Brasil el 16 de septiembre. 

Epifanía, su mamá, se interesó por la actualidad de su hijo, hoy preso en un calabozo maloliente de una de las peores prisiones del país vecino. Llamó al Consulado argentino y quiso informarse de la situación. Por estos días se la ve entera, saludable, más allá de algún achaque propio de la edad: dolores en la cadera, a lo que sumó un bastón para desplazarse con mayor seguridad y confianza. Pero carga con un marido –el brutal Arquímedes– y dos hijos muertos. Una, Silvia Inés –de cuya participación en los hechos la Justicia siempre sospechó–, que logró ser absuelta porque nunca se reunieron pruebas en su contra. Ella formó otra familia, tuvo dos hijos, jamás pudo perdonar a su padre, y en 2011 falleció a causa del cáncer. Y Alejandro –Alex o El Zorri para los suyos–, el hijo rugbier, que recibió reclusión perpetua igual que su padre, recuperó su libertad, pero murió por neumonía en 2008, después de varios intentos de suicidio.

Hoy Epifanía, la viuda de Puccio, recorre su barrio como una vecina más. Pocos la reconocen o saben de su pasado, en el que también supo ser profesora de Contabilidad y Matemáticas en la Escuela de Enseñanza Media y Técnica Nº 1 de Martínez y del María Auxiliadora, además de ser esposa y madre de crueles asesinos

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